NOMBRES

"Y sigo siendo el mismo, cambió mi reflejo / Nuevo, pero me siento uno de los viejo’”. A sus 26 años Benito Antonio Martínez Ocasio dice —o al menos lo canta en su 25/8— que sigue siendo el mismo. Ni la fama ni la música ni los millones de dólares lo han alejado de aquel niño que escuchaba Ricky Martin en la radio del auto de su madre o del adolescente que ya soñaba con cantar o del muchacho que cantaba por las noches y de día reponía mercadería en un supermercado.

“Tengo lo mío sin tener que aparentar / Siempre ando con lo’ mismo’, arrebatao’ / Ahora siempre es Louis Vuitton, pero nunca vo’ a cambiar”. Los últimos 15 días de Benito Antonio Martínez Ocasio lo han puesto en la cima o en una especie de cúspide distinta a la que ya había alcanzado cuando se convirtió en Bad Bunny, el trapero de éxito.

El premio Billboard a mejor artista latino que se le dio el miércoles a la noche en Los Ángeles dice algo de esa posición. Aunque ha estado nominado a premios con mayor proyección internacional como las ediciones latina y estadounidense de los Grammy, es la tercera vez que se va a casa con una estatuilla (la primera fue en los Latin American Music Awards, la otra en los MTV). Para cinco años de carrera puede parecer suficiente, pero para la vorágine con la que corren los artistas latinos en los tiempos actuales, se siente como casi nada.

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Eso no ha menguado (en absoluto) que Bad Bunny, el puertorriqueño, se haya posicionado e infiltrado en el inconsciente popular latino, en el tarareo, en la repetición de versos que se pegan como chicle.

Y Bad Bunny se convirtió, adrede o no, en referente de la música urbana de estas latitudes y de alguna otra.

Pero el premio no es lo único que importa, porque simbólicamente tal vez su conquista se mida mucho más en la portada de la revista del The New York Times: un primerísimo primer plano al bigote largo, el aro y el piercing brillante en la nariz, el ceño fruncido, las cejas pobladas, los ojos oscuros. El chico de campo que salió de Puerto Rico con su voz alzada y proyectada en uno de los medios que seguro descansa en la mesa ratona o el despacho de la élite estadounidense.

El primerísimo primer plano también se percibe en la palabra, en el diálogo donde esa humildad medida de la que habla en sus canciones se mancha con la especie de alabanza que le imparten sus hombres, amigos, secuaces, colaboradores, empleados, managers y con frases como: “Si no fuera por mí el género sería tan monótono”.

“Tal vez sea así. Pero ha podido aprovechar un panorama pop mucho más hospitalario que el que recorrieron sus predecesores, cuando el género era descartado como música de barrio”, escribe la cronista de NYT Magazine inmediatamente.

Pero Bad Bunny se toma las libertades que quiere. En su último disco, Las que no iban a salir (2020), las canciones son básicamente una demostración de que canta con todos los que supieron ser sus referentes: Canción con Yandel, Bad con Nicky, Pa’ romperla (esta última con Nicky Jam). Jugando con esa intertextualidad que ya se hizo costumbre en la música comercial latina.

Bad Bunny ha logrado tanto derecho a decir que, a pesar de los argumentos en contra que la música urbana recibe desde el feminismo, dedicó una canción al perreo libre de las mujeres. En su momento fueron variadas las posiciones del movimiento respecto a Yo perreo sola. Por un lado, quienes pensaron que, al menos, el discurso de Bad Bunny llega a donde otras voces muchas veces no. Por otro, como escribieron en la revista uruguaya Harta, que “no es la primera vez que los varones, en nombre del feminismo, nos pasan por arriba. Lo que queremos es tener voz, no que ellos hablen por nosotras”.

Pero Bad Bunny efectivamente pasó por arriba la polémica y no solo la reivindicó con un remix, sino que de pie, con su traje negro repleto de brillos, mientras levantaba en su mano el dorado Billboard a Top Latin Artist el miércoles pasado, dijo: “Este premio se lo quiero dedicar a todas las mujeres del mundo entero, especialmente a las latinas. Sin ustedes no existiría nada, nada, ni la música ni el reguetón”. Los anfitriones de la fiesta eran yanquis, pero él no pronunció más de dos frases por fuera de su español caribeño.

En menos de cinco años Bad Bunny hizo lo que quiso. Conquistó el reguetón y el trap tanto así que se convirtió en un líder. Y, de a poco, entre medios y escenarios, va conquistando el mundo, pero (y lo defiende siempre) desde su Puerto Rico, donde nació, creció y está construyendo su primera mansión.

2016

Todo empezó con "Diles"

La canción Diles fue el puntapié a la fama. Hasta entonces era empleado en un supermercado y cantaba en sus libres. Luego vino el rémix con Ozuna y Farruko.

2018

"X 100pre", el disco de 2018

Fue su primer disco de estudio, en 2018. Dos años después de que su carrera comenzara a despegar, luego de un año de numerosos sencillos y colaboraciones.

2020

Dos años más tarde

Después de dos años sin disco en solitario (Oasis con J Balvin) salió YHLQMDLG, una sigla para Yo hago lo que me da la gana. Su alcance fue alto desde el principio.

2020

"Las que no iban a salir"

Dos meses después de YHLQMDLG, en plena pandemia y por sorpresa, Bad Bunny lanzó su tercer disco de temas inéditos. Colaboraron Wisin, Don Omar, entre otros.