Redacción El País
Si horas después de comer unas tostadas o un plato de pastas aparecen la hinchazón, los gases, los cólicos o una fatiga difícil de explicar, tu cuerpo podría estar reaccionando al gluten, una proteína presente en el trigo, la cebada y el centeno.
Aunque durante años se asoció la eliminación del gluten con una moda alimentaria, especialistas advierten que muchas personas experimentan síntomas reales tras su consumo, incluso sin contar con un diagnóstico formal.
Según explicó Marilyn Montejo, nutricionista y decana adjunta de la carrera de Nutrición y Dietética de la Universidad Científica del Sur, el gluten puede provocar molestias digestivas y generales en algunas personas.
La docente Clara Núñez, de la Universidad San Ignacio de Loyola, señaló que estos síntomas pueden estar vinculados a distintas condiciones: enfermedad celíaca, alergia al trigo o sensibilidad al gluten no celíaca. “Un paciente puede notar que, cada vez que desayuna pan o come pasta, al cabo de unas horas presenta hinchazón, cólicos y cansancio exagerado”, indicó. Cuando los síntomas desaparecen al retirar el gluten y reaparecen al reintroducirlo, el organismo está enviando una señal clara.
¿Qué se entiende por intolerancia al gluten?
El término “intolerancia al gluten” se utiliza de manera general para describir diferentes trastornos. De acuerdo con el gastroenterólogo Héctor Velarde, de la Clínica Ricardo Palma, las intolerancias alimentarias ocurren cuando el cuerpo no digiere correctamente ciertos alimentos, ya sea por déficit enzimáticos o alteraciones bioquímicas.
La nutricionista Giulianna Saldarriaga, de Clínica Internacional, explicó que bajo esta denominación se agrupan tres cuadros distintos. La enfermedad celíaca es un trastorno autoinmune en el que el gluten daña el intestino delgado e impide la correcta absorción de nutrientes. Su diagnóstico se realiza mediante análisis de sangre y biopsia intestinal.
La sensibilidad al gluten no celíaca presenta síntomas similares —como hinchazón, gases, diarrea, fatiga o dolor de cabeza— pero sin daño intestinal ni marcadores inmunológicos. Se diagnostica por exclusión, observando la respuesta del cuerpo al retirar y reintroducir el gluten.
La alergia al trigo, en cambio, es una reacción inmunológica a las proteínas del trigo y puede provocar urticaria, congestión nasal, dificultad respiratoria o incluso anafilaxia.
Los síntomas pueden aparecer incluso después de años de haber consumido gluten sin inconvenientes.
¿Por qué parecen aumentar los casos?
En las últimas décadas se ha observado un aumento de personas que refieren intolerancia al gluten. Núñez explicó que no está claro si hay más casos reales o si hoy se diagnostican y reportan con mayor frecuencia. Algunos estudios estiman que entre el 5% y el 10% de la población podría presentar sensibilidad al gluten no celíaca.
Entre los factores que podrían influir se encuentran la mayor difusión del tema, cambios en los métodos agrícolas e industriales —como el uso de trigos con mayor contenido de gluten y procesos de panificación rápidos— y el estado de la microbiota intestinal. Cuando existe disbiosis, disminuye la capacidad de ciertas bacterias para descomponer componentes del gluten y reducir su efecto inflamatorio. Además, algunas personas podrían reaccionar no al gluten en sí, sino a los fructanos presentes en el trigo.
Montejo agregó que el consumo elevado de ultraprocesados puede alterar la microbiota, mientras que Saldarriaga advirtió que infecciones intestinales, estrés intenso o cambios hormonales pueden modificar la tolerancia al gluten en cualquier etapa de la vida.
Síntomas que pueden alertar
La intolerancia al gluten puede manifestarse con signos digestivos y extraintestinales. Entre los más frecuentes se encuentran hinchazón, gases, dolor abdominal, diarrea o estreñimiento, náuseas y fatiga persistente. También pueden aparecer dolores de cabeza, confusión mental, mareos, dificultad para concentrarse, dolor muscular o articular, ansiedad, irritabilidad, erupciones cutáneas y anemia por deficiencia de hierro.
En la sensibilidad no celíaca, los síntomas pueden surgir desde 30 minutos hasta varios días después de ingerir gluten, lo que dificulta identificar el alimento desencadenante.
El riesgo de eliminar el gluten sin diagnóstico
Especialistas advierten que retirar el gluten sin supervisión médica puede tener consecuencias. Saldarriaga explicó que esta práctica puede enmascarar una enfermedad celíaca y retrasar su diagnóstico, además de generar deficiencias nutricionales si la dieta no está bien planificada. Núñez subrayó que, en personas sanas, no existen evidencias de que eliminar el gluten mejore la salud o favorezca la pérdida de peso.
Otro error frecuente es asumir que todo producto “sin gluten” es más saludable. Muchos de estos alimentos son ultraprocesados, con más azúcares, grasas o sodio, y menor contenido de proteínas, fibra y micronutrientes que sus versiones tradicionales.
Cómo llevar una dieta sin gluten saludable
Una alimentación libre de gluten puede ser adecuada si está bien diseñada y supervisada por un nutricionista. Según Saldarriaga, debe incluir proteínas de buena calidad, grasas saludables, cereales sin gluten como quinua, arroz integral o maíz, además de abundantes frutas y verduras.
El objetivo, coinciden los expertos, es mantener una dieta variada, equilibrada y completa. Cuando está indicada médicamente, una dieta sin gluten puede traducirse en menos dolor abdominal, reducción de gases, mejor tránsito intestinal y mayor claridad mental.
En base a El Comercio/GDA