Cómo impacta la llegada de un hijo en la pareja: desafíos, intimidad y vínculos en transformación

La llegada de un bebé revoluciona la dinámica de pareja: más cansancio, menos tiempo, intimidad en pausa y tareas que se multiplican. Cómo acompañarse en medio del caos.

familia, padres e hijos

El término conyugalidad refiere a la construcción de un vínculo entre dos individuos que resulta en la formación de un tercer elemento: “nosotros”, la pareja. Tradicionalmente, esta es una unión entre dos personas donde se brinda afecto, satisfacción sexual, seguridad, compañía.

El objetivo de estar en pareja es sentirse mejor, es el bienestar de ambos integrantes. En numerosos casos, esas metas no se cumplen y por eso proliferan distintas terapias. Además, el índice de divorcios y separaciones es elevado. Para muchos la pareja ha dejado de brindar estabilidad y se transformó en fuente de conflictos.

Llega un hijo

Cuando la pareja tiene desavenencias no resueltas y llega un hijo, este brinda alegría, pero también puede desestabilizar el vínculo. La llegada del nuevo integrante es el disparador de problemas que estaban latentes y ahora, con el aumento de la tensión, salen a relucir.

Luego del nacimiento hay una reconstrucción de la estructura y dinámica de los padres: hay menos tiempo, más cansancio, menos horas de sueño. Los encuentros sociales y salidas disminuyen, al trabajo fuera del hogar se le agrega el cuidado del nuevo integrante. Con esto a la vista debe llegarse a acuerdos como por ejemplo determinar quién se levanta cuando el bebé llora de noche. Sin arreglos mutuos la convivencia se ve afectada.

Hay parejas que pueden enfrentar el estrés, se adaptan, renuncian a ciertas actividades y comparten la responsabilidad que implica criar un hijo. Otras no toleran los cambios y comienzan los conflictos, cuyos temas recurrentes son quién atiende al niño, quién realiza determinada tarea, etc.

Las crisis económicas y el nacimiento de los hijos pueden desequilibrar a algunas parejas mientras, por el contrario, hay otras que se organizan bajo dichas circunstancias y hasta se fortalecen. En el segundo caso, la pareja comienza a debilitarse con discusiones en las que no se llega a ningún acuerdo, los integrantes se agotan y se desgasta el vínculo. Esto ocurre en momentos en que se necesita unión y contención mutua para ajustarse a la nueva dinámica familiar, donde el bebé exige atención y cuidado.

Además de la redistribución de tareas por la incorporación del bebé, este cambio puede aumentar las incertidumbres y temores, y afectar la autoestima de los progenitores.

La maternidad y la paternidad muestran los temores y dudas propios de los adultos; la única salida es tomar consciencia de ellos. Contactar con los sentimientos que están a flor de piel evita que tengan influencias negativas en la crianza y la pareja.

Hija con sus padres
Hija con sus padres
Foto: Pixabay.

Intimidad

Otro punto a tener en cuenta es la intimidad de la pareja. Muchos padres afirman que la vida erótica desapareció con la llegada del primer hijo. Luego del parto muchas mujeres se sienten incómodas, no aceptan los cambios en su cuerpo y evitan encuentros sexuales con su compañero.

Las madres relatan lo hermoso que es el olorcito del bebé y el tacto de su piel sedosa: esto es sensualidad. La sensualidad es la tendencia exagerada a los placeres de los sentidos. En cambio, la sexualidad refiere al instinto y al placer carnal. Muchas mamás, cansadas del cuidado de su pequeño, habiendo disfrutado de la sensualidad de su bebé a través del tacto y el olfato, no tienen disposición a la sexualidad, caen agotadas en su cama.

Las madres se focalizan en el bebé que es su gran preocupación y pueden en ocasiones, descuidar a su pareja. Están inmersos en la crianza de su hijo, que es completamente absorbente.

De acá deducimos que el cuidado de un bebé es una tarea, pero por momentos desbordante y absorbente. Cada pareja reacciona en formas distintas: hay quienes entienden las actitudes del compañero, otros se sienten desplazados, no tenidos en cuenta, y hasta rechazados.

Cuando los encuentros íntimos decrecen o desaparecen, hay quienes se sienten no atendidos y buscan atención e incluso sexo fuera de la pareja. Lo fundamental es siempre reafirmar: “Ahora somos tres y seguimos cuidándonos y cuidando a todos los integrantes de la familia”.

Es importante conocer los cambios que pueden ocurrir en la pareja con la llegada de un hijo y saber que cada integrante puede elegir cómo reaccionar. Lo mejor es la comunicación directa entre ambos para llegar a acuerdos.

Miedos y tensiones en la crianza compartida

Ciertos padres se preguntan si podrán desempeñarse correctamente, si serán capaces de satisfacer las necesidades de sus hijos.

Ante estas dudas, aumenta la tensión en la pareja y es necesaria la comprensión del otro integrante, que debe sostener sin juzgar.

Es preciso tener en cuenta que la tensión dispara miedos: algunos padres se conectan con ellos, los aceptan, mientras que otros los niegan y hasta los proyectan en su compañero sin asumirlos como propios. La clave es la buena comunicación.

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