¿Solo podés empezar una tarea aburrida después de haber limpiado la casa? ¿Dejás los correos más difíciles para el final del día? Posponer un objetivo o una tarea —generalmente para hacer algo menos importante— se conoce como procrastinación, y afecta a muchos de nosotros. La mayoría de las personas se permite procrastinar de vez en cuando, pero para algunas puede volverse algo crónico.
Aunque la procrastinación es común, puede resultar frustrante y generar sentimientos de vergüenza, culpa y ansiedad. Aquí te explicamos por qué podrías estar evitando esa tarea —y cinco pasos para lidiar con ello.
¿Estoy procrastinando?
Podés darte cuenta de que estás posponiendo algo, abandonándolo antes de terminarlo o dejándolo para último momento.
Pensamientos como “Luego me pongo al día” o “Lo entregaré tarde” son señales clásicas de procrastinación. Incluso es posible que hayas buscado en Google “¿Por qué procrastino?” mientras… procrastinabas —y así llegaste a este texto.
Otras veces, ni siquiera te das cuenta de que lo estás haciendo. De repente, te percatás de que pasaste la última hora navegando en tiendas online o viendo videos de gatitos, en lugar de hacer tu trabajo o tu tarea.
La procrastinación no es un defecto de carácter, y no significa que seas perezoso o malo gestionando el tiempo. Verlo así solo empeora cómo te sientes respecto a este comportamiento e impide que entiendas sus causas reales.
Si querés dejar de procrastinar, lo esencial es entender primero por qué lo hacés.
¿Por qué procrastino?
La procrastinación puede ser una forma de manejar emociones difíciles. Las investigaciones muestran que tendemos a posponer tareas que consideramos aburridas o frustrantes, además de aquellas que nos generan resentimiento o que no tienen mucho significado personal.
También evitamos tareas que nos causan estrés o emociones dolorosas, como limpiar la casa de un familiar que falleció. Pero existen causas más profundas.
La procrastinación puede ser un signo de perfeccionismo. Cuando el miedo intenso al fracaso —a equivocarse— genera tanta presión por hacerlo perfecto, que ni siquiera se empieza.
Las personas con baja autoestima también tienden a procrastinar, con o sin perfeccionismo. En estos casos, la procrastinación surge de una visión negativa de sí mismo (“No soy bueno en esto”), combinada con falta de confianza (“Probablemente lo haré mal”), lo cual impide incluso comenzar.
La distracción también puede ser un factor. Todos lidiamos con interrupciones constantes —notificaciones, alertas, redes sociales— diseñadas justamente para capturar nuestra atención. Pero estar fácilmente distraído también puede ser señal de que estás evitando una tarea.
En algunos casos, la dificultad para completar tareas puede ser señal de una condición subyacente, como el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH). Si sientes que la procrastinación está afectando mucho tu vida, es recomendable hablar con un médico y buscar ayuda.
¿La procrastinación puede ser útil?
Depende. Algunas personas disfrutan de la presión de los plazos ajustados. Dejar las cosas para último momento puede ser una estrategia para aumentar la motivación o acelerar la productividad. La procrastinación también puede funcionar como mecanismo de afrontamiento emocional.
Posponer tareas desagradables nos hace sentir mejor a corto plazo. Evitar la tarea significa que no tenemos que enfrentar la posibilidad de fracasar, ni las emociones o consecuencias negativas que puede traer. Pero esto generalmente solo funciona a corto plazo. A largo plazo, la procrastinación tiende a generar más problemas.
Puede llevar a autocrítica, sentimientos negativos como culpa y vergüenza. Con el tiempo, también puede provocar problemas de salud mental, como ansiedad y depresión. La procrastinación se ha asociado incluso a malos resultados académicos —como ser sorprendido copiando en exámenes— y laborales, como salarios más bajos y mayor probabilidad de desempleo.
Entonces, ¿qué hacer?
Podés seguir cinco pasos para combatir la procrastinación:
- Reconocé el problema
Acepta que estás procrastinando. Saber identificar y nombrar ese patrón es el primer paso para superarlo. - Entendé el porqué
Comprender las causas es clave. ¿Tenés miedo de equivocarte? ¿Tu lista de tareas es poco realista? ¿O simplemente trabajás mejor bajo presión? Si tu procrastinación proviene del perfeccionismo o la baja autoestima, puede ser útil buscar tratamientos basados en evidencia, como la terapia cognitivo-conductual, ya sea con un terapeuta o a través de actividades guiadas. - Reorganizá tus prioridades
Observá bien tu lista de tareas. ¿Lo más urgente o importante está arriba? ¿Te diste suficiente tiempo para cada cosa? Dividir una tarea grande en pasos más pequeños y hacer pausas frecuentes ayuda a no sentirse abrumado. Si no sabés qué es lo más importante, hablá con alguien. Si solés dejar las tareas más aburridas para el final (y luego no las hacés), reserva un tiempo al inicio del día para ellas. - Eliminá distracciones
Activá el modo “no molestar” en tu celular, poné un cartel en la puerta, avisa a otros que estarás “desconectado” un rato. Establecer un horario claro de inicio y fin puede ayudarte mucho a mantener el foco. - Recompensate
La vida ya está llena de obligaciones: sé amable contigo mismo. Cada vez que completes una tarea difícil o taches algo de la lista, recompensate con algo que disfrutes. Tener pequeñas recompensas en el camino hace que enfrentar la lista de tareas sea mucho más llevadero.
Catarina Houlihan - The Conversation