Cuando Kafka se sentaba a escribir, qué pasaba por su cabeza: ensayo del filósofo Rüdiger Safranski

Kafka, de Rüdiger Safranski.
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Porque el filósofo alemán introduce al lector, con un lenguaje claro, accesible, a su universo, aunque sabemos que Kafka exige una lectura atenta. Sus textos pegan en la boca del estómago; en uno de ellos se definió a sí mismo de forma radical: “Estoy hecho de literatura; no soy otra cosa”, le escribe en 1913 a su pobre prometida Felice Bauer. (Tusquets)

Va un adelanto del libro:
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El 14 de agosto de 1913, Franz Kafka escribe a su prometida Felice Bauer: “No es que yo posea algún interés por la literatura, sino que estoy hecho de literatura; no soy nada más, ni puedo ser nada más”. Con ello pretende advertir a Felice de que la escritura no es para él ninguna floritura, ni tampoco una compensación para las cargas y tensiones en su vida profesional. No está interesado por la literatura, él es literatura, de cabo a rabo. Quiere que Felice entienda esto por fin, pues de lo contrario ella podría aferrarse a alguien que no existe. De sí mismo piensa que lo vivo de su existencia se halla tan solo presente en la escritura y que el resto es un “cadáver”. Como parábola de su unión con la literatura, le cuenta la historia de un exorcismo:

Un clérigo tenía una voz tan bella y melosa que oírla proporcionaba el mayor de los placeres. Cuando otro clérigo oyó un buen día esa dulzura, dijo que aquella no era la voz de un ser humano sino la del diablo. En presencia de todos los admiradores conjuró al demonio, que acabó saliendo de aquel cuerpo. Acto seguido el cadáver [...] se desplomó y comenzó a apestar.

Lo que no le expresa con tanta claridad a Felice, pero que sí anotará en su diario, es la pura y simple constatación de que no le encuentra ningún estímulo a una vida más allá de la literatura, que le hastía todo lo que no tiene que ver con la escritura.

(de Kafka, por Rüdiger Safranski)