El mito de la media naranja: cómo la creencia en la otra mitad puede limitar la autonomía y el amor

Creer que solo alguien puede completarnos fomenta dependencia emocional e idealización. Psicólogos sugieren que la pareja acompañe, potencie y respete la autonomía de cada individuo.

Hombre amor
Hombre triste sostiene un corazón de papel.
Foto: Freepik.

Redacción El País
A veces disfrazado de romanticismo y otras de destino inevitable, el mito de la media naranja es uno de los relatos más persistentes sobre el amor.

La idea de que solo existe una persona capaz de completarnos ha atravesado generaciones y se mantiene presente en canciones, películas y cuentos, influyendo en cómo muchas personas entienden el vínculo amoroso.

Sin embargo, desde la psicología se advierte que esta creencia, lejos de ser liberadora, puede limitar la autonomía y generar problemas emocionales.

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Los vínculos de pareja vistos a través del sexo.
Foto: Pexels.

El concepto tiene su origen en El Banquete, escrito alrededor del 370 a.C. por Platón. En esta obra, los primeros humanos eran descritos como seres esféricos, con cuatro brazos, cuatro piernas y dos caras. Tras ser castigados por los dioses y partidos al medio, comenzaron la búsqueda de su otra mitad. Desde entonces, la narrativa se ha mantenido, moldeando la forma en que se conciben las relaciones afectivas, al asociar el amor con la idea de completarse a través de otra persona.

“La diferencia entre una persona creativa y una que no lo es radica en que la primera encuentra posibilidades donde la segunda ve límites”, explica la neuropsicoeducadora Jackie Delger, recordando que, al igual que la creatividad, la manera en que interpretamos las relaciones depende tanto de la educación como del entorno emocional. En el caso del mito de la media naranja, la psicóloga clínica Macarena Gavric Berrios señala que esperar que alguien nos complete es una premisa errónea que puede derivar en relaciones dependientes, idealizadas y frustrantes.

“El mito ha sido históricamente funcional a una cultura de la dependencia emocional“, opina Sabina Alcarraz, psicóloga especializada en ansiedad, adicciones y valoración personal.

La baja autoestima se acompaña de una sensación constante de insuficiencia, mientras que la idealización del otro lo coloca en un rol de salvador, generando frustración cuando la realidad no coincide con las expectativas. Esta narrativa también dificulta disfrutar de la soledad, que muchas veces se percibe como un estado negativo en lugar de una oportunidad de crecimiento personal, y puede mantener a las personas en relaciones insanas por miedo a no encontrar a nadie más que las “complete”.

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Pareja abrazándose.
Foto: Freepik.

Para construir relaciones saludables, los expertos sugieren partir de la premisa de que cada persona es un sujeto completo, con identidad, personalidad y recursos propios. Una pareja sana no completa, sino que acompaña, potencia y ofrece un entorno seguro que favorece el desarrollo individual y conjunto. Priorizar el trabajo personal es fundamental antes de depositar expectativas en el otro.

En la práctica, esto implica valorar la reciprocidad, el respeto, el apoyo emocional, la comunicación honesta, la confianza y el cuidado del espacio individual dentro de la relación. “Más que completarse, una pareja saludable acompaña y potencia”, concluye Gavric. De esta forma, el amor deja de ser una búsqueda de salvación externa para convertirse en un proceso compartido de crecimiento y acompañamiento.

Romper con la narrativa de la media naranja no significa renunciar al amor ni reducirlo a un contrato, sino resignificarlo. Implica abandonar la idea de que alguien externo puede salvarnos y, en cambio, construir un vínculo basado en la libertad, el respeto mutuo y el desarrollo personal compartido. “Una relación sana no se trata de completarse, sino de acompañarse desde la autonomía y la libertad”, resume Alcarraz.

Este enfoque también permite transformar la percepción de los errores y conflictos en pareja. En lugar de verlos como fracasos, se convierten en oportunidades para fortalecer la comunicación y el entendimiento mutuo, manteniendo la independencia emocional. Así, el vínculo deja de ser un reflejo de carencia para convertirse en una relación consciente, basada en la elección, la colaboración y la madurez emocional.

Cuestionar el mito de la media naranja es un paso hacia relaciones más auténticas y satisfactorias. No se trata de buscar a alguien que nos complete, sino de compartir la vida desde la plenitud de cada persona, construyendo un amor que nutra, inspire y potencie a ambos, sin perder nunca la autonomía ni la capacidad de crecer individualmente.

En base a La Nación/GDA

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