Menopausia y genética: cómo tu ADN influye en tu metabolismo, hormonas y resultados de la dieta

Cada cuerpo responde distinto a la alimentación en la menopausia. Conocer tu genética permite diseñar estrategias efectivas y personalizadas para cuidar tu salud y bienestar.

Mujer comiendo ensalada
Mujer comiendo ensalada
Foto: Freepik

Seguro te pasó: probaste todas las dietas “milagro”, seguiste al pie de la letra consejos de amigas, influencers o incluso de profesionales y sin embargo tu cuerpo en la menopausia parece haber firmado un pacto secreto con el caos metabólico. No importa lo que hagas, los resultados no son los mismos que a los 30. Y no es que tengas mala voluntad, es que tus genes y hormonas están jugando en otra liga.

En la perimenopausia y menopausia, el impacto hormonal se mete en todo: masa muscular, metabolismo, grasa abdominal, energía, sueño y hasta en la forma en que asimilás los nutrientes. El cuerpo cambia las reglas del juego. Lo que antes funcionaba, deja de funcionar porque tu cuerpo ya no responde igual a los mismos estímulos.

La genética determina cosas tan básicas como: cómo metabolizás las grasas, qué tan eficiente sos procesando carbohidratos, qué vitaminas necesitás con más urgencia, cómo responde tu inflamación silenciosa. ¿La traducción? Dos mujeres pueden comer lo mismo y obtener resultados opuestos. Y no es mala suerte, son los genes marcando la cancha.

Falsedades

Los mitos que todavía nos persiguen. En cada charla, escucho frases como:

-“Con voluntad todo se puede”. ¿Ah sí? Probá convencer a tus genes con un discurso motivacional.

-“Después de los 40 ya está, todo empeora” ¿En serio? Eso es resignación disfrazada de realidad.

-“Comé menos y movete más”. Sin dudas la simplificación más cruel, como si la biología fuera una planilla de Excel.

Las recetas genéricas que no llevan a ningún lado. La nutrición personalizada es la única capaz de ganarle a esos clichés.

Las dietas de moda, como keto, detox o ayunos extremos, prometen mucho, pero pocas respetan la individualidad genética.

No todo lo que entra se procesa igual en cada cuerpo. Contar calorías como si fueran estampitas no sirve de nada.

Es inútil copiar la dieta de tu amiga que “le funcionó bárbaro”, tu ADN no es el de ella. Esos caminos llevan directo a la frustración. Y con eso ya sabés: atracón de helado, enojo con el espejo y ganas de quemar la balanza.

Luciana Lasus
Luciana Lasus

Estudio

Un test nutrigenético analiza cómo tus variantes genéticas influyen en la manera en que tu cuerpo procesa nutrientes, responde a ciertos alimentos y gestiona el metabolismo. Es como tener un mapa interno que te muestra si tenés predisposición a la resistencia a la insulina, si tu cuerpo pide más omega-3 para frenar inflamación, si sos más propensa a déficit de vitamina D o B12, si tu capacidad de desintoxicación hepática es lenta.

¿El cambio? No es hacer magia, sino dejar de caminar a ciegas. El poder de este tipo de test no está en darte un menú rígido, sino en mostrarte la brújula genética que ayuda a elegir estrategias más efectivas. Deja de ser un juego de prueba y error y pasá a ser un camino diseñado para tu biología única.

Tu cuerpo no te sabotea, te habla. No te resignes a “es lo que toca”, aprendé a leer el idioma que tu cuerpo habla en la menopausia. El test nutrigenético puede ser ese traductor que estabas necesitando.

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