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Las vidas de Rebeca: circo de patín sobre hielo, arte y música

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Rebeca Segundo

HISTORIAS

Esta artesana pasó por muchas cosas en la vida hasta llegar a este presente de lámparas de calabaza

"Nací dentro de un taller de cerámica”, dice Rebeca Segundo (56 años) a pocos días de volver de Barcelona, a donde viajó a visitar a su padre, el artista Juan Segundo, radicado en esa ciudad española desde hace 40 años.
La artesana hace referencia al taller que sus padres tenían junto a otra pareja en la calle Viejo Pancho, en Pocitos. Con su hermana se la pasaba en ese lugar, al igual que en los pasillos de la entoncesEscuela de Bellas Artes, en la que su padre daba clases. “Me hacía dos colitas y me llevaba”, recuerda.

En 1978 la familia se mudó a Las Toscas. Para ese entonces sus padres ya se habían separado y de ahí en más a ella la criaría la nueva esposa de Juan.

El taller familiar comenzó a exportar a España, Francia, Alemania, Kuwait… “los lugares más insólitos que se te ocurran”, dice. Trabajaban con una técnica china que se hacía con cobre y esmalte, pero que ellos cambiaron por bronce y resina.

Cuando Rebeca tenía 16 años empezaron a necesitar mano de obra calificada. Su hermana se sumó como diseñadora, en tanto ella se incorporó a la parte de soldado.

Piezas de Rebeca Segundo
Piezas de Rebeca Segundo

“Era muy buena soldadora”, admite. Con el tiempo se pasó al sector de la resina.

“Una artesana amiga de mis padres, Graciela Usera, me pidió un día que la acompañara a comprar mates para su taller. Fuimos a un lugar donde quedé asombradísima con la montaña de calabazas que había, todas llenas de tierra. Graciela me regaló una y yo dije: ‘La voy a calar, poner resina y me voy a hacer una lámpara’”, cuenta de un día que sería clave en su vida.
Llegó a la casa de su abuela y, como no tenía herramientas, tomó un cuchillo de cocina y caló la calabaza. Nunca la terminó, pero la idea quedó instalada en su cabeza.

Luego vendría un paréntesis de cuatro años y medio en el que Rebeca se sumó a un circo de patinaje sobre hielo que la llevaría a viajar por el mundo. Había empezado a patinar a los 5 años porque su padre también lo hacía, había sido jugador de hockey sobre hielo. “Yo tengo sus pasiones”, acota.

En 1978 vio en el cine de Parque del Plata la película Castillos de hielo y quedó fascinada. Aunque su “madre sustituta”, como la llama, le insistía en que tenía que estudiar porque del patín no iba a vivir, Rebeca fue a dar a la lista de unos reclutadores que llegaron al Platense Patín Club buscando patinadores para una compañía de patinaje sobre hielo.

“Terminé bailando La Cumparsitapor el mundo, recibiendo aplausos, siendo cabeza de compañía. Ser uruguaya y que te pase eso es muy loco”, comenta a El País.

Esa aventura terminó cuando tuvo que ir a México sola y no se animó. Entonces conoció al que sería su marido durante 25 años y el padre de sus hijos Germán (27 años) y Juan (24). Rebeca se dedicó a criarlos y a trabajar en la panadería que abrieron juntos.

“Un día mi ex marido se encontró con una novia de su juventud y se fue. A los 52 años me quedé con una mano atrás y otra adelante, sin saber qué hacer con mi vida”, cuenta.

Fue ahí que la lámpara de calabaza volvió a su mente. Juntó algunas herramientas y puso manos a la obra. “Al principio me costó mucho porque cuando dejás de hacer cosas cuesta que vengan las ideas a la cabeza. Las primeras calabazas fueron muy elementales. Eran agujeros, flores muy rígidas… las miro hoy y me da vergüenza”, confiesa.

Piezas de Rebeca Segundo
Piezas de Rebeca Segundo

Era 2017 y todo iba bien hasta que el año pasado tuvo un accidente doméstico. “Se me rompió una chancleta subiendo un escalón, me caí, me quebré dos dedos de la mano izquierda y me hice siete fisuras”, recuerda.
Si bien es diestra, trabajar con una sola mano no es lo mismo. “Como soy muy terca, no me detuve mucho a preguntarme ‘por qué’ y más bien me pregunté ‘para qué’, porque ya había aprendido que a veces las cosas suceden para algo”, dice.

En 2019 se había presentado al Premio Nacional de Artesanía, “bien de atrevida que soy” –apunta– y sus dos piezas quedaron seleccionadas para ser parte de la exposición en el Museo Blanes. En 2020, a pesar del accidente, volvió a postularse y una de sus piezas obtuvo Mención Honorífica e integró el Libro de Artesanías de ese año.

Calabazas repartidas por todo el mundo.

Sus lámparas están en Hecho Acá (shoppings Montevideo y Portones), Castillo Pittamiglio (Las Flores y Montevideo) y el Mercado de los Artesanos, del que su padre fue uno de los fundadores y donde en octubre la eligieron una de los Artesanos del Mes. También están distribuidas por Alaska, Suecia, Suiza, Holanda. Israel, España, Francia. Ecuador, Argentina, Chile y Estados Unidos. “Mi idea es repartir un poquito de luz por todo el planeta”, señala.

“No hago bocetos, las ideas las tengo todas en mi cabeza. Agarro una calabaza y ya sé cómo va a quedar”, detalla sobre su forma de trabajo.

Un día descubrió que mientras las hace, sopla, pero sabe por qué. Cuando era chica su abuela tejía y ponía a sus nietos a hacer madejas. “Nos decía: ‘Si hay un nudo tenés que soplar y el nudo se va desarmando’. Entonces, cuando voy calando, soplo porque para mí es como un nudo que tengo en la cabeza y tengo que sacar”, explica.

Añade que hacer lo que hace fue “sanar desde todo punto de vista y una reivindicación ante mis hijos. No hay nadie que haga lo que yo hago. Siempre digo que no se puede subestimar a nadie, ni siquiera a una calabaza porque no sabés lo que puede esconder”.

En ese pensamiento se mezclan otras cosas, como el cáncer que superó en 2014. A su hermana la habían operado de cáncer de mama en 2012 y para cumplir una promesa se lanzó a correr una carrera de 5 kilómetros. “Ahí volví al deporte, dejé de fumar y hoy en día corro carreras de 21 kilómetros. Correr me salvó la vida porque me di cuenta de que algo me estaba pasando y ahí me detectaron justito un cáncer en las trompas, en el ovario izquierdo. Me quitaron todo, solo me dejaron el ovario derecho”, señala.
Rebeca no lamenta nada, es más, se considera “una tipa con mucha suerte” que ha hecho de todo. Hasta cantó en los coros del último disco de Jorginho Gularte y trabajó en radio.

Piezas de Rebeca Segundo
Piezas de Rebeca Segundo

“Estuve en varios mundos, en submundos digo yo”, afirma quien hoy tiene una nueva pareja y un pequeño nieto, Ciro, nacido en octubre de este año.
“Aprendí que casi todo se puede arreglar, lo único que no se puede arreglar es la muerte, y que siempre hay que dar lo mejor. Soy muy exigente conmigo misma, en todo. Me gusta hacer las cosas bien porque creo que no cuesta nada. Si todos hiciéramos las cosas como se debe, funcionarían diferentes desde todos los aspectos de la vida”, sostiene esta mujer que solo le pide a la vida dos cosas: salud y tiempo.

“Tengo mucha cosa en la cabeza que quiero hacer y siento que me queda poco tiempo”, lanza en un tono optimista aunque parezca lo contrario.

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