Redacción El País
Perder el apetito durante una gripe o infección es algo común: el cuerpo, ocupado en combatir la enfermedad, reduce el deseo de comer. Pero lo curioso es que, al recuperarse, muchas personas notan justo lo contrario de lo que esperarían: un aumento en el peso corporal.
Un estudio publicado en la revista Metabolism explica este fenómeno y aclara que la relación entre enfermedad y peso no siempre responde al simple equilibrio entre lo que se come y lo que se gasta. Las enfermedades agudas suelen ir acompañadas de procesos inflamatorios que alteran el funcionamiento metabólico. El organismo tiende a retener líquidos y sodio, lo que puede generar un aumento temporal de entre uno y dos kilos en pocos días, especialmente visible en pies, piernas o abdomen.
Esa retención no implica un incremento de grasa corporal, sino una respuesta fisiológica al proceso de recuperación. Por el contrario, cuando sí se gana grasa, suele deberse a factores más sostenidos: una menor movilidad, cambios en la dieta o el uso de ciertos medicamentos.
El estudio señala además que la respuesta del cuerpo ante la restricción calórica —es decir, comer menos— no es igual en todos los casos. El efecto y el beneficio de reducir calorías dependen tanto del tipo de infección como del estado metabólico de la persona, puntualiza el informe. Por eso, los especialistas recomiendan que las pautas nutricionales durante una enfermedad se adapten a cada paciente y no se apliquen de forma general.
Los expertos también destacan que el aumento de peso durante la recuperación puede estar relacionado con la enfermedad de base o con los fármacos recetados. Algunos tratamientos, por ejemplo los corticoides, favorecen la retención de líquidos o alteran el metabolismo de las grasas. Por eso, identificar la causa exacta del cambio de peso resulta clave para evitar complicaciones.
Aunque en la mayoría de los casos se trata de un fenómeno pasajero, hay ciertos síntomas que conviene no pasar por alto. Los especialistas recomiendan acudir al médico si se presenta alguno de los siguientes signos:
- Aumento de más de dos kilos en una semana sin causa aparente.
- Hinchazón persistente en manos, pies o abdomen.
- Dificultad para respirar o sensación de fatiga intensa.
Durante el proceso de sanación, el cuerpo necesita energía y nutrientes para reparar tejidos y fortalecer el sistema inmunológico. Por eso, los investigadores remarcan que las necesidades metabólicas aumentan: se requiere más glucosa, ácidos grasos y aminoácidos para sostener las defensas.
Para acompañar este proceso de forma saludable, aconsejan llevar un registro diario del peso para detectar variaciones bruscas, consultar con un nutricionista sobre el plan alimenticio adecuado, mantener una dieta equilibrada e incorporar actividad física adaptada al nivel de energía y estado general.
Un pequeño aumento de peso después de una enfermedad no siempre es motivo de alarma. Puede ser simplemente una señal de que el cuerpo está readaptándose y recuperando su equilibrio interno. La clave está en observar, acompañar el proceso con buenos hábitos y pedir orientación médica cuando algo se sale de lo habitual.
En base a El Tiempo/GDA
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