Redacción El País
Los gimnasios, al igual que otros espacios sociales, cuentan con códigos implícitos de comportamiento que no siempre están escritos pero que se perciben como reglas básicas de convivencia.
Con el aumento de afiliados en los meses de calor, las rutinas extremas, los objetivos ambiciosos y la falta de costumbre en estos entornos suelen sacar a la luz hábitos poco respetuosos.
Entre las acciones que más generan conflictos están grabarse o sacarse fotos en el vestuario y durante las rutinas.
Francisco Piperatta, entrenador de famosos y director de San Juan Tenis Club, señala: “Para pavear no da grabar. En los gimnasios se suelen desatar problemas por gente que se graba sin el consentimiento de otros, desconcentrando a quienes entrenan en serio”. Solo los entrenadores tienen cierta licencia para filmar a sus clientes con fines técnicos.
Otro punto crítico es la ocupación de máquinas. Nadie es dueño de ningún equipo y todos tienen derecho a usarlo. Hacer varias series seguidas sin permitir que otros lo utilicen o descansar sobre la máquina con el celular rompe la convivencia.
Luciano Aguilera, preparador físico y fundador de Ciech Running Team, asegura: “Permitir que otros trabajen en la misma área es muestra de respeto y camaradería”.
Dar consejos sin ser profesional del fitness también está mal visto. Los novatos que corrigen a otros suelen cometer errores y no han sido solicitados, aumentando el riesgo de accidentes. En cuanto a la vestimenta, sacarse la remera o entrenar descalzo es considerado inapropiado y riesgoso. Además, mantener la higiene y el orden de los equipos es fundamental: limpiar máquinas, regresarlas a su lugar y usar toallas es un gesto de respeto que beneficia a todos.
La conducta sonora también genera roces. Gruñir, gimotear o reproducir música, podcasts o audios en voz alta interfiere con la concentración de los demás. El uso de auriculares es la manera correcta de mantener el ambiente respetuoso. Lo mismo aplica a la puntualidad en clases grupales: llegar tarde o retirarse antes de tiempo interrumpe la dinámica y afecta a instructores y compañeros.
Finalmente, los entrenadores a menudo reciben un rol extra como apoyo emocional, pero esto tiene límites. “Más allá de dar correcciones técnicas y armar rutinas, nuestro trabajo impacta directamente en la autoestima”, explica Piperatta. Establecer límites claros y mantener la profesionalidad ayuda a que la relación entre cliente y entrenador sea respetuosa y efectiva.
Respetar estas normas no escritas asegura un entrenamiento seguro, agradable y efectivo para todos. Los buenos hábitos en el gimnasio no solo evitan conflictos, sino que también fomentan una comunidad más amable y solidaria.
En base a La Nación/GDA