APLICACIONES DE CITAS
Historias de hombres y mujeres que encontraron la forma de relacionarse pese a la emergencia sanitaria y a las dificultades de acercamiento.
Durante los primeros meses de la emergencia sanitaria, los uruguayos vivimos en una paranoia constante por un microorganismo desconocido que puso de rodillas al mundo. Más allá de los temores por las noticias que llegaban de países en los que aumentaban todos los días los números de muertos por covid-19, por la inexistencia de vacunas y por la dudosa efectividad de los métodos de protección sugeridos, la vida de todos cambió. Se redujo al mínimo la movilidad, se cerraron bares y boliches, se pasó a la modalidad del teletrabajo y se prohibieron las reuniones sociales. Casi nadie pudo escapar de ello. Y en esa “nueva normalidad”, en la que muchos incluso dejaron de darle un beso a su madre o abuela, quienes estaban en busca de una pareja la pasaron canutas. Pero en medio del caos global, aplicaciones de citas como Tinder, Happn, Grindr y Bumble fueron -y siguen siendo- el espacio virtual que permitió que miles de uruguayos se conectaran, tuvieran sexo ocasional o iniciaran relaciones duraderas.
Bien dicen que los semejantes se atraen. Cada vez más parejas se conocen de forma virtual y no en el trabajo, boliches o a través de amigos en común, porque las aplicaciones permiten buscar con algoritmos de emparejamiento. Intentan unir a usuarios con edades e intereses comunes, que quizás comparten el mismo círculo social pero no lo saben.
Una nota de El Mercurio de 2016 planteó dos lógicas respecto a la aplicación de citas más famosa. Lógica uno: si estoy en Tinder, ¿por qué no voy a encontrar ahí a otra persona como yo? Lógica dos: Conocer a alguien a través de una aplicación puede ser arriesgado, pero ¿no lo es también salir con alguien a quien apenas conoces en un bar? Entonces Tinder tenía cuatro años en el mercado y era tabú. Hoy ya no lo es tanto, más después de la pandemia cuando casi que se transformó en un servicio a la comunidad. Según el Perfil del Internauta 2021 divulgado por el Grupo Radar, en Uruguay el 9% de las personas utilizan alguna app de citas.
Pero sin dudas estas siguen siendo algo reservado. Para muestra basta un botón: todos los entrevistados de esta nota solicitaron que sus declaraciones fueran manejadas ocultando su identidad.
Para todas las edades
Muchos creen que las aplicaciones de citas son para personas mayores que quizás concurren menos a los boliches o no tienen tanta actividad social. Pero no es así. Y una rápida búsqueda de perfiles en la aplicación permite comprobarlo. Juliana vive en Pocitos, tiene 21 años y desde hace algunos meses está de novia con un joven al que conoció por una app que nunca había pensado que llegaría a usar.
“Me había juntado con una amiga que había conocido a su novio por Tinder. Ella me propuso que me lo descargara esa noche para pasar un poco el rato. Fueron unas horas nada más así que no me crucé con mucha gente, pero sí me conecté con una persona que apenas había empezado la conversación me pidió mi Instagram. Entonces, cuando al día siguiente eliminé la aplicación, seguí hablando por ahí. Y finalmente arreglamos para conocernos en persona”, recuerda al ser consultada por Revista Domingo. La historia siguió por los carriles digitales y tuvo un final feliz: “Después de esa primera cita pasamos a WhatsApp, otro escalón en la jerarquía de las redes sociales -dice y se ríe-. Y un poco más de un mes después nos pusimos de novios”.
—¿Nunca había usado Tinder? ¿Tenía algún tipo de prejuicio con la aplicación?
—Lo había usado un tiempo hace dos o tres años. No tenía ningún tipo de prejuicio con la app. Con mis amigas siempre comentábamos qué pasaría si nos encontrábamos con alguien conocido. Pero bueno, esa persona no va a pensar nada malo de vos porque también está ahí. Y si lo pensara, no me importaría.
— ¿Cree que la aplicación ha sido buena para conectar a los uruguayos durante la pandemia?
— Creo que sí, no solo en el tema de las relaciones amorosas. Se usó mucho durante la pandemia para armar reuniones de varias personas. En vez de hacer perfiles de una sola persona, se hacían de un grupo de amigas o de amigos. Y así se armaban salidas cuando no había bailes.
El prejuicio en la sociedad
Rosa es doctora, acaba de cumplir 41 años y tiene dos hijos. Habla telefónicamente desde su trabajo con Revista Domingo sobre el tema propuesto, pero cada vez que se acerca algún compañero, baja el volumen de su voz. “Uso la aplicación desde que comenzó la pandemia, luego que me separé, tras de una relación de 20 años de pareja y 8 de casados”, dice. Aclara que al comienzo tenía vergüenza de usar la app: “Cuando te encontrarás al primer conocido decís: ‘Pah, ¡qué garrón!’ Vos lo ves y los demás te ven. Sí, te da cosa. Pero bueno, yo tengo hijos (de 9 y 5 años) y un horario complicado. Era como la única manera de poder conocer gente, porque no tengo forma de hacerlo en otro lugar”.
Rosa dice que, como en la vida misma, a través de las aplicaciones ha tenido tanto buenas como malas experiencias. “Tuve una relación que duró como un año (fluía mucho la parte sexual, pero era un hombre medio tóxico, celoso, controlador). Y ahora estoy en otra que va por los 8 meses. Pero tuve otro tipo de historias, incluso bizarras. Una vez un tipo me contó, durante una cita, lo que iba a hacer con el cadáver de su madre una vez que se muriera”, recuerda entre risas.
Dice que ahora está en pareja, por lo que ella y su novio han desactivado la aplicación. Y concuerda con otros entrevistados en cuanto a que Tinder fue importante para relacionarse durante la pandemia: “Para mí fue la única forma, porque no podías salir. Desde la comodidad de tu casa veías y decidías por sí o por no. Al anterior, con el que estuve un año, lo conocí en plena pandemia, en abril de 2020. Yo creo que es la opción de mucha gente que está en la misma que yo”. Rosa considera que las apps de citas hoy no están tan mal vistas, pero advierte que “el prejuicio sigue” en la sociedad. “Cuando decís que conociste a alguien en la aplicación están quienes te señalan o esperan que reviente todo para echártelo en cara”, señala.
Encontrar el amor verdadero
Mariela trabaja en una empresa de comunicaciones y su novio, Julián, en un ente del Estado. Se conocieron hace pocos meses por Tinder y la relación de pareja ha prosperado como pocas veces pasa. Ella ya le presentó a su hija, a sus padres y a su hermano (así como a su perra Martha, con quien inmediatamente hubo “buena vibra”). Y él hizo lo propio con su familia. También han hecho dos viajes juntos a Argentina y comparten reuniones con los amigos de ambos.
Al principio de la pandemia, cuando las autoridades sanitarias desaconsejaban mantener vínculos sociales (más con desconocidos), Mariela se vinculó a través de Tinder con quien ahora es su exnovio. “Resultó ser un vecino que vivía a una cuadra de casa. Estuvimos juntos un año aproximadamente”, recuerda. Y en el verano pasado conoció a su pareja actual, también gracias a la misma aplicación.
“Ambos ya usaban Tinder y habían salido con varias chicas que conocieron por las aplicaciones. Creo que cuando llegás a cierta edad (yo tengo 39) se te reducen los ámbitos donde podés conocer gente. Y estas apps son tu salvación (además, no tenés que salir de tu casa para hablar con alguien; para mí eso es un plus). Las apps de citas no están mal vistas en estos momentos. No solo por la pandemia, sino porque te permiten ampliar tu círculo social o porque no te exigen el encare cara a cara. Si sos tímido o te expresás mejor por escrito, son lo tuyo”, destaca.
—¿Usted y su actual pareja se dieron de baja en Tinder?
—Por suerte, en marzo me di de baja. Pero he sido usuaria intermitente de Tinder, Happn y alguna otra (como Ok Cupid o Inner Circle) desde 2018. No quiero decir que tenía todas instaladas al mismo tiempo, sino que iba probando con una y con otra. Las que más he usado son Tinder y Happn. También tuve periodos en los que no estaba activa en estas aplicaciones, porque generan mucho desgaste y pereza.
Mariela considera que antes de la pandemia estas aplicaciones “ya habían dejado de ser tabú”. Pero entiende que si alguien todavía sentía algún tipo de vergüenza por estar en esa especie de catálogo humano, “seguro que se le fue en la pandemia, donde pasó a ser la única forma de conocer a alguien”. “Antes de 2018 sí eran tabú. Recuerdo conversaciones entre compañeros de trabajo en las que se reían de otros por estar en estas apps. Creo que eso ya es impensable. Lo que sí es que siguen siendo algo un poco extraño para los mayores. Decirle a mis padres que conocí a mi novio por Tinder es complejo, sobre todo porque mi madre está convencida de que Tinder es Tilder”, dice y se ríe.
Experiencias de todo tipo
En el caso de Mariela, no ha tenido experiencias malas con las aplicaciones. “Creo que he tenido suerte. Por lo general, si alguien pintaba raro, cortaba la comunicación. Como dice el dicho, la práctica hace al maestro. Y a medida que usás estas apps, vas afinando la puntería: sabés cómo refinar la búsqueda por el perfil, por las fotos, por cómo te saluda, etcétera”.
En la parte de los chats sí ha tenido conversaciones curiosas, con personas que la encararon “de una” o que optan por pelear como un modo inentendible de seducción. “Hay gente que te hace preguntas extrañas. Un día me preguntaron cómo sería mi día ideal. No sabía si contestar en serio o en broma; por las dudas dije que mi día ideal tiene 25 grados”, dice. Y agrega: “La pregunta que más he leído es ‘¿y qué buscás?’ Me parece que es una pregunta que no conduce a nada y, por lo general, me provocaba hastío. Yo sé qué es lo que busco pero la respuesta es arriesgar demasiado. También me daba pereza contestar preguntas como ‘¿y qué música escuchás?’ o ‘¿qué películas ves?’ o ‘¿de qué signo sos?’ Entiendo que es un problema mío; no atraen mi atención las conversaciones pelotudas”, destaca.
Por último, Mariela señala que con su actual novio la charla se dio de forma fluida: “Creo que empezamos a hablar de lo que estábamos haciendo y después enganchamos con otros temas. Por suerte, nunca se le ocurrió escribirme cosas del tipo ‘¿cómo estás, bombón?’ Eso lo hubiera eliminado en el acto”.
Su novio Julián cuenta a Revista Domingo que, al igual que ella, tuvo otras experiencias en Tinder, aunque no siempre buenas. Empezó a usar la aplicación en épocas en las que se compraba papel higiénico de forma desmedida (¿?) y un helicóptero volaba diciéndole a la gente que se metiera en sus casas. Lo hizo a sugerencia de un amigo. “No andaba muy bien, no solo por la pandemia, sino por otras cosas. No tenía ni idea de cómo funcionaba. Un día, sin querer, hice match (dar “me gusta”) a una mujer bastante mayor que yo, quien al final me explicó cómo funcionaba la app. Con algunas chateé o nos wasapeamos. Salí con tres personas y fueron experiencias totalmente diferentes. Una era una muchacha con la que quedó todo bien. La segunda medio que se superpuso con la primera. Y la tercera me trajo bastantes complicaciones a nivel familiar, era una mujer de carácter bastante fuerte (como yo). Estuve al borde de hacer una denuncia por acoso, nunca me había pasado algo así. Tuve que bloquear sus llamadas, me escribía por mail, por Instagram, por Messenger, apareció en la puerta de mi casa (yo vivo en un edificio de difícil acceso). Hoy estoy felizmente en pareja y ya no uso más Tinder”, destaca. Julián agrega que se fijaba en cómo escribe la gente (aunque admite que él también lo hace con faltas) para tener una “pista” del nivel de la persona con la que estaba tratando. “Después, por cómo se dan las conversaciones, te das cuenta si compartís intereses”, añade.
Virtualidad por partida doble
Sergio es publicista, tiene 34 años y es usuario de Tinder prácticamente desde que la aplicación llegó al mercado. También ha utilizado otras dating apps como Happn y Bumble. En su caso, vivió la virtualidad en pandemia -al menos durante los primeros meses- por partida doble. No solo utilizaba las aplicaciones de citas, sino que además las concretaba por Zoom.
“Al principio, cuando estábamos todos recontra paranoicos, las cosas eran medio bizarras, porque en vez de salir, tenías citas virtuales con alguien a quien ni siquiera conocías. Había ‘piques’ para romper el hielo: charlabas de la vida, jugabas un tutti frutti con alguna categoría más ‘picante’… A veces tenía dos o tres citas por Zoom al día, o telellamadas, con personas que no conocía”, explica.
El publicista dice que con el correr de los meses, en junio o julio de 2020, no concurría a boliches porque estaban cerrados, pero iba a la casa de la otra persona o ella visitaba la suya. “Antes, cuando no había vacunas y venían las noticias de España o de Italia donde se estaba muriendo todo el mundo, eso era imposible. Después de la paranoia y del fin del Zoom para las citas, la gente se jugaba más e iba a la casas de las personas”, sostiene.
Sergio ha tenido distintos tipos de relaciones a partir del uso de las aplicaciones. Y ahora no las usa porque -asegura- se encuentra formalmente en pareja: “Empecé a usar a usar Tinder prácticamente desde el momento en el que arrancó y se hizo popular. Es recontra útil. Después se empezaron a generar más apps como Happn y Bumble y se amplió el espectro. Es muy cómodo conocer gente ahí. Obviamente es para el primer approach, después pasás a Instagram y ahí evaluás otras cosas, hasta que terminas saliendo. Es para distintos tipos de relación: únicamente sexuales, para ser amigovios y para otro tipo de vínculos más formales”.
“Yo ya venía usando Tinder desde antes de la pandemia, en mi caso lo que cambió fue cuando matcheabas con alguien. Cuando vino el coronavirus, se amplió la cantidad de gente que usaba la aplicación. Y todo el mundo pone cuatro o cinco fotos personales que le gustan, obviamente. Entonces, se empezó a pedir el contacto de Instagram para ver más de la persona. Incluso creo que algunas mujeres te piden el Instagram por un tema de tranquilidad y seguridad, para ver que no sos ‘peligroso’. Otras veces te lo piden para ver que no estás de trampa, que no tenés novia. Hoy es raro que una persona a la que conocés por Tinder vaya a tu casa sin pasar previamente por un bar, a tomar o a comer algo”, agrega.
Cuando se le pregunta a Sergio si tiene alguna anécdota curiosa que le haya pasado como usuario de las dating apps, recuerda que una vez matcheó con una chica que le gustaba y que ella se puso a hablar con él. Pero en determinado momento, la joven le confesó que estaba comunicándose desde el perfil de su amiga. Cuando la verdadera dueña del celular vio las fotos de perfil de Sergio y la conversación que había mantenido con su amiga, terminó saliendo con él.
Famosos tras el match
Muchos famosos han confesado usar Tinder, incluso teniendo altos niveles de exposición pública, como Jay Mammón. Otra celebridad de la vecina orilla que encontró el amor con la aplicación de citas es Pepe Cibrián. El mes pasado y tras una relación de cuatro meses, el director teatral se comprometió con su novio Nahuel Lodi.
También del otro lado del charco, Tinder le cerró la cuenta a Anamá Ferreira por pensar que era falsa. La exmodelo quería encontrar el amor, pero fue censurada: “Me dejaron soltera”, bromeó. Es que a la hora de concretar una cita, la popularidad puede jugar en contra, como le ocurrió al actor Zac Efron, quien pese a tener 54,2 millones de seguidores en Instagram, admitió haber fracasado con el Cupido digital: como era de esperarse, la mayoría de las usuarias creyó que el suyo era un perfil falso. Una historia de amor famosa es la de la actriz y exnovia de Ben Affleck, Ana de Armas, quien dio a conocer una nueva relación con Paul Boukadakis, el mismísimo vicepresidente de Tinder ¡Pavada de Match!