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Crear a puerta cerrada: la reacción de los artistas al distanciamiento social

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Socio sacó una versión especial de la canción Fénix. Foto: Gastón Techera

DE PORTADA

Músicos, artistas visuales y del teatro cuentan a Revista Domingo cómo sobrellevan el aislamiento social, lo que los mueve y a lo que temen.

Hay más tiempo, dicen las personas en las redes sociales, en las notas de prensa, por doquier. Para algunos parece que hay más horas en el día, ¿pero a quién le juega a favor el tiempo obligado? El silencio, además, nunca fue tan factible como ahora. Los sonidos salen, algunos, de las ventanas y pocos de la calle desnuda, la mayoría de una tecnología que está a un botón o un clic de silenciarse. Si se quiere, hay tiempo y silencio: un combo que parece perfecto para la mente que crea, para el arte y la inspiración extraordinaria. Pero ante ese dúo que se sirve en bandeja, también hay temor, incertidumbres, ausencias que se sienten. 

La pandemia trajo esa pausa en la vida exterior, en las aglomeraciones, en los escenarios reales, en los ensayos, en los estudios, en deambular para buscar historias. En ese paréntesis falta, también, la risa de la audiencia, las luces que encandilan y asfixian en la escena. Falta el suspiro y la lágrima en el ojo del que se conmueve con una canción, o el balbuceo tímido del que se sabe la letra, o la fuerza del que la canta a gritos. Falta la mirada incrédula o fascinada del que mira un cuadro y el brindis por el ingenio del artista que expresa otra mirada del mundo.

Crear en tiempos de pandemia parece fácil, está servido, ¿pero qué pasa en realidad con los que crean? ¿Cuánto inspira el encierro obligado? ¿A qué temen? ¿Cómo sobreviven los artistas?

“A mí, en el ombligo más absoluto de lo personal, todavía no me hace nada”. Dice Marianella Morena, la directora y dramaturga uruguaya, que el encierro —el estar con ella misma— le es normal. El aislamiento creativo está en su esencia y encontró una herramienta con la que transmitir el teatro que lleva adentro.

Virtualidad

Formas no tan nuevas

Para el artista visual Javier Abreu el arte digital y virtual es una forma ya conocida. Su obra (y alter ego) El Empleado del Mes cobró vida hace mucho y vive la mayor parte del tiempo en Twitter, donde se comporta como un hater que opina sobre todo tema de actualidad por el que se le de la gana. Aunque El Empleado ya estaba en Instagram, esta nueva situación de aislamiento social llevó a Javier Abreu a repensar esa red social donde todo, parece, es siempre más feliz que en Twitter.

Desde que en Uruguay se comenzó con la emergencia sanitaria y la exhortación a la población a quedarse en sus casas, El Empleado del Mes muestra cómo su día a día se ha modificado, publicando lo que sería el “lado B” de la cuarentena voluntaria.

“Son tiempos donde las salas de exposiciones están cerradas y la performance callejera (que tanto me gusta) tampoco es recomendada”, escribe Abreu, y agrega: “Mis Instagram Stories de alguna manera funcionan como performances intramuros. Pero muy lejos de la ostentación tan habitual de esta red social, nada de fiestas, fotos al borde de la piscina y ni hablar de vacaciones. Son publicaciones (a modo sentencias del arte conceptual de los 60s) que El Empleado del Mes sube a la noche desde su trabajo (más específicamente desde el baño de su trabajo, para que el jefe no lo vea). Siempre #Fritando porque la economía no se puede parar”.

Aunque para él se dio como algo bastante natural en su proceso de trabajo, considera que todo el sistema del arte deberá reconfigurarse y tomar esta situación extrema para entenderse con las herramientas digitales.

Dentro de la escena artística, los músicos también tuvieron que replegar sus armas digitales para no alejarse del todo de su audiencia. Anita Valiente, Charrúa de Oro y figura del folclore uruguayo, se unió a otros colegas para incentivar la música uruguaya con el Festival Uruguay en Casa, que ya tuvo su primera edición y prepara la segunda. “El primero fueron seis días seguidos con picos de 4.000 personas mirando”. Dice Anita que esta crisis la afecta, que en su economía es un cien por ciento y que, por suerte ,tenía unos ahorros, pero que este festival se convirtió en un refugio. “Al menos seguís en contacto con la gente”.

“Extraño algunas circunstancias que hacen que exista el otro”. Extraña los ensayos y el error del otro. Lo que le da lo colectivo vivo, la dinámica del encuentro en un intercambio tridimensional. Lo virtual, dice, es plano y falso. “Falta la mirada, la espesura del espacio. Un montón de cosas que nos definen como personas y seres culturales, civilizados”.

A Juan Burgos, que pasa meses inmerso en collages minuciosos en el taller de su casa, la ausencia del otro no le preocupa tanto. Incluso estos días le han dado mayor ritmo en su capacidad de trabajo. Psicológicamente le asusta un poco más que el encierro no es verdaderamente voluntario. Pero su arte lo salva, lo mantiene exento de la sobreconexión y la sobrecarga de información que de otro modo lo abrumaría.

Juan Burgos con su obra La Marca
Juan Burgos con su obra La Marca

Su verdadero diálogo es con la obra que han creado los otros y que él retoma para reinterpretar en sus collages. Parece que el Apocalipsis que suele gobernar su obra fuera una cierta premonición a lo que sucede ahora. “El último collage que terminé se llama La Marca. Para eso saqué un personaje de unos murales de Diego Rivera, donde hay un español poniéndole una marca a un nativo mexicano. Reinterpreté un poco esa situación y hablo del control que están teniendo ahora los gobiernos sobre poblaciones, de las situaciones más autoritarias que pueden nacer de esta crisis, donde unos tratan a otros como si fueran ganado”. Desde el arte se genera testimonio, pero también se hacen las preguntas que increpan y que, muchas veces y de otro modo, el miedo bloquea.

Hay creadores que no son del silencio ni de la soledad intravenosa. Leonor Courtoisie es actriz, escritora y editora a la cabeza de Salvadora Editora; y extraña el ruido. Necesita el movimiento porque, dice, no es “una escritora de escritorio”. Le faltan la calle, la gente, el murmullo, las escenas por fuera del hogar, el tránsito, los encuentros que van más allá de la quietud o de una silla y una mesa. Lo que sí le ha dado el confinamiento es una capacidad asombrosa para aclarar recuerdos. “Había situaciones de mi vida sobre las que tenía ganas de escribir, pero no me aparecían tan concretas o tan claras. Ahora vuelven con trazos más lúcidos, más detalles, en los sueños, cuando despierto”.

Crear para sobrevivir

Y parece que el arte se ha convertido en una especie de salvavidas. No es la solución para que la vida vuelva a su tierra firme, pero es un resguardo donde al menos la angustia se consuela y la quietud desmedida se vuelve un poco más amena. Hay vivos por todos lados: teatro grabado, recitales desde sillones, conversaciones entre artistas a cada rato, hay pintores subastando sus obras para colaborar de alguna manera con la crisis.

Venden obras para colaborar con la emergencia del país

Martín Serrats es tatuador, estudiante de Bellas Artes y desde un tiempo colecciona obras en su casa. Cuando apareció el primer caso de coronavirus en Uruguay, primero atinó a cerrar el local y encerrarse en su casa para protegerse él y a los suyos. Pero no podía dormir. Entonces buscó la manera de sentirse útil. Ahora subasta en su Facebook obra propia y la de más artistas que le han donado para recaudar y colaborar con merenderos y ollas populares.

En Instagram hay otra iniciativa: en la cuenta Arte Solidario pintores y escultores venden sus obras para recolectar dinero para el Sinae. La comunicadora y pintora Victoria Rodríguez fue una de las que participó. El arte es su propio refugio catártico, y aunque en estos días le cuesta más concentrarse, sigue recurriendo a él. “Siento que hoy más que una cuestión de solidaridad, se trata de una responsabilidad social, un deber moral, poner al servicio del prójimo todo cuanto podamos ofrecer. En mi caso, entre otras cosas, puedo colaborar desde el arte. Me pareció una excelente propuesta. La donación del total es para el Sinae”.

“De repente la música no te cambia la vida, pero te la mejora por un ratito”, responde Fede Lima. En su caso es de los que escucha canciones todo el día, pero hoy, dice, cambia, “por lo menos por un rato te hace sentirte bien, hasta que esto pase”. Por estos días se lo ha visto a Lima y sus colegas de Socio —Checo Anselmi, Gera González, Sebo Delgado y Santiago Juan—tocando cada uno desde su casa, pero juntos en la pantalla para una versión especial que grabaron del tema Fénix (está en redes y YouTube). El 2020 era para ellos el año de retomar fuerza con la banda y no quisieron que los frenara el corte abrupto que trajo marzo.

Socio
Fénix, versión a distancia

Los Socio están usando el tiempo extra para terminar temas del disco nuevo y probar modalidades de trabajo que no los aleje tanto. Más que en la videollamada, el encuentro de la banda se ha dado en un programa de grabación y edición de sonido que va pasando por la computadora de cada uno hasta que logran algo prolijo, que los convence. “Lo que pusimos como regla para Fénix fue que no podíamos cortar ni la grabación ni la filmación, teníamos que tocar el tema de una sin equivocarnos, para darle algo de la magia de un toque en vivo, un poco de riesgo”. Lo demás es trabajar a futuro, y ahora tienen una herramienta para usar a distancia incluso en una cotidianidad libre de coronavirus.

“Mientras tanto, la función social del colectivo artístico es requerida para exhortar a la gente a quedarnos en nuestras casas. Yo, desde el 13 de marzo, estoy en cuarentena total, y haciendo lives de Facebook, y comunicándome con mi gente. También por un tema de catarsis, de necesidad personal y de ellos, pero es algo que no se cuánto puede continuar en el tiempo”. A Jorge Nasser lo salva un poco el contacto con la gente a través de las redes. Poesía en streaming, un Festival del Olimar virtual, canciones que va tocando porque sí y que son reproducidas por unos miles. Pero se preocupa: para junio preparaba la vuelta de Níquel en el Sodre, y ya no sabe qué pasará ni en ese futuro tan inmediato. Junio parecía lejos, pero ya no.

Teatro en casa, Marianella Morena

Teatro en Casa, de Marianella Morena por Noelia Campo

“Uno sabe que afuera hay un mundo, pero ahora no se puede usar. Ahora el mundo somos nosotros”. Es un fragmento de Conductas de cuarentena, un texto que Morena escribió en las semanas posteriores a los primeros casos de coronavirus en Uruguay, cuando el gobierno declaró emergencia sanitaria y cuando, dice, el cuerpo pasó a perder toda su humanidad. Desde hace tres semanas actrices y una bailarina lo han interpretado a su manera y bajo la dirección de Morena por correspondencia virtual. Se pueden ver en el Instagram y la cuenta de YouTube Teatro en Casa. Más intérpretes -de Uruguay, España, Perú y Japón- están trabajando con el texto y los videos y se irán publicando una vez que estén prontos.

Hacer esto se convirtió en su forma de demostrar que reaccionar es posible. “Siento que está muy monotemática la información, casi autoritaria. Es la salud y la economía, y cuando hablás de salud no estás hablando de la emocional con todo lo que significa, con los impactos financieros, afectivos. Y ahí aparece el rol del artista como un puente social que genera vínculos de las maneras y de las formas y de los lenguajes que sean”.

¿Quién salva al arte?

También está latente eso que asusta al trabajador del rubro que sea: cómo llegar a fin de mes. “Nosotros tenemos compañeros de la banda que solo viven de tocar”, dice Lima, “algunos tuvieron parate y son padres también. Lo que nos queda es ayudarnos entre nosotros; tenemos un fondo común que suele ser para la banda, pero que en este momento está a disposición para la vida de los integrantes”.

Para el artista independiente no hay seguro de paro, no hay respaldo económico, se vive de lo que se produce y si no hay dónde ofrecerlo, dónde cobrar una entrada, es difícil que se gane algo. Está la movida #SuenaUruguay, que busca impulsar las reproducciones de música uruguaya para que al menos el derecho de autor les dé algo. Pero qué pasa, se pregunta Nasser, con todos los demás, con los de las luces, los sonidistas, todos esos técnicos que están siempre y que ahora no tienen escenario. “Alguien va a tener que hacer algo por nosotros también, porque nos domina una gran incertidumbre”.

A Courtoisie —que con Salvadora Editora lleva adelante el ciclo de teatro leído Leernos para no aislarnos en los vivos de Instagram— la contradice, por ejemplo, la ensoñación que hay con el artista haciendo este mundo de pánicos uno un poco más apacible, mientras a la vez su propia realidad se va cayendo por la falta de trabajo. Qué pasa con las obras de teatro que nacen y no tienen una platea que las reciban o actores que puedan interpretar más allá que en sus hogares.

“El primer impacto es la precariedad de tu vida”, dice Morena, que pasó de un estado de euforia causado por un montón de proyectos a la nada. “Fue raro sentir eso en el cuerpo, porque tengo una fragilidad enorme”. Pero entonces aparece una ventaja a la que se aferra con ahínco: está acostumbrada a pensar desde el no tener dinero. Esa capacidad, cuenta, viene de la mano de otra para la que el artista está aceitado y que, cree, debería impartirse en cualquier formación: la creatividad. “Hay que ser personas creativas para saber reaccionar ante una crisis”.

Y así, mientras, esperar que vuelva el arte cara a cara, la presencia física del otro que, pueden probarlo los balcones de todo el mundo, hacen falta.

Por el mercado editorial

“Un actor se queda sin actuar. Un músico sin tocar. Un escritor se queda sin poder vender su libro en librerías porque está todo cerrado”, dice Martín Fernández, de HUM/ Estuario. Para contrarrestar el efecto de menos librerías, tienen su delivery de libros. Pero en el debate de si esta cuarentena voluntaria traerá nuevos lectores, Fernández no es tan optimista.

Leonor Courtoisie esperaba al 19 de marzo para publicar su libro y sacarlo a las calles. No sucedió. Asimismo, la semana pasada decidió, junto con la editorial Pez en el Hielo, que igual valía la pena sacarlo a la vida, que era muy triste saber que había unos cuantos ejemplares durmiendo en alguna habitación. Desde el martes está disponible Todas esas cosas siguen vivas y se puede pedir directamente por el delivery de la editorial. A Courtoisie le resulta interesante que algo que en otro momento puede parecer una desventaja (no trabajar con distribuidoras, por ejemplo), ahora les da herramientas para poder seguir vendiendo libros.

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