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Los túneles secretos debajo de la librería Linardi y Risso

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Túneles debajo de Linardi y Risso

HISTORIA SUBTERRÁNEA

Arqueóloga estudió la construcción del siglo XVIII que posiblemente fue un refugio utilizado por jesuitas

Hipótesis.

Hay que pasar entre dos estanterías del fondo de la librería para acceder a una escalera angosta y empinada. Esta lleva a la entrada de un espacio oscuro y húmedo. Es un viaje hacia los primeros años de Montevideo en unos pocos segundos. El cuerpo central tiene forma rectangular y tiene techo abovedado; de él salen dos alas, una hacia el oeste y otra hacia el este en una disposición un tanto particular. Ambas están tapeadas por paredes modernas por lo que se desconoce el trazado original.

“Hay múltiples historias. Desde que están conectados a otros túneles (en la misma manzana) para defensa o para escapar sin ser vistos. De lo más cómico hasta lo más serio”, apuntó Linardi.

¿Qué hay de cierto? La encargada de encontrar una respuesta fue la arqueóloga Ana Gamas, quien manejó tres hipótesis: túneles construidos por los jesuitas, túneles con fines de contrabando o para alojar esclavos o simplemente se trataba de una cisterna.

La última es la explicación básica. Efectivamente, a partir de un momento, en el correr del siglo XIX, el lugar sirvió como cisterna. Se observa claramente una marca de agua a los 1,70 metros del piso. Donde hoy funciona la librería, se guardaba el carruaje y los caballos. Pero decir esto es empezar el cuento por la mitad. “Generalmente, las cisternas eran de corte rectangular o circular. Esta es totalmente atípica”, dijo Gamas a El País.

Túneles debajo de Linardi y Risso
Túneles debajo de Linardi y Risso. Foto: E. Leal

El edificio originalmente es de 1726. Su primer propietario fue Silvestre Pérez Bravo; a este le siguió Jacome Claramboux, hasta que José Nicolás Barrales, el primer vicario de la ciudad, lo ocupó entre 1738 y 1776.

Barrales era dueño de solo un cuarto de la manzana; el resto fue comprado posteriormente por la Compañía de Jesús, donde se erigió su colegio y una iglesia (emplazada donde ahora está la sede del Ministerio de Transporte y Obras Públicas.

“Era una manzana jesuita al igual que hay en Buenos Aires y de ella hay reminiscencias”, señaló la arqueóloga.

Además de los túneles bajo el local de Linardi y Risso, hay muros de piedra en donde funcionaba el restaurante llamado La Silenciosa y en otro café, ambos en la calle Ituzaingó, “amén de lo que esté por debajo del subsuelo y que no conocemos”, por lo que no es descabellado pensar que hay más túneles que podrían haber estado unidos.

“No se descarta la posibilidad del uso del espacio y su construcción como un sistema de resguardo civil utilizado por los propios jesuitas”, contó Gamas.
Hay que tener en cuenta que los jesuitas vivían tiempos convulsos que terminaron en su expulsión en 1767 por orden real. Pero antes de eso, en los años en los que habitaron la casa Pérez Bravo y Claramboux, tampoco había tranquilidad. A una cuadra de allí pasaba la muralla de la ciudad (concretamente estaba el portón de San Pedro ubicado en la actual esquina de 25 de Mayo y Bartolomé Mitre), por lo que Linardi cree que los túneles podrían haber servido como refugio frente a un ataque exterior. Cualquier bala de cañón podía llegar fácilmente a este punto.

Se puede suponer que también hay túneles debajo del padrón donde se levantó el viejo Museo Nacional de Historia Natural, que lindera la medianera oeste de la librería. Si bien Gamas no observó allí registros en el subsuelo durante la investigación, se trata de una construcción de la segunda mitad del siglo XIX que sufrió varias modificaciones por lo que pueden estar a mayor profundidad o pudieron ser retirados durante las obras.

Túneles debajo de Linardi y Risso
Túneles debajo de Linardi y Risso. Foto: E. Leal

Del siglo XVIII se ven ladrillos, baldosas y clavos. También se ven refracciones y agregados con materiales del siglo siguiente (por ejemplo, baldosas de un color parecido a las originales y que ya eran de fabricación nacional) e intervenciones muy posteriores.

Hay unos grafitis en la pared que fueron datados del siglo XX por estar escritos en letra de imprenta y no en cursiva como se estilaba en los siglos anteriores.

La hipótesis de los esclavos sí fue descartada por la arqueóloga. En primer lugar, no hay indicios de cadenas o grilletes o de cualquier material usado para recluir a individuos (hay unas cadenas colgando de una pared pero fueron puestas por los actuales propietarios para ambientar el subsuelo). En segundo lugar está la historia oficial: la compraventa de esclavos no era “algo solapado en la sociedad”.

Un edificio que fue un cabaret y algo más.

La sede actual de Linardi y Risso es la tercera que ocupa la histórica librería, que nació en 1944, con el nombre de Librería de Salamanca, en Bartolomé Mitre y Policía Vieja. Luego, en 1952 pasó a Juan Carlos Gómez 1418, y a mediados de esa década tomó el nombre de sus fundadores. En 1980 pasó a ocupar su actual sede, que antes había sido un cabaret. El colmado Sevilla fue un salón de espectáculos en vivo que funcionó allí por los años 40, y del que todavía se conservan algunos vestigios. “Este jardín que hay ahora, en su momento debió ser el escenario, y esas vigas de cemento, fueron el proscenio, de donde se sostenían los telones. Cuando vinimos al local, había un entrepiso, con palcos, donde podían venir los espectadores con privacidad”, contó Andrés Linardi. Arriba había una especie de prostíbulo que frecuentaban los señores patricios pero también los marineros que llegaban al puerto.

Túneles debajo de Linardi y Risso
Allí estaba ubicada la casa de Barrales (hoy librería). Plano de Montevideo de Joze Cavallo (circa 1820).

Dar a conocer.

A pesar de que Gamas consiguió alguna respuesta después de analizar meticulosamente el terreno, las paredes y los planos de la época, el verdadero fin de la construcción de los túneles es algo que solo sabe la persona que los mandó a trazar y que hoy descansa en algún lugar de la Ciudad Vieja (o no).

Escalones arriba, la librería-anticuario Linardi y Risso acapara toda la atención con sus 30 mil volúmenes en sus estantes y más de 75 años de trayectoria. Pero si se quiere conocer el subsuelo basta con pedir permiso. Andrés Linardi acompañará en la expedición porque cree firmemente en algo: “No hay que tener la Historia escondida”.

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