La de los millennials es la primera generación con más probabilidades de desarrollar cáncer que la de sus padres; ¿Por qué?

En este artículo se exponen las tres principales razones por la que el cáncer afecta a los millennials en mayor proporción que a la generación que la antecedió.

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Foto: Pexels.

Lydia Horndler - The Conversation
Si estás leyendo esto, hay una buena probabilidad de que tú, al igual que yo, seas de la generación millennial. Si es así, probablemente ya hayas notado una cantidad creciente de amigos o conocidos con enfermedades que normalmente asociamos con la edad adulta avanzada: hipertensión, diabetes tipo 2 o, quizás, incluso aquella que todos tememos mencionar: cáncer.

Los millennials –personas nacidas entre 1981 y 1996– son la primera generación con mayor riesgo de desarrollar tumores que sus padres. Entre 1990 y 2019, los casos de cáncer de inicio precoz en personas menores de 50 años aumentaron un 79% en todo el mundo, y la mortalidad, un 28%.

La verdad es que alrededor del 80% de los cánceres son "esporádicos", lo que significa que no son causados por mutaciones hereditarias, sino por factores externos que dañan el ADN con el tiempo. Esto incluye lo que comemos y respiramos, así como nuestro nivel de actividad física, descanso, estrés y exposición a sustancias nocivas.

En otras palabras, lo que más marca la diferencia son los factores de estilo de vida que nos rodean todos los días, y no la genética que heredamos. Y sabemos que el estilo de vida de nuestros padres y abuelos era muy diferente al nuestro.

El efecto de la alimentación en el cuerpo

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Al menos ahí hay algo de verduras, ¿no?
Foto: Freepik.

Uno de los principales factores detrás de esta "nueva epidemia" es la alimentación. La obesidad infantil comenzó a dispararse en los años 80. En 2022, más de 390 millones de niños y adolescentes entre 5 y 19 años tenían sobrepeso –160 millones de ellos eran obesos, según la OMS.

Esta condición no es solo una cuestión estética: está asociada a la resistencia a la insulina, la inflamación crónica de bajo grado y alteraciones hormonales que aumentan el riesgo de desarrollar cáncer colorrectal, de mama o de endometrio.

Lo más importante es que los efectos de la obesidad infantil no desaparecen con la edad. De acuerdo con la Colon Cancer Foundation, un metaanálisis con más de 4,7 millones de personas mostró que aquellas con un índice de masa corporal (IMC) alto en la infancia tenían un mayor riesgo de cáncer colorrectal en la edad adulta: un 39% mayor en hombres y un 19% mayor en mujeres, en comparación con quienes tenían un IMC saludable en la infancia.

Los cambios en la alimentación también han alterado nuestra microbiota intestinal. Se ha demostrado que las dietas ricas en ultraprocesados reducen la diversidad bacteriana y aumentan la proporción de cepas que producen metabolitos proinflamatorios.

Esto contribuye a enfermedades gastrointestinales como el síndrome del intestino irritable o el SIBO (sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado), que a menudo parecen ser endémicos entre los millennials –pregunta a un grupo de personas de unos treinta años cuáles sufren de problemas gastrointestinales y verás que pocas manos se quedan sin levantar.

Los efectos invisibles del alcohol

Consumo de alcohol. Foto: AFP.
Foto: AFP.

El segundo gran culpable es el alcohol, ya que los encuentros de millennials suelen girar en torno a mesas llenas de comida y bebida. Durante años se pensó que una copa de vino podía "proteger" de alguna manera, pero hoy sabemos que no existe un nivel seguro de consumo de alcohol: la Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer lo clasifica como carcinógeno del Grupo 1, al mismo nivel que el tabaco. Esto se debe a que el cuerpo convierte el etanol en acetaldehído, un compuesto que daña el ADN.

Además, los patrones de consumo difieren entre generaciones. Mientras los baby boomers (nacidos entre 1946 y 1964) beben más en el día a día, los millennials tienden a beber con menos frecuencia, pero a practicar más el binge drinking (consumo excesivo en una sola ocasión), lo que conlleva riesgos significativos. Así lo confirma la encuesta EDADES 2024 del Ministerio de Salud de España, que explora los diferentes niveles de riesgo asociados a los comportamientos de cada generación.

Como si fuera poco, un estudio reciente de la revista Environmental Science & Technology descubrió que muchas cervezas contienen sustancias perfluoroalquiladas (PFAS). Estos productos químicos, también conocidos como "químicos eternos", están asociados a tasas más elevadas de cáncer testicular y renal.

Sueño insuficiente

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Persona sentada no puede dormir.
Foto: Archivo.

Dormimos menos y peor que las generaciones anteriores. Investigaciones recientes muestran que los millennials y la generación Z duermen, en promedio, 30 a 45 minutos menos por noche que los baby boomers, debido en gran medida a la exposición nocturna a pantallas y redes sociales. Esta luz artificial interfiere con la liberación de melatonina, una hormona antioxidante que regula el ciclo celular.

La falta crónica de sueño no solo perjudica la reparación del ADN, sino que también reduce los efectos protectores de la melatonina contra el cáncer. Los niveles reducidos de esta hormona están vinculados a una menor capacidad para combatir los daños oxidativos en el ADN y al aumento de la proliferación celular.

Además, los ritmos circadianos desregulados interfieren en la expresión de genes esenciales para la reparación del ADN. Esto hace que las mutaciones se acumulen con el tiempo, aumentando el riesgo de procesos que conducen a la formación de tumores.

El peso del estrés

Estrés
Estrés.
Foto: Pixabay.

Los millennials son probablemente la generación con los niveles más altos de cortisol. Cuando esta "hormona del estrés" permanece elevada durante mucho tiempo, no solo favorece la resistencia a la insulina y la hipertensión, sino que también debilita el sistema inmunológico.

Las investigaciones muestran que el estrés crónico aumenta la inflamación, dificulta que el cuerpo elimine células anormales e incluso puede "despertar" células tumorales dormidas. De hecho, estudios en la población general señalan que las personas con niveles más altos de estrés tienen hasta el doble de probabilidades de morir de cáncer que aquellas que logran manejarlo mejor.

Los riesgos de la automedicación

Por último, las generaciones más jóvenes también recurren a la automedicación más que las anteriores. Esto conlleva nuevos riesgos a corto y largo plazo. El uso frecuente de paracetamol está vinculado al aumento de daños hepáticos y a una posible elevación del riesgo de cáncer de hígado. Los anticonceptivos orales, utilizados durante períodos muy largos debido al retraso de la maternidad, aumentan ligeramente el riesgo de cáncer de mama y de cuello uterino, aunque protegen contra el cáncer de ovario y de endometrio.

Además, el uso prolongado de antiácidos y antibióticos se ha asociado con un mayor riesgo de cáncer digestivo mediante mecanismos indirectos, como la producción de compuestos carcinógenos o la disbiosis intestinal (desequilibrio de la microbiota intestinal).

¿Qué les depara el futuro a los millennials?

Las proyecciones son preocupantes. Se espera que los casos de cáncer aumenten de los cerca de 20 millones registrados en 2022 a casi 35 millones en 2050 –un incremento global de casi el 77%. La tendencia es particularmente marcada en tumores digestivos y ginecológicos, que son cada vez más comunes en adultos jóvenes.

Somos la generación de la inmediatez, la ansiedad y los remedios milagrosos. Pero no todo está perdido, pues podemos tomar el control de muchos de los factores que nos enferman, comenzando hoy. Adoptar hábitos más saludables puede reducir riesgos y mejorar nuestra calidad de vida en un futuro que no está tan lejano como quisiéramos imaginar.

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