Redacción El País
La promesa de una sonrisa más blanca, rápida y sin pasar por el consultorio odontológico llevó a miles de personas a incorporar a su rutina diaria las cremas dentales con carbón activado. Impulsadas por las redes sociales y una fuerte campaña publicitaria, estas pastas se instalaron como una solución “natural” y accesible. Sin embargo, la advertencia de los especialistas es clara: el riesgo para la salud bucal puede ser mucho mayor que el beneficio estético.
El odontólogo Alejandro Hoyos, especialista en estética dental, señala que el auge de estos productos vino acompañado de un aumento notorio de consultas por sensibilidad extrema y deterioro del esmalte. En su práctica cotidiana observa un patrón repetido: pacientes que llegan con dientes más amarillos y con dolor ante cambios de temperatura. En muchos de esos casos, el denominador común es el uso prolongado de cremas con carbón activado.
La preocupación no se basa solo en la experiencia clínica. La evidencia científica también respalda estas alertas. Estudios recientes indican que el carbón activado tiene un poder blanqueador muy limitado si se lo compara con los agentes utilizados en tratamientos profesionales, como los peróxidos de carbamida o de hidrógeno. A esto se suma un dato clave: hasta el momento, ninguna crema dental con carbón activado cuenta con la aprobación de la Asociación Dental Americana (ADA), organismo que certifica la seguridad y eficacia de los productos odontológicos.
Más allá de su escasa efectividad para aclarar el color de los dientes, el principal problema está en su nivel de abrasión. El carbón activado desgasta el esmalte de forma significativa, especialmente cuando se utiliza junto con técnicas de cepillado tradicionales. Este desgaste no solo incrementa la sensibilidad, sino que también puede agravar retracciones de encías y erosiones dentales ya existentes.
En personas con recesión gingival —una condición en la que queda expuesto el tejido del cemento dental— el uso de estas pastas resulta particularmente perjudicial. La exposición aumenta la incomodidad frente a estímulos fríos o calientes y puede desencadenar dolor persistente. A esto se suman otras causas de dolor dental, como las enfermedades periodontales, que también pueden verse agravadas por productos abrasivos.
Otro punto que genera inquietud entre los especialistas es la facilidad con la que estas cremas se consiguen. Se comercializan libremente, sin evaluar si la persona tiene o no condiciones previas que la vuelven más vulnerable al daño. En los pacientes que ya presentan sensibilidad, el primer paso recomendado por los odontólogos suele ser suspender de inmediato el uso del carbón activado y reemplazarlo por un producto específico para su caso.
Pese a las advertencias, la tendencia sigue creciendo. La imagen de resultados rápidos y espectaculares terminó imponiéndose sobre la evidencia científica. Los anuncios prometen sonrisas visiblemente más blancas, pero en la práctica los efectos reales distan mucho de lo que muestran las campañas publicitarias, advierte Hoyos.
Cuando se compara con tratamientos realizados en consultorios, la diferencia es contundente. Los procedimientos profesionales con peróxidos de carbamida o hidrógeno, aplicados bajo protocolos adecuados, ofrecen resultados visibles, controlados y duraderos. El carbón activado, en cambio, aporta un beneficio estético discreto y expone al paciente a un riesgo innecesario.
Existen formas menos agresivas de uso. Según indica el propio Hoyos, el carbón activado podría aplicarse de manera tópica durante unos 20 minutos, sin frotarlo sobre los dientes, con un efecto desmanchante muy leve. Aun así, remarca que para obtener cambios reales en el color dental, siempre es preferible consultar con un profesional.
Para quienes buscan elegir productos de manera informada, el especialista recomienda prestar atención a dos aspectos fundamentales: el tamaño de las partículas de carbón —que no debería superar los 20 micrómetros para evitar daños en el esmalte— y la certificación por parte de organismos como la FDA o la ADA. Estos sellos son los que garantizan que el producto cumple con criterios mínimos de seguridad y eficacia.
En base a El Tiempo/GDA