Redacción El País
La idea de que la delgadez equivale a perfección no es nueva. En los últimos tiempos se han impuesto cuerpos muy delgados como modelos a seguir: desde la silueta recta de los años '20 hasta el “heroin chic” de los '90 y 2000. Hoy, en la era de TikTok, los ideales resurgen bajo el nombre de SkinnyTok: una corriente digital que glorifica la delgadez extrema a través de hashtags, retos y videos virales que se disfrazan de hábitos saludables.
Lo que antes se encontraba en foros escondidos ahora aparece en la pantalla con solo interactuar con un video de dieta o ejercicio. El algoritmo multiplica la exposición y, con cada “me gusta” o visualización, alimenta un ciclo adictivo. Los adolescentes, especialmente vulnerables por estar en plena construcción de su identidad, reciben una avalancha de mensajes que refuerzan la idea de que el valor personal depende del peso.
Entre los contenidos más populares están los “what I eat in a day” (qué como en un día), que muestran dietas extremadamente bajas en calorías; los outfit checks o revisiones corporales constantes; y los retos de transformaciones físicas que comparan un “antes” y un “después”. Estas prácticas promueven la autoevaluación obsesiva del cuerpo, conducta vinculada a los trastornos de la conducta alimentaria (TCA).
La exposición repetida a este tipo de material aumenta la insatisfacción con la propia imagen y eleva el riesgo de desarrollar síntomas de anorexia, bulimia o conductas alimentarias desordenadas. Estudios recientes confirman que más de una quinta parte de adolescentes presenta señales de alarma, con mayor prevalencia en mujeres.
La presión social también juega un papel clave. Halagos cotidianos que celebran la delgadez siguen actuando como refuerzo positivo, transmitiendo la idea de que estar flaco es sinónimo de éxito, disciplina o aceptación social. En plataformas como TikTok, esos mensajes se amplifican con millones de visualizaciones y comentarios.
La obsesión por alcanzar un cuerpo “ideal” no solo consume tiempo y energía, también deteriora la autoestima, genera ansiedad y puede desembocar en depresión. La adolescencia es un periodo crítico, pues el cerebro aún está en desarrollo y la necesidad de pertenencia es muy fuerte. Cuando se mezcla la presión social con dietas extremas o ejercicio compulsivo, el riesgo de TCA y dismorfia corporal aumenta de forma significativa.
Los trastornos alimentarios están entre las enfermedades psiquiátricas con mayor mortalidad, tanto por complicaciones médicas como por el riesgo de suicidio. La evidencia internacional muestra que los diagnósticos y hospitalizaciones en jóvenes han crecido en los últimos años, con las redes sociales como un factor que potencia la vulnerabilidad.
Pero las plataformas digitales no tienen por qué ser un enemigo. Una curaduría consciente de contenidos, seguir cuentas que promuevan diversidad corporal y hábitos saludables realistas, así como establecer límites de tiempo de uso, puede marcar la diferencia. También resulta clave abrir espacios de diálogo con los adolescentes, preguntar cómo se sienten frente a lo que consumen y ofrecer información crítica para cuestionar lo que ven.
Cuando aparecen señales de alerta —aislamiento, comentarios obsesivos sobre el cuerpo, uso de ropa holgada, dietas restrictivas o desmayos—, la intervención temprana con ayuda profesional mejora el pronóstico. La terapia familiar, la atención psicológica y los filtros de contenido son estrategias que pueden acompañar la recuperación.
En base a El Comercio/GDA
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