Carolina Anastasiadis*
Entró a la psicología de manera inconsciente, aunque notó que eso tenía mucho que ver con entender y sanar su propia historia.
El español Rafael Guerrero, experto en psicología infantil tuvo una infancia difícil y hoy se siente feliz al ayudar a familias a estar mejor.
Erudito en apego, en trauma y en disciplina positiva, afirma que la sociedad sufre de una epidemia silenciosa de trauma, que el 90% de las veces no vemos por estar normalizado, aunque se manifiesta en síntomas como la ansiedad, porque el trauma siempre “se nos queda en el cuerpo”.
Llegará a Uruguay por primera vez el 23 de octubre y de la mano de Faros Experiencias, estará en Opta Coliving Punta Carretas con Límites que abrazan. También hablará sobre trauma y por qué, para estar bien, importa más pensar qué nos pasó a qué nos pasa.
—¿Qué tan revelador puede ser conocer cómo fue nuestro apego?
—El estudio del apego tiene una larga historia, aunque se ha puesto de moda en el último tiempo, estudiado sobre todo por el psiquiatra británico John Bowlby quien creó la teoría a partir de ver cómo se dan las relaciones y vínculos con los cuidadores primarios que no siempre son mamá y papá, a veces son abuelos o padres adoptivos, o personas que nos acompañaron a crecer. En base a ese vínculo inicial, Bowlby describe qué es el apego seguro y el inseguro. Es fundamental entenderlo porque en ese proceso de rebobinar la película comprendemos muchas cosas; mirar nuestra infancia ayuda a comprender cómo somos ahora, por qué reaccionamos con tanto miedo ante determinadas circunstancias, por qué algunas cosas nos sacan de nuestras casillas. Como nos vinculamos hoy, tiene que ver con cómo nuestros padres se vincularon con nosotros; esa se convirtió en nuestra normalidad. Fuera de manera sana o insana.
—¿Amamos como nos amaron?
—Es así, directo, casi matemático. Tener unas figuras de apego que te han tratado con cariño y respeto, donde imperaba el modelo democrático, había cariño y presencia, hará que tengas una infancia sana y que cuando seas adulto te relaciones de manera sana. No digo que es cero la posibilidad de que caigas en una adicción, pero la probabilidad es bastante más baja. En cambio, si has crecido con el maltrato, el abuso, el sometimiento, el chantaje o la mentira como normalidad en ese primer vínculo, con ese idioma te vincularás porque es el aprendido. No estamos para decir si está bien o mal, pero es algo muy lineal. ¿Por qué cada vez que voy a cruzar un río tomo en mi mano un martillo? Capaz que porque no me enseñaron a construir una barca.
—Ningún padre quiere hacerle mal al hijo. ¿Cómo hacemos consciente nuestra historia para no afectarlos?
—Es imposible no transmitir información. Cuando nos convertimos en mamás o papás no solo hay un hilo invisible con nuestros niños, sino que alcanza a las personas que nos criaron. Todos recordamos cómo nos sentíamos cuando nuestro papá o mamá nos decía o actuaba de una forma con nosotros. Para cambiar el idioma no hay otro inicio que el de la consciencia. El ver cómo estoy atendiendo a mi hijo cada vez que llora o tiene una pataleta y cambiar el patrón si lo creo mejor. Hay que ser consciente y querer cambiar. A veces no tengo las herramientas para ese cambio y quizás tenga que pedir ayuda a alguien… a un amigo, a un psicoterapeuta o a alguien. La motivación es clave.
—Dice que hay una epidemia de trauma silenciada. ¿Qué sería el trauma?
—Un trauma es cualquier situación en donde ha habido un impacto emocional muy grande y no he tenido los suficientes recursos para volver al equilibrio, la calma o poder protegerme. En niños y adolescentes, con cerebros inmaduros y vulnerables, esto es casi imposible que no suceda. El tema no son traumas con los que se puede vivir, sino los que te congelan y que impiden disfrutar o implican un sufrimiento muy grande en tu vida. Una situación muy estresante donde has vivido emociones muy desagradables, como miedo, vergüenza, tristeza o asco, se transforma en trauma cuando nadie te protegió ni te permitió expresar. Es ahí cuando el trauma queda prendido en el cuerpo. El psiquiatra Bessel van der Kolk en su libro El cuerpo lleva la cuenta habla de eso. Aunque tú no seas consciente del trauma, el cuerpo sí lo sabe y reacciona de manera traumática cada vez que hay una interacción con alguno de esos estímulos, contextos o personas que evocan ese acontecimiento.
—Hay traumas que responden a hechos concretos, pero afirma que el 90% estamos traumatizados y ni siquiera lo sabemos. ¿Cómo hacer consciente el trauma sutil?
—Existen dos tipos de trauma. El simple que lo llamamos Trauma, que es un ensayo único de mucho estrés, emociones intensas y desagradables, como una violación, un atraco, un accidente de tránsito, que es un 10% de las situaciones traumáticas. El 90% de los traumas son complejos, y se los llama trauma con “t” minúscula, porque están normalizados, no son visibles ni expresados. No son tan obvios e igual nos afectan. Todos vemos en los parques mamás y papás que gritan, castigan y maltratan a sus hijos. Para la mayoría de la población eso no choca porque el castigo está normalizado, igual que chantajear, condicionarles, gritarles o sobreprotegerles. Estos son los traumas complejos. Un niño que es abandonado emocionalmente, como fue mi caso durante la infancia, vive una situación de trauma complejo que nadie vio. Lo que sí se puede ver son los síntomas de esos traumas complejos. Niños que llaman la atención, esos que los adultos decimos que “se portan mal”, o que tienen bajo rendimiento académico, o que comen a base de atracones o que tienen terrores nocturnos. Esos son síntomas que muestran que puede haber algún problema.
—La hiperactividad o la ansiedad del adulto de hoy, ¿pueden ser síntomas de un trauma anterior?
—Sí. Hoy evaluamos en base a síntomas que son el 5% o 10% del iceberg o problema mayor. Y por eso malinterpretamos. Por ejemplo, si un doctor cada vez que entra a su consulta un paciente le pregunta ¿qué te pasa? y al recibir la respuesta “tengo fiebre”, le diagnostica gripe, es muy probable que acierte porque eso es frecuente. Pero muchas veces esa fiebre puede indicar otro problema. Hoy falta tiempo dedicado a evaluar. Más que preguntar ¿qué te pasa?, habría que preguntar ¿qué te pasó? Los síntomas del trauma pueden tener que ver con la hiperactividad, impulsividad, también la disociación o desconexión del mundo, del cuerpo o emociones. Sucede eso porque en un pasado se vivieron situaciones tan hirientes o maltratantes, que su psiquis aprendió a desconectar para dejar de sentir, para amortiguar el golpe. Desconectó la emoción, para que no duela.
—¿Cómo me saco el trauma del cuerpo?
—Es difícil sanar. La sociedad invita a no conectar con el trauma, a no mirar atrás lo que ya pasó, pero para mirar hacia adelante con la cabeza alta, siendo feliz y en equilibrio, tengo que mirar atrás. Se sana comprendiendo primero porqué hoy reacciono así o siento así, luego llorando, gritando o contando lo que no he podido antes. Si se silencia, se agranda. El trauma se sana si se encara.
—¿Qué salvavidas le darías para que sí puedan conectar con sus hijos?
—Tratar de entenderles y ver qué necesitan. A veces un límite, que les abracemos, que fomentemos su autonomía, que estemos presentes. Hay detalles que son suficientes para que pasen de la desregulación al equilibrio.
La clave es entender qué necesidades emocionales tienen y responder. Pero la realidad es que no podré contactar con mis hijos si no me han desarrollado ese idioma. La psicóloga Pepa Horno dice que uno no aprende a amar, amando, sino que uno aprende a amar sintiéndose amado. Si no han conectado conmigo cuando era pequeño, para mí el amor no es un idioma materno. Lo puedo aprender a los 30 o 40. El amor es un idioma, o lo tienes o no lo tienes. Mamás y papás que quieran conectar con sus hijos, primero necesitan conectar con ellos mismos. Si no saben hacerlo, tenemos que aprender el idioma y lo que no pude aprender de pequeño en vínculo con mis padres, lo puedo aprender en vínculo con otra persona. Los aprendizajes emocionales no se aprenden con libros, sino en vinculación.
—Al final parece que el viaje de la crianza es el camino del amor…
—Seguro. Eduardo Strauch, mi amigo, dice siempre que lo que los salvó en la nieve fue el amor y es así, el amor es el mejor vehículo que tenemos para tener relaciones sanas.
Las entradas pueden adquirirse acá.
*Creadora de @mamasrealesblog. Seguila en Instagram @carolinaanastasiadis
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