Sobreproteger es hacer por el otro lo que él puede hacer por sí mismo. La sobreprotección es considerada una forma de maltrato por expertos en educación y salud mental ya que el niño no se fortalece emocionalmente y se le impide realizar tareas que de hacerlas construye una buena autoestima, siente que las puede llevar a cabo por sus propias fuerzas.
El punto importante a considerar es qué le lleva a una madre a sobreproteger a su hijo. Todas las madres sobreprotectoras están llenas de temores y preocupaciones sobre sus hijos y esto las hace tratar de evitar que experimenten frustraciones o dificultades, pero al resolver los problemas lo debilitan psicológicamente. Se preocupan excesivamente de la salud, de que le suceda un accidente, que obtenga bajas calificaciones, que no tengan amigos, etc.
Al querer resolver las situaciones que requieren cierto esfuerzo para el niño, pretendiendo solucionar todos sus problemas para que nunca se sienta triste o frustrado, produce lo contrario: baja tolerancia a la frustración. Le evita así las frustraciones cotidianas de la vida que en otros casos hace que la persona se fortalezca al enfrentarlas.
La baja tolerancia a la frustración se da cuando se impide que el niño realice determinadas acciones y se le quita la oportunidad de experimentar sus propios recursos como son la imaginación, creatividad, perseverancia.
Diferencias
Si bien protección y sobreprotección suenan parecidas conceptualmente son muy distintas. La primera es enseñarle al hijo acerca de los peligros existentes y sus distintas formas de enfrentarlos o evitarlos. Esto brinda seguridad. En cambio, la segunda causa fragilidad emocional.
En la clínica observamos que la mayoría de los padres sobreprotectores son madres y muy pocos padres. Esto tiene que ver con la naturaleza femenina de siempre dar, ayudar, rescatar, salvar al otro.
Herramientas
Tomá nota de algunos recursos para madres sobreprotectoras.
1. Nombrá tu miedo en relación a tu hijo. Esto implica tomar consciencia de lo que te preocupa acerca del niño. Los temas varían según la etapa que atraviesa el pequeño y las características del mismo.
2. Gerenciá el miedo. Poder gestionar el temor implica confrontarlo, ver si es racional o irracional. Si es real ayuda pensar cómo se puede enfrentarlo. Si no es real, es decir que es creado por la mente del progenitor, es importante darse cuenta de las ideas negativas que alimentan los miedos y hacer un esfuerzo por cambiarlas por pensamientos positivos y reales.
Siempre existen temores en el largo proceso de educar a un hijo, el tema principal es qué hacemos frente a lo que sentimos.
3. Confiá. Como hemos expresado anteriormente si el progenitor acepta su miedo lo puede gestionar. Para eso se necesita consciencia y confianza para cambiar los pensamientos negativos que siempre nutren los temores parentales. La confianza implica sentir que la situación podrá resolverse, tener la seguridad en que como adulto podés hacer algo para enfrentar tus emociones negativas. Esto traerá calma y podrás ayudar a tu hijo en su adaptación diaria a lo largo de los años.
4. Control. El control parental nace del miedo del adulto, no es amor. Si te hacés cargo de tu miedo, el control disminuirá y podrás iluminar tu fe y capacidad de brindar amor y apoyo.
La educación de los hijos tiene que ser guiada por el amor y no por el temor, para crear un adulto seguro de sí mismo, con una buena autoestima.
El control parental es nocivo ya que produce estrés parental en el adulto y en el niño puede despertar rabia, frustración y el sentimiento de no poder con la situación que se presenta, lo cual llevará a la formación de una baja autoestima.
Esto produce tensión en el vínculo padre-hijo: el adulto transmite inseguridad y el hijo puede reaccionar con enojo, conductas agresivas, impulsividad, hiperactividad, o él mismo sentir intensos miedos, que puede causar dependencia emocional en un futuro y un intenso miedo al fracaso o a la equivocación.
El dependiente emocional está lleno de temores que lo hacen permanecer en vínculos tóxicos, sufre y por no terminar con esa relación es capaz de tolerar humillación, malos tratos, mentiras, etc.
Dejar de controlar para enfrentar los temores en relación a los hijos es imperativo. Los progenitores pueden tener miedos, el punto es qué se hace con ellos para no transmitirlo a sus hijos. Si no lo hacen pueden debilitarlos emocionalmente y ser la base de futuros problemas en la vida adulta.
-
Crianza: "Hay que buscar en el interior del padre, no solo en los supermercados", asegura Fanny Berger
Parentalidad nutritiva: las claves para criar hijos emocionalmente sanos, autónomos y resilientes
Crianza sin culpa: talleres para repensar el vínculo, los límites y las emociones en familia
Cómo prevenir el narcisismo infantil: claves para una crianza equilibrada y con límites saludables