Redacción El País
Entre septiembre y diciembre, las frutillas alcanzan su punto óptimo: están más sabrosas, más económicas y con la mayor concentración de nutrientes. Versátiles y livianas, pueden transformar casi cualquier preparación, desde licuados y smoothies hasta ensaladas, postres, bizcochuelos y mousses. Pero para disfrutar realmente el sabor de esta fruta y evitar que se echen a perder antes de tiempo, es clave saber elegirlas, lavarlas y conservarlas correctamente.
A continuación, una guía práctica para aprovecharlas al máximo durante su temporada alta.
Cómo elegir frutillas frescas y sabrosas
Los especialistas recomiendan observar tres aspectos fundamentales antes de llevarlas al carrito:
- Textura: deben estar firmes al tacto, pero no duras. Evitá aquellas con golpes o zonas blandas.
- Color: cuanto más rojo intenso y uniforme, mejor. Si tienen áreas blancas o verdosas, es señal de que no maduraron completamente.
- Aroma: una buena frutilla debe desprender un perfume dulce y fresco.
- Hojas: las del pedúnculo deben lucir verdes y vivas, no marchitas.
Siempre conviene comprarlas en temporada —entre septiembre y diciembre en Uruguay— cuando su calidad es superior y el precio, más accesible.
Cómo lavar correctamente las frutillas
Uno de los errores más comunes es lavarlas recién cortadas o de forma superficial. El lavado adecuado no solo evita contaminación, sino que también prolonga su vida útil.
- Enjuagarlas bajo el agua de la canilla, frotándolas suavemente para retirar restos de tierra sin dañarlas. Reservar.
- Llenar la bacha con agua potable a temperatura ambiente.
- Agregar lavandina apta para alimentos en la proporción indicada por el fabricante (generalmente, 2 gotas por litro).
- Sumergir las frutillas y dejarlas reposar 10 minutos.
- Retirarlas con manos limpias, colocarlas sobre papel absorbente o un repasador limpio y dejarlas secar por completo.
Cómo conservar las frutillas en la heladera
Las frutillas son delicadas y pueden estropearse rápido, pero existe un método muy eficaz para que duren más. Una vez limpias y secas, hay que colocarlas en un recipiente con papel absorbente en el fondo, lo que ayuda a controlar la humedad.
También sirve cubrir la parte superior con papel film y hacer pequeños agujeros para permitir la circulación del aire. Es importante evitar amontonarlas: cuanto más separadas estén, menos se machucan. Y no quitarles las hojas verdes hasta el momento de consumirlas.
Las frutillas congeladas son una gran opción para usar en licuados, preparaciones frías o postres. Retirar los cabitos, secarlas bien y colocarlas en un recipiente donde no se toquen entre sí. Otra opción es congelarlas juntas: quedarán como un bloque, ideal para smoothies.
¿Un truco extra? Colocarlas en una cubetera con agua. Al congelarse, funcionan como “hielos de frutilla”, perfectos para saborizar agua o bebidas frías en verano.
Los beneficios de consumir frutillas
Además de su sabor, las frutillas destacan por ser una de las frutas con menor aporte energético: solo 32 kcal cada 100 gramos. También concentran una gran variedad de vitaminas esenciales:
- Vitamina A: clave para la visión y para el desarrollo de tejidos.
- Vitamina C: fundamental para la reparación celular y el fortalecimiento del sistema inmune.
- Vitamina E: antioxidante, ayuda a proteger las células y favorece la circulación.
- Vitaminas B1, B2, B3 y B6: colaboran en la obtención de energía y en la producción de glóbulos rojos.
Si se eligen bien, se lavan de manera adecuada y se conservan correctamente, las frutillas pueden mantenerse frescas por más tiempo y conservar su sabor característico. Y si se congelan, pueden disfrutarse mucho más allá de su temporada natural. ¿El resultado? Más color, más aroma y más opciones para incorporarlas fácilmente a la alimentación diaria.
En base a La Nación/GDA