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Qué hay detrás de las rivalidades entre hermanos y cómo sanar el vínculo luego de muchos años

A veces, más que un conflicto entre hermanos, el problema tiene que ver con una mala relación o desacuerdos entre los padres, sugiere el psicólogo Espeche.

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Abrazo
Mujeres abrazándose.
Foto: Freepik.

Melanie Shulman, La Nación/GDA
Suele decirse que la unión entre hermanos es la ley primera y que los vínculos que se forjan entre ellos traspasan límites y fronteras. Pero a veces, se generan rispideces que deterioran la relación y que a la larga, pueden provocar un enfrentamiento que en ocasiones se hace difícil de resolver y que pone en una situación incómoda a su entorno.

Desde que una persona nace, construye y moldea su personalidad alrededor de su familia. En los primeros años de vida, el rol que ejerzan sus padres y el lazo que tenga con sus hermanos lo marcará. Para el psicólogo Miguel Espeche, la interna familiar y el manejo del afecto con los que han crecido, son los principales cimientos de la relación fraternal, tanto buena como mala.

— ¿Por qué es tan frecuente la rivalidad entre hermanos?
— En general se da por el manejo afectivo que hay en la interna familiar por parte de los padres. Muchas veces lo que se termina dando es una situación de competencia entre los hijos por su cariño. Por ejemplo, puede pasar que los chicos nazcan en distintos momentos de la vida de los padres: quizás uno es muy esperado porque no llegaba el embarazo, pero no pasó lo mismo con el segundo. De igual modo esto no quiere decir que los padres quieran más a uno que al otro.

— ¿Qué rol tienen los padres respecto al desarrollo de un buen vínculo entre sus hijos?
— Lo óptimo es que cada padre sepa leer el mundo emocional de sus hijos. Hay chicos que son más propensos a sentir inseguridad, otros que son más vehementes o menos sensibles. A partir de estos rasgos de personalidad van a surgir distintas situaciones que como padres hay que poder administrar: ser justos, firmes y lo suficientemente buenos a la hora de mostrar afecto e imponer un orden que posibilite el crecimiento de los hijos lo más sano posible. En este tipo de contextos, las ansiedades que se podrían generar entre los hermanos por la competencia, se acentúan porque cuando saben que hay justicia y que tienen un lugar en el corazón de sus papás, se tranquilizan.

— ¿Cuáles son los principales motivos de enfrentamiento?
— Las causas son muchas. Las más frecuentes son los celos frente al afecto de los padres o ante una sensación de miedo a perder lo que tienen. Estas situaciones, muchos años después se pueden traducir, por ejemplo, en peleas patrimoniales por la herencia. También puede haber envidias por la forma de ser del otro. Hay veces que alguien siente que sus padres quieren más a su hermano entonces se activa su inseguridad. Igualmente también existe el otro costado: entre hermanos también suele haber una relación de mucho afecto y colaboración más allá de los conflictos que pueda haber.

— El orden de nacimiento, ¿determina la manera en que los hermanos se relacionan?
— El orden seguramente influye en cuanto al lugar que cada hermano ocupa en el territorio de los padres. El mayor es quien inaugura el rol y el quinto, si bien es querido, ya no es el rey de la casa. Este concepto repercute, pero no determina el vínculo fraternal porque acá también entra en juego la forma de ser de cada chico.

— ¿De qué manera afecta al vínculo un favoritismo explícito de los padres hacia un hijo?
— En ocasiones puede llegar a verse más afinidad con un hijo que con otro, pero esto no quiere decir que se lo quiera menos. Pero en familias disfuncionales, ese favoritismo explícito es muy dañino para el chico. Por otro lado, el que se siente el favorito de los padres, suele sentir culpa y pena por sus hermanos no favorecidos. Es acá donde empiezan a haber ciertos desequilibrios.

— Las confrontaciones, ¿suelen arrastrarse desde la niñez o pueden desencadenarse en la etapa de la adultez?
— En general hay una manera de relacionarse entre los hermanos que se asocia con cómo se fue narrando la historia desde los primeros tiempos. Esto se ve mucho en el momento de una herencia donde pueden aflorar los rencores o puede haber un hermano que siente que tiene que reivindicar algo porque considera que sus padres fueron injustos con él. Mucho tiene que ver con cómo se miran los unos a los otros. A veces durante la adultez aparecen confrontaciones que pueden limpiarse. No todo enfrentamiento es sinónimo de guerra y muchas veces se pueden blanquear y lograr que aparezca el afecto más puro.

— ¿Cómo se reconstruye el vínculo?
— Una reconstrucción se produce cuando honra la buena fe. Si la infancia dejó heridas entre hermanos, con honradez puede haber pedidos de perdón. También es bueno entender que a veces el problema, más que un conflicto entre hermanos, tiene que ver con una mala relación o desacuerdos entre los padres. Por ejemplo, puede haber un caso de padres inmaduros que propician un clima de agresión en la casa y esto genera que entre los hermanos se peleen.

— ¿Conviene involucrar a otro familiar para lograr el encuentro?
— Depende del tipo de pelea que sea. Muchas veces hay gente en la familia que intermedia con lucidez mientras que otros lo hacen desde un lugar común planteando 'que lindo que la gente se quiera'. Si alguien intermedia con racionalidad y amor, en ocasiones puede resultar útil, aunque también hay que tener en cuenta que dependiendo del conflicto hay vínculos que son muy difíciles de reparar y otros donde la sanación se produce sin tanta involucración externa.

— ¿Es posible sanar esa herida de años sin rencores?
— Por supuesto que es posible. También es una manera de librarse del lastre del pasado o de los malos entendidos. A través de reconstruir el vínculo con un hermano, uno puede sanarse a sí mismo y ver al otro como alguien que navegó con nosotros durante años muy importantes y que así como uno hizo lo que pudo, hay que entender que el otro también hizo lo que pudo. El vínculo entre hermanos es uno de los más luminosos que hay más allá de que estén vestidos con ropaje de conflicto.

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