Redacción El País
Durante siglos, las pesadillas fueron vistas como un fenómeno misterioso, casi sobrenatural. De hecho, hacia el siglo XVIII se creía que eran producto de un “peso” que oprimía el cuerpo dormido. Hoy, con el respaldo de la ciencia, se sabe que estos sueños angustiantes cumplen una función en el procesamiento de emociones intensas y traumas no resueltos.
Las investigaciones más recientes destacan que, lejos de ser simples malos sueños, las pesadillas tienen un impacto concreto en la calidad del descanso, en el estado de ánimo y en la vida diaria. Además, se identificaron causas frecuentes y se desarrollaron terapias específicas para tratarlas, sobre todo cuando se vuelven recurrentes.
¿Por qué soñamos con angustia?
Según la Asociación Estadounidense de Psicología, las pesadillas son más comunes en la infancia, pero también pueden continuar en la adultez, generando miedo, ansiedad, taquicardia e insomnio. Un estudio publicado en Social Psychiatry and Psychiatric Epidemiology reveló que uno de cada 20 adultos sufre pesadillas de manera habitual.
El motivo, explican los especialistas, tiene que ver con cómo el cerebro procesa las vivencias del día. En particular, durante la fase del sueño conocida como REM, se activan recuerdos y emociones que, si fueron especialmente intensos o negativos, pueden adquirir una forma dramática y simbólica en los sueños.
El rol del estrés y otros factores desencadenantes
Las pesadillas suelen manifestarse en la segunda mitad de la noche. Aunque son breves, generan despertares bruscos y dificultan volver a dormir. El estrés sostenido, los estados de ansiedad, algunos medicamentos (como los usados para tratar la presión arterial) e incluso ciertos hábitos antes de acostarse pueden facilitar su aparición.
Uno de los desencadenantes más estudiados es el trastorno de estrés postraumático (TEPT). Investigaciones de la Universidad de Pittsburgh hallaron que hasta el 80% de quienes padecen TEPT sufren pesadillas frecuentes. En estos casos, los sueños suelen estar directamente ligados a las experiencias traumáticas vividas.
¿Cómo se tratan las pesadillas recurrentes?
Cuando estos episodios se repiten con frecuencia o afectan la vida diaria, se recomienda consultar con un especialista en salud mental. La higiene del sueño —como evitar pantallas antes de dormir, mantener horarios regulares o reducir el consumo de estimulantes— puede ayudar, pero no siempre es suficiente.
En los últimos años, una técnica llamada terapia de ensayo en imaginación ha mostrado buenos resultados, sobre todo en personas con pesadillas vinculadas a traumas. La propuesta consiste en recordar el contenido del sueño angustiante, modificar su final por uno más neutral o positivo, y luego repetir ese nuevo guion mentalmente durante el día. El objetivo es reentrenar al cerebro para cambiar el patrón emocional asociado al sueño.
Comprender para aliviar
La visión científica actual reconoce a las pesadillas como una herramienta del cerebro para procesar temores y emociones no resueltas. Aunque no se conocen todos sus mecanismos, el avance de la neurociencia permitió entenderlas más allá del simple simbolismo o el susto pasajero.
Para quienes las sufren con frecuencia, es clave saber que hay opciones de tratamiento y que no están solos. Dormir bien es mucho más que una necesidad física: es también un acto emocional. Y en ese terreno, cada sueño —incluso los más oscuros— puede convertirse en una oportunidad para sanar.
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