Hermanos y cambios familiares: cómo acompañar la llegada de un nuevo hijo y fortalecer vínculos

La llegada de un hermano transforma la dinámica familiar. Implica ajustes, nuevos aprendizajes y el desafío de acompañar a cada hijo en su crecimiento emocional.

Hermanos
Niño pequeño abraza a su hermano bebé.
Foto: Freepik.

Pilar Laborde*
La familia es un sistema en constante transformación y adaptación que intenta ajustarse a los distintos estados de desarrollo por los que atraviesa y a las condiciones sociales correspondientes a cada tiempo. Dentro de los procesos de cambio que podemos ver en el sistema familiar, suelen distinguirse una serie de etapas que típicamente recorren las familias a lo largo de su ciclo evolutivo y que comienzan con el nacimiento del primer hijo.

Tener hijos transforma por completo la vida familiar, obliga a adaptarse a cosas nuevas: horarios, rutinas, pocas horas de sueño, trabajo, tareas del hogar, y la crianza en sí. Nada es como antes. La familia deberá negociar y ensayar nuevas pautas de interacción, crear métodos que le permitan mantener el equilibrio y al mismo tiempo estimular el crecimiento de cada integrante.

¿Qué pasa cuando llega un hermano? Pensemos generalidades, ya que cada caso es distinto: no es lo mismo una familia con dos hijos, que una con cuatro, ni una que cuenta con redes de contención, a una que tiene a sus parientes lejos.

Tener un hermano provoca el primer gran cambio en la vida de un niño, y también en la de la familia. Uno de los grandes desafíos en esta etapa es acompañar al mayor. ¿Cómo se le cuenta la noticia y se lo prepara para recibir a ese bebé que va a ocupar un espacio importante? ¿Qué se le dice? Es clave hablarlo con anticipación, incluirlo y sobre todo, no olvidar de que el “hermano mayor” sigue siendo pequeño. A veces se espera que “ayude”, “entienda”, “se porte bien”, pero también necesita sentirse acompañado, escuchado, querido. No es raro que haya cambios de comportamiento, berrinches, enojos o retrocesos, son señales de que necesita adaptarse a este nuevo lugar en la familia. Es mejor en esta etapa evitar cambios significativos, como dejar los pañales, sacar la mamadera o cambiarlo de habitación.

Con la nueva organización familiar, no se puede esperar que las mismas rutinas, normas o estilos de crianza que funcionaron con el primer hijo funcionen con el siguiente. Lo que calma a uno, puede irritar al otro. Lo que le divierte a uno, al otro puede aburrirle. Ser padres implica reinventar lo aprendido, abrirse a nuevas formas de educar y modificar estructuras que antes funcionaban, pero hoy ya no dan el mismo resultado.

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Cuanto más se hable en la familia, más habilidades idiomáticas tendrán los hijos.
Foto: Pexels.

Como dice la psiquiatra infantil Natalia Trenchi, tener hermanos es tener compañía para la vida: alguien con quien compartir juegos, secretos, peleas, enojos. Pero ese vínculo se construye, necesita tiempo, presencia y paciencia. Es importante que los padres puedan buscar momentos de conexión genuina con cada hijo.

La llegada de un hijo transforma todo el mapa emocional del hogar. Lo mismo pasa con la llegada de otros hijos, el paso del tiempo, cambios laborales, mudanzas, crisis. Entre la rutina, el trabajo, las obligaciones y el deseo de cumplir con las tareas propias del día famliar, muchas veces los padres pueden agobiarse, con la sensación de tener poco tiempo.

Lo importante con hijos pequeños es bajar las exigencias, estar atentos a lo que cada hijo necesita, priorizar lo importante para cada familia, ser permeables y flexibles para afrontar esos cambios, es clave para mantenerse conectados como familia.

* Psicomotricista, Mag. en Psicología Sistémica Familiar

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