Redacción El País
En un mundo donde las redes sociales nos exponen constantemente a vidas que parecen más exitosas, felices o perfectas, es fácil caer en la comparación y el deseo de tener más. Hace más de dos mil años, los filósofos estoicos ya advertían sobre este problema. Su propuesta, hoy más vigente que nunca, ofrece herramientas para encontrar bienestar sin depender de lo que tienen —o muestran— los demás.
La comparación social no es nueva, pero sí se ha intensificado. Cada publicación puede convertirse en una vara para medir nuestro cuerpo, nuestros vínculos, nuestro trabajo o nuestras vacaciones. Según los estoicos, esta búsqueda externa de validación nos conduce inevitablemente a la frustración, porque pone nuestra felicidad en manos de factores que no controlamos.
Epicteto, filósofo griego y uno de los referentes del estoicismo, decía que la riqueza no consiste en tener grandes posesiones, sino en tener pocas necesidades. Esto se basa en la idea de que la libertad se consigue al reducir los deseos y no apegándose a lo material.
Pilares del estoicismo
Para los estoicos, el primer paso hacia la tranquilidad es distinguir entre lo que depende de nosotros y lo que no. No podemos controlar la vida de los demás, sus logros o sus recursos, pero sí cómo interpretamos lo que vemos y qué expectativas construimos sobre nuestra propia vida.
Aceptar lo que no está en nuestras manos no es un acto de derrota, sino de liberación: deja de drenar energía en comparaciones inútiles y la orienta a lo que sí podemos mejorar.
Otro pilar fundamental es la gratitud. Marco Aurelio, emperador romano y practicante del estoicismo, recomendaba cada mañana reflexionar sobre aquello que ya se tiene y que muchas veces se da por sentado: salud, vínculos, capacidades, pequeñas alegrías cotidianas.
Los psicólogos actuales coinciden en que el hábito de registrar tres cosas positivas al día, por mínimas que sean, reduce la ansiedad y fortalece el bienestar emocional. Para los estoicos, la gratitud no era solo un ejercicio emocional, sino un entrenamiento para la mente: cuanto más cultivamos la apreciación, menos espacio dejamos al deseo de lo ajeno.
El estoicismo propone alejar la mirada del afuera y dirigirla hacia adentro. ¿Qué valores guían tus decisiones? ¿Qué acciones están alineadas con quien querés ser? ¿Qué logros son realmente importantes para vos, más allá de cómo se ven desde afuera?
Otro recurso estoico es recordar que todo es pasajero: el éxito, la belleza, el reconocimiento. Desear la vida ajena implica aferrarse a una ilusión que no refleja el carácter cambiante de la existencia. Comprender esta impermanencia ayuda a bajar la ansiedad por llegar a un ideal y a valorar lo que ya está presente, aquí y ahora.
Cómo aplicar las ideas estóicas en la vida diaria
- Limitá la exposición a redes sociales si notás que te provocan comparación constante.
- Practicá gratitud: escribí todos los días algo que apreciás de tu vida.
- Enfocate en tus valores: definí cuáles son los pilares que querés cultivar (paciencia, disciplina, bondad, salud) y orientá tus metas en función de ellos.
- Evaluá tus deseos: preguntate si querés algo porque realmente te importa o porque lo viste en otros.
- Repetí un mantra estoico: “No necesito lo que no depende de mí.”
A pesar de haber nacido en otra época, el estoicismo se adapta sorprendentemente bien a los desafíos actuales. Sus enseñanzas ofrecen una guía para soltar la comparación, reducir el deseo de lo ajeno y reconectarse con lo que ya se tiene. En una sociedad que nos empuja a mirar la vida de los demás, los estoicos nos invitan a mirar la propia con más claridad, menos ansiedad y mayor plenitud.