¿Es bueno para los niños acompañarlos hasta que se queden dormidos? Neuropsicólogo revela la respuesta

Durante los primeros años, el cerebro infantil percibe la ausencia de las figuras de apego como un posible peligro; eso se acentúa al caer la noche, cuando el entorno se vuelve más oscuro.

Niña durmiendo. Foto: Pixabay
Niña durmiendo.
Foto: Pixabay.

Redacción El País
Para muchas familias, la hora de dormir puede convertirse en una auténtica prueba de paciencia. Lo que a simple vista parece un simple pedido —que un niño pida que sus padres se queden a su lado hasta quedarse dormido— en realidad es una manifestación de una necesidad emocional profunda. El neuropsicólogo Álvaro Bilbao, especialista en desarrollo infantil, habló sobre este momento cotidiano.

Desde la neurociencia, se sabe que la necesidad de compañía durante la noche no es un capricho, sino una respuesta biológica vinculada al instinto de protección. Los niños pequeños aún no tienen completamente desarrollada la capacidad de autorregular sus emociones ni de calmarse por sí solos. Por eso, la presencia cercana de sus cuidadores actúa como un ancla emocional que les transmite seguridad.

Este fenómeno se conoce como angustia por separación y es una fase normal del desarrollo. Durante los primeros años, el cerebro infantil percibe la ausencia de las figuras de apego como un posible peligro. Esa reacción se acentúa al caer la noche, cuando el entorno se vuelve más oscuro y silencioso, aumentando la sensación de vulnerabilidad.

Niño durmiendo en su cama. Foto: Wikipedia
Niño durmiendo en su cama.
Foto: Wikimedia Commons.

El cerebro de un niño no funciona igual que el de un adulto. Las áreas responsables del autocontrol y la gestión emocional aún están en proceso de maduración y alcanzan un mayor desarrollo recién alrededor de los 9 o 10 años. Hasta entonces, el acompañamiento de los padres no solo ayuda a que los niños se duerman, sino que enseña al sistema nervioso a calmarse a través del contacto, la voz o el simple hecho de sentirse acompañado.

Negar esa necesidad o interpretarla como un signo de debilidad puede generar más ansiedad y resistencia a la hora de dormir. En cambio, responder con empatía fortalece el vínculo afectivo y facilita rutinas nocturnas más tranquilas para toda la familia.

niño durmiendo siesta
Niño durmiendo con un peluche.
Foto: Archivo.

Beneficios del contacto y la cercanía

Estudios respaldan que los niños que se sienten seguros durante la noche conciliarán el sueño más rápido y dormirán de forma más profunda. Además, esta sensación de calma influye positivamente en su desarrollo emocional, ayudándolos a construir una relación más estable con el descanso y con sus figuras de apego.

Acompañar a los hijos a dormir no es un gesto de sobreprotección, sino una forma de atender sus necesidades reales. Comprender cómo funciona el cerebro infantil permite a los padres transformar un momento de tensión en un espacio de conexión y confianza. Dormir bien no solo garantiza descanso físico, sino que se convierte en una de las herramientas más sencillas —y poderosas— para cuidar el desarrollo emocional de los niños.

En base a El Tiempo/GDA

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