Redacción El País
En entornos laborales, no es raro encontrarse con personas que alteran nuestro equilibrio emocional. Ya sea un compañero difícil o un jefe exigente, el ambiente puede volverse tan tenso que incluso quienes intentan mantener la compostura terminan sintiéndose al límite. Y aunque respirar profundo y actuar con profesionalismo suele ser la recomendación habitual, hay momentos en los que eso no basta.
Según la química y experta en neurocoaching Victoria Bayón, la clave no está únicamente en la fuerza de voluntad para controlar lo que sentimos. Para ella, es esencial conocer cómo funciona nuestro cerebro, especialmente cuando entra en “modo defensa”.
Bayón confiesa que le habría encantado saber esto antes, al recordar situaciones en las que el estrés y la tensión laboral le robaron el sueño. Para ella, no se trata de ignorar lo que sentimos o fingir que nada pasa. Tampoco de evitar a la persona que nos altera, sino de comprender qué ocurre en nuestro sistema nervioso y cómo entrenarlo para que responda de forma distinta.
Muchos trabajadores llegan a sus oficinas deseando no cruzarse siquiera con ciertos colegas. Este simple pensamiento activa una alarma interna en el cerebro, poniéndonos en constante vigilancia. Así, cualquier comentario o gesto puede ser interpretado como una amenaza, y la reacción suele ser inmediata, incluso involuntaria.
Bayón explica que esas reacciones automáticas no reflejan quiénes somos realmente y considera fundamental dejar de culpar al otro y empezar a observar nuestros propios patrones neuronales. El neurocientífico Joseph LeDoux respalda esta idea con sus investigaciones, al demostrar que nuestras emociones responden más rápido de lo que somos conscientes. El cerebro emocional detecta amenazas antes de que podamos procesarlas racionalmente, activando nuestro sistema de defensa.
Ante esta realidad, la propuesta de Bayon es clara: entrenar el cerebro para que, en lugar de reaccionar impulsivamente, aprenda a responder con consciencia. Aunque no es un proceso inmediato, asegura que con práctica y dedicación es posible transformar la manera en que enfrentamos estos desafíos. Hay tres pasos fundamentales para iniciar este entrenamiento:
- Conocer cómo opera el cerebro: Entender que las reacciones son parte de un mecanismo automático del sistema nervioso.
- Identificar los disparadores: Observar qué comportamientos específicos del otro generan malestar, como su tono de voz, lenguaje corporal o ciertas palabras.
- Aprender a responder en lugar de reaccionar: Cambiar la narrativa interna para que esa persona deje de percibirse como una amenaza constante.
En resumen, no se trata de cambiar a los demás, sino de transformar la forma en que nuestro cerebro interpreta y responde a lo que ocurre a nuestro alrededor. Como bien dice Bayón: la serenidad no depende del otro, sino de nuestra capacidad para entrenar la mente.
En base a información de El Tiempo/GDA
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