De vender la casa a gastar todos los ahorros: locuras de los fanáticos para conseguir su ómnibus de la Onda

Dueños de coches y coleccionistas de objetos de la Onda hablan de su pasión por esta emblemática empresa de transporte que marcó época en Uruguay.

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Grupo de fanáticos de la Onda en Mercedes, en una de las tantas exposiciones de "La historia del transporte".
Grupo de fanáticos de la Onda en Mercedes, en una de las tantas exposiciones de "La historia del transporte".

Para Ruben Pérez (71) la Onda es el recuerdo de todas esas idas y vueltas de su casa en el km 155 a la escuela N°78 por la Ruta 22 junto a sus amigos; esas charlas con el “Pingüino” López -un guarda simpaticón que siempre tenía un chiste para contar- y las veces que le pidió al chofer que le permitiera tocar el volante o abrir la puerta. Guarda en su retina la emoción inmensa que le causaba ver cómo se acercaban esos “monstruos plateados” que venían desde Carmelo y oír su ronroneo típico desde lejos. “Era como tocar el cielo con las manos”, dice a Domingo. Y no exagera: la Onda es para él -como para muchos- la nostalgia de un tiempo dorado que ya no volverá, pero que logra abrazar por un ratito cada vez que se sube y maneja el coche número 328 que perteneció a esta compañía de transporte emblema del Uruguay. Es su infancia resumida en cuatro ruedas y ese amor desmedido lo llevó a que 11 años atrás decidiera vender su casa en el balneario Artilleros con el único propósito de comprarse un camello largo (GMC) de 1972 que perteneció a la Onda. Era el chiche que quería, asegura, y no le importaba tener que terminar durmiendo en él.

Pasó 14 años detrás de uno de esos coches, sentía que era imposible, hasta que un día viajó a Montevideo a una muestra de la Onda, alguien le comentó que un señor vendía uno en Pando y allá fue a verlo. Lo pagó US$ 20.000; el resto del dinero de la venta de la casa le alcanzó para comprar un container de 40 pies y así evitó quedarse sin techo.

“Pasé más de una semana sin dormir apenas lo compré: me levantaba, aprontaba el mate, me sentaba en el ómnibus y pasaba la noche ahí. Me parecía un sueño, no lo podía creer”, relata entre lágrimas.

Lo ostentó en cuanta muestra pudo, lo disfrutó, le sacó jugo, pero hoy piensa en venderlo, ya que se quedó sin lugar donde guardarlo y no quiere dejarlo al aire libre. Siente, además, que llegó la hora de enfocarse en otras cosas: “Cumplí un sueño y ahora me gustaría comprarme un container en el balneario para alquilar y estar un poquito mejor”, confiesa.

Ruben no fue el único que anheló por años tener un ómnibus de la empresa famosa por el galgo en su logo. Marcelo Cámera (51), por ejemplo, decidió invertir todos sus ahorros en el General Motors número 295 de la Onda. “Lo cuido como a un hijo, es una reliquia”, confiesa a Domingo sobre este vehículo que se usó en El viaje hacia el mar (2003). “No lo tenía yo en esa época pero todo el mundo me decía que era el coche de la película, así que la miré y ahí lo descubrí”, comenta (ver recuadro).

"Gasté todos mis ahorros"

El sanducero Marcelo Cámera tiene 51 años y desde los 13 está vinculado al transporte. “Entré a Sabelin vendiendo bizcochos en los talleres, porque mi padre tenía panadería. A los 14 me ofrecen trabajar en la empresa limpiando coches y ahí arranqué. A los 20 me pasé para Alonso de guarda, estuve cinco años y otros cinco de chofer. Hoy tengo una empresa de ómnibus con mi hermana, en Paysandú, que se llama Cholo bus”, resume. El responsable de su amor por la Onda es el padre de Aníbal Romero (compañero suyo de Sabelin), que era chofer de la extinta compañía. El hombre hacía el turno 13:50 de Paysandú a Montevideo, así que al salir del trabajo, los dos amigos se iban juntos a tomar unos mates con don Romero, hasta que el coche 303 partía.

El GMC número 295 de la Onda que Marcelo Cámera adquirió tres años atrás salió en el filme uruguayo "El viaje hacia el mar".
El GMC número 295 de la Onda que Marcelo Cámera adquirió tres años atrás salió en el filme uruguayo "El viaje hacia el mar".

Marcelo recuerda esa época con gran nostalgia y buscó por años un coche de Onda. Hace tres años le comentaron que un señor vendía el suyo, lo fue a ver y decidió comprarlo: “Lo compré en US$ 30.000 y le gasté US$ 20.000 más. Invertí todos mis ahorros. En mi casa siempre me apoyaron. Lo cuido como a un hijo, es mi reliquia”, dice sobre el GMC 295. Confiesa que tuvo intenciones de venderlo porque precisaba la plata pero reculó incentivado por su hijo de 9 años: “Me dijo, ‘no lo vendas’. Es algo que nunca más, y si lo vendo no lo van a cuidar”.

Duaner Martínez (44) asegura que lo más gratificante de los paseos que da con sus dos coches de la Onda -comparte con un amigo un Centella de Plata que fue el protagonista de la tragedia de San Ramón y compró en solitario un Silver Jet- es la reacción de la gente: “Es como salir a caminar con una estrella de cine: le sacan fotos, lo abrazan, hay gente que llora. ‘Yo hice mi carrera de abogado acá’, te dicen”, atestigua. Duaner es papá de una perrita galgo a la que bautizó Onda y tiene un baúl lleno de objetos coleccionables de la compañía de transporte que cerró en 1991 (ver hitoria más adelante).

El Centella de Plata 222 de la Onda, con el que ocurrió la famosa tragedia de San Ramón y hoy pertenece a Duaner Martínez.
El Centella de Plata 222 de la Onda, con el que ocurrió la famosa tragedia de San Ramón y hoy pertenece a Duaner Martínez.

Los fanáticos de la Onda y del transporte tienen un gran plan el fin de semana del Patrimonio: el 7 y 8 de octubre se realiza en Colonia una nueva edición de La historia en ómnibus, muestra a cargo de la Agrupación de Coleccionistas de Literatura Omnibusera (ACLO). La cita es en el icónico comercio de ramos generales Bertín Hermanos (Paraje Riachuelo, en Ruta 50 km 1,5, a metros del km 165 de la Ruta 1) desde las 10:00 horas. La entrada es libre y gratuita (ver detalles en el recuadro).

De yapa, un exguarda de Onda organiza hace años una comida con exempleados de la compañía el segundo sábado de noviembre en el balneario Blanca Arena (Colonia). Ruben, que ha ido, cuenta que se hace una vaquillona con cuero y logran reunir unos 200 fanáticos de la Onda de todo el país.

Legado

Pedro Sorhouet de niño junto a su padre, en el coche de la Onda que éste manejaba.
Pedro Sorhouet de niño junto a su padre, en el coche de la Onda que éste manejaba.

Pedro Sorhouet (36) es uno de los organizadores de La historia en ómnibus y trae en los genes la pasión por el transporte. Sus tíos abuelos trabajaban en Cooperativa Colonia, una de las tantas empresas que en 1935 se fusionaron para conformar Onda, y así se transformaron en socios fundadores. Su abuelo, su padre y su tío hicieron carrera ahí: repartieron cartas, fueron guardas y llegaron a choferes. Cuando la Onda cerró, Pedro apenas tenía cuatro años, pero su apego se debe a que su familia es parte de la historia de la empresa: fueron testigos de la fundación, el apogeo con la llegada de los modernos y tecnológicos GMC en 1947, y el declive. “Cuando cerró la Onda fue un momento muy triste para mi padre. Trabajaban en un lindo ambiente, con buenas máquinas, buenos sueldos y de repente se desplomó todo. Él, inclusive, no quería volver al volante pero mi madre lo impulsó, y al año siguiente empezó en COT”, relata.

Pedro es ingeniero agrónomo y no chofer, a diferencia de toda su ascendencia -“mi padre me hizo estudiar, sino estaría trabajando arriba de un ómnibus”, asegura- pero su forma de mantener vivo el legado ha sido a través de las exposiciones que organiza, donde aprovecha a repasar la historia de la Onda. Una historia de un Uruguay distinto, donde la compañía comunicaba al país -en sus ómnibus llegaba el diario, las cartas, las encomiendas y los medicamentos, no solo los pasajeros-, donde la vida iba más lenta y había tiempo para detenerse a charlar con el conductor y el guarda. “Mi papá siempre cuenta que había mucho compañerismo y respeto entre los empleados. El chofer de Onda era casi que un piloto de avión, un profesional del volante que cuidaba su coche como propio”, relata.

Pedro tiene una vasta colección de la Onda que logró reunir gracias a que se contactó con extrabajadores que le donaron material. En 2013 dio un salto y compró un coche de la Onda similar al último que manejó su abuelo. Le costó US$ 13.000, lo pagó en cuotas pero se le hizo imposible reflotarlo, y se tuvo que deshacer de él. “Lo terminé de pagar en cuatro años, pero no avanzaba en la reconstrucción, era todo a pulmón y era insostenible. Lo vendí con todo el dolor del mundo, hasta ahora me cuesta y cada tanto le escribo al hombre para decirle, ‘me lo vas a vender algún día'”, cuenta.

Tiempo después, adquirió un Mercedes Benz similar a los que trajo la Onda en 1981 y aunque no es original, le colocó un galgo y la inscripción ‘una familia con Onda’ a modo de homenaje.

Expo y el sueño del museo

Los que se acerquen el 7 y 8 de octubre a Colonia para participar de La historia en ómnibus se encontrarán con exposición de vehículos, fotografías, maquetas, folletería, paseos en buses, juegos para niños, foodtrucks y más. Es también una invitación a descubrir la evolución de la Onda, una empresa que marcó un antes y un después en la historia del transporte en Uruguay, siempre a la vanguardia e innovando en tecnología. Pedro Sorhouet lleva 20 años haciendo muestras relacionadas al transporte y su meta es poder crear un museo donde volcar todo el material que tiene recopilado: “Es el sueño del pibe, para que la gente se acerque y conozca la historia”, augura sobre el proyecto.

Sanador

Fredi Gallo junto a su largo camello (GMC) de 1972, que convirtió en una cómoda casa rodante.
Fredi Gallo junto a su largo camello (GMC) de 1972, que convirtió en una cómoda casa rodante.

Fredi Gallo (52) es chofer profesional hace 14 años, tiene pocos recuerdos de la Onda y no era una meta en su vida tener uno de esos coches, pero un quebranto de salud lo obligó tres años atrás a bajarse del camión que manejaba y se replanteó la vida. “Primero tuve pancreatitis y después cáncer de colon. Pasé tres años sin trabajar y se me cruzó la idea de comprar una casa rodante para pasear con mis viejos y mi señora, y cambiar la mente”, relata a Domingo. Puso su auto nuevo a la venta, y buscando opciones dio con un hombre que vendía un ómnibus GM que resultó ser el buque insignia de la Onda -un camello de 12 metros de largo de 1972- y decidió comprarlo. Lo hizo todo nuevo, ya que según dice entre risas, el dueño anterior “le ponía muchos mimos pero ni un mango”.

Lo acondicionó como un motor home con todos los chiches: tiene cama matrimonial, cuatro camas chicas, baño, ducha, mesada con pileta, microondas, frigobar, freezer y calefón. El coche le regaló muchas satisfacciones -recorrió con su familia todo Uruguay, parte de Argentina y Brasil- pero hace poco tomó la difícil decisión de ponerlo a la venta porque sus padres ya no pueden salir y mantenerlo es carísimo. “Yo hago todo a nuevo, no remiendo: el año pasado se me rompió el alternador y arreglarlo me costó $ 35.000”, ejemplifica.

Estuvo por cerrar el negocio en dos ocasiones, pero no se ha dado, y aclara que no lo regalará: “Por menos de US$ 98.000 no lo vendo; se han llegado a pagar US$ 180.000 por estos coches. Esto es patrimonio histórico nacional, así que o lo vendo bien o lo sigo disfrutando”. Está convencido de que se sacó el gusto de tener el mejor coche de la Onda del Uruguay, pero cree que llegó el momento de usar ese dinero para pasear, aunque le gustaría que el comprador viva en Uruguay: “Me encantaría cruzarme con él y visitarlo porque lo adoro pero en la vida hay que tomar decisiones”, afirma.

Pasión sin igual, tragedia y amor incondicional

Cuando a Duaner Martínez le preguntaban qué quería ser de grande, él contestaba sin titubear: ‘Chofer de ómnibus o policía caminera’, Y ganó la opción uno. El hoy chofer de Cutcsa siempre vivió en Salinas, sobre la ruta Interbalnearia, y entre las rutinas favoritas de su infancia estaba ver circular los coches de Onda con su sonido tan peculiar -ese que todos llaman ronroneo- que delataba su arribo incluso antes de divisarlo. Esas escenas lo maravillaron tanto que se empezó a fanatizar por la empresa.

Si bien la Onda cerró cuando Duaner tenía 12 años y quedó con mucha pena de no ver pasar más esos magníficos buses, recuerda con exactitud tres viajes que hizo: uno en el famoso Centella de Plata con ventanas bien chiquitas; otro en un largo camello, un GMC que tenía el cartel ‘cuidado escalón’; y el último en uno de esos Mercedes Benz blancos donde la azafata servía el refresco en un vaso con la inscripción ‘Onda’ (vale decir que hoy Duaner acumula 400 de esos). Es que en 1994, tres años después del cierre de esta empresa, Duaner decidió empezar a coleccionar todo lo que hubiera en la vuelta de la Onda. Tiene ocho uniformes y 12 bolsos guardados en un ropero; folletos, cajas de fósforos, ceniceros, papeles internos, pólizas de seguro y más material inédito. Recorre ferias de antigüedades, está atento a portales de venta y ha recibido donaciones de exempleados de la Onda.

“El merchandising que tenía la Onda era impresionante. Las cabecitas que guiaban la empresa eran muy adelantadas para su época”, elogia este fanático que conseguió gracias a unos parientes de Tala una perra galgo igualita a la del logo de la Onda. “Estuve seis meses esperando hasta que apareció Onda, así se llama, y es muy parecida. Más no puedo pedir”, dice orgulloso sobre esta adorable perrita de 10 años a la que quiere como a una hija.

Tributo: la perra galgo de Duaner tiene 10 años y se llama Onda.
Tributo: la perra galgo de Duaner tiene 10 años y se llama Onda.

Fue recién en 2020 que logró hacerse de su primer coche de la Onda. Y qué coche: el Centella de Plata 222 -el número original era 216 pero se le cambió al ser recuperado- con el que ocurrió la recordada tragedia de San Ramón aquel fatídico 18 de julio de 1955, donde murieron 26 de los 42 pasajeros que venían de una excursión en Rivera. Era lunes y había llovido torrencialmente el fin de semana, así que el coche tuvo que desviarse por la crecida del Santa Lucía y terminó volcando en el puente que conectaba Chamizo con San Ramón. Cayó al agua, con un fatal desenlace.

Resulta que ese ómnibus lo tuvo por años su amigo Rudy Volarich, que lo usaba como foodtrack, y en un momento a Duaner y Diego Traversa, otro amigo suyo, se les ocurrió preguntarle si planeaba venderlo. La respuesta inmediata fue no, pero a la semana sorprendió a Duaner con un llamado: ‘Te lo voy a vender porque tengo otros proyectos y si alguien tiene que tener este ómnibus sos vos’, le dijo tres años atrás. Y lo compró a medias con Diego.

Un año más tarde, adquirió otro modelo Silver Jet (282) que está en proceso de restauración. Si bien reconoce que es un hobby caro -“estás comprando exclusividad, hay coches de estos impecables a US$ 100.000”- , asegura que él ha “ligado bien” y ha conseguido buenos precios, ya que de otra forma hubieran sido imposibles las compras.

Por último, evoca un conmovedor relato del hecho más impresionante que le tocó vivir vinculado a la Onda: haber logrado terminar el viaje de San Ramón a Montevideo en el coche del accidente. La travesía se pudo concretar gracias a que su amigo Rudy, que era dueño del coche en 2010, se entusiasmó con la idea.

“Lo más apasionante fue haber juntado en Plaza de Cagancha, el Día del Patrimonio de 2010, al bombero que esa noche hizo el rescate con una sobreviviente a la que le salvó la vida y nunca más vio, y 55 años después de la tragedia, ella le pudo dar las gracias. Es una de las cosas que más me ha marcado. Cuando arranqué con mi obsesión de terminar el viaje, en ningún momento me pregunté por qué, simplemente dije, ‘hay que hacerlo’. Al pasar raya, que todo salió bien, decís: ‘Tiene que haber sido ese uno de los motivos’. Para que tengas una idea, a los dos años fallecieron los dos. Sin lugar a dudas era uno de los cometidos”, cierra Duaner.

Enterprise

Marcelo Amarillo logró comprarse un coche de Onda como los que admiraba en su niñez y sentía que eran su Enterprise.
Marcelo Amarillo logró comprarse un coche de Onda como los que admiraba en su niñez y sentía que eran su Enterprise.

Marcelo Amarillo (48) viene de familia de transportistas así que aprendió a manejar un ómnibus antes que un auto. Su padre era chofer de Cynsa, trasladaba a los pasajeros de la aerolínea LAPA de Montevideo al Aeropuerto Internacional Laguna de los Patos, en Colonia, y cuando Marcelo era niño le gustaba acompañarlo porque en la Plaza de Cagancha se topaba con esos flamantes coches de la Onda que lo maravillaban. “Eran los famosos Mercedes Benz alemanes de última generación. En ese momento la Onda traía cosas que para mí eran como viajar en el Enterprise”, cuenta Marcelo a Domingo con el mismo entusiasmo que antaño.

Muchos años después, coincidió que un amigo de su padre recibió como pago de un negocio uno de esos Mercedes de la Onda que lo habían enamorado en la niñez y de tanto jorobar que iba a ser suyo terminó comprándoselo a un precio “regalado”. “En pandemia me quedé sin trabajo (estoy en el rubro turismo) y me puse a restaurarlo con mi barra de amigos. Mi proyecto era hacer un motor home pero ellos me convencieron de que quedara como ómnibus y lo estoy dejando totalmente original”, cuenta Marcelo.

Lo disfruta a pleno: hace poco fue con 20 amigos a un casamiento y lo usa para pasear con su familia. “Tengo el privilegio de disfrutar el ómnibus que tanto quería, que era mi Enterprise. Para mí era mágico. A veces me siento en el ómnibus, miro detalles y recuerdo aquellas imágenes de la infancia”, concluye con ilusión.

Benjamín

Joaquín Suárez junto a su familia reparando el GMC de la Onda que antes perteneció a la empresa Moñita Azul.
Joaquín Suárez junto a su familia reparando el GMC de la Onda que antes perteneció a la empresa Moñita Azul.

El fanatismo de Joaquín Suárez es de los más atípicos. Este joven salteño de 26 años nació cinco años después de que la Onda cerrara, así que no llegó a viajar en sus coches, y tampoco heredó el cariño de algún pariente. El único recuerdo que tiene asociado a esta empresa de transporte es un póster con tres enormes GMC en fila que él asegura haber visto en la casa de su abuela, aunque ella jura que nunca lo tuvo. Lo cierto es que siempre le llamaron mucho la atención esos ómnibus plateados, que en su familia son todos fierreros y que el tema de la Onda empezó a ser recurrente en las charlas con veteranos amigos, entonces sintió curiosidad y se puso a leer sobre su historia y lo que significó para el país. De tanto indagar, la fascinación creció, y cuando tuvo la chance de hacerse de uno de esos coches no lo dudó.

Joaquín, que trabaja en el campo, venía ahorrando para comprarse un camión pero el negocio se truncó, y en 2017 apareció un GMC de 1947, que tiene la particularidad de ser uno de los pocos reconstruido en los talleres de la Onda y convertido en modelo Silver Jet en 1980, cuando en Uruguay no se permitía importar.

“Lo compré barato, a US$ 1.500, pero estaba en estado deplorable. Hablé con mucha gente entendida y todos me decían que no lo comprara, que era una locura. Hacía 15 años que estaba tirado en una chacra, no se podía entrar tanta cosa que tenía apilada, el motor no andaba, no tenía papeles”, relata.

El ómnibus era del dueño de la empresa Moñita Azul, estaba tirado en las afueras de Salto y el señor le confesó que antes de su oferta había hablado con una chatarrería local para que lo fueran a buscar.

No estaba en condiciones de circular ni de marchar, pero Joaquín se internó con sus hermanos y su padre cuatro días y lo hicieron arrancar. Lo llevaron despacito hasta Salto en una mini excursión y hasta hoy lo siguen reconstruyendo. “Volver a verlo andar para mí era impensado”, dice.

Carlos Conde junto al coche de la Onda que manejó antaño y hoy pertenece a Joaquín Suárez.
Carlos Conde junto al coche de la Onda que manejó antaño y hoy pertenece a Joaquín Suárez.

Aunque elige no llevar la cuenta del “dineral” que lleva invertido en este coche, cuenta que una de las satisfacciones más lindas fue haber dado con el chofer de Onda que lo manejó antaño y que el hombre viajara a Salto a reencontrarse con el vehículo.

“Estoy en un grupo de ómnibus de Onda y hay planillas. Mi coche es el 206 de Onda, y decía coche 206 con permiso a Dolores, chofer Carlos Conde. Lo busqué vía Facebook, lo ubiqué y le escribí. El hombre estaba bien emocionado de saber que el ómnibus volvía a la ruta. El 7 y 8 de octubre vamos a llevar el coche al Día del Patrimonio en Colonia y el hombre va a ir hasta allá a ver si sale a manejarlo de nuevo después de 30 años. Dice que va a poner el corazón a prueba porque los mejores recuerdos que tiene de Onda son con este ómnibus”, cierra.

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