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Lámparas a partir de canillas, cajas y portarretratos hechas con encaje y pisapapeles en base a hormas de zapatos son parte de las creaciones de Dina Acosta, que integra la Cooperativa Nido Canelones.
"Desde siempre he sentido la necesidad de darle una segunda oportunidad a los objetos que me rodean. Pequeños tesoros que encuentro abandonados me atraen e inspiran a transformarlos en piezas únicas e irrepetibles”. Así presentaba Dina Acosta (64 años) su emprendimiento, El Taller de AlaDina, para el premio del Día Mundial del Medio Ambiente 2020.
Sus cajitas hechas en base a antiguos encajes lograron un reconocimiento que para ella fue muy enriquecedor, sobre todo que se valorara su ayuda al medio ambiente. Pero Dina no empezó con estos objetos, sus inicios fueron por el lado de las lámparas, en un taller que comenzó a gestarse hace más de 20 años.

“Siempre me dio la sensación de que las cosas actuales se rompen tan rápido que me pareció bárbaro darles una nueva vida, una segunda historia, y si tienen un poco de diseño, mejor”, cuenta a El País.
Dice que siempre fue restauradora, fuera en contacto con la madera o con los metales, aunque durante mucho tiempo se dedicara a algo que no tenía nada que ver, como trabajar con su hermana escribana.

“Toda la vida fui la encargada en mi casa de arreglar todo lo que se rompía o darle vuelta a las cosas y restaurarlas. También me gustaba hacer yo misma los regalos. Diría que tengo una inteligencia práctica”, apunta entre risas.
Así fueron apareciendo lámparas hechas a partir de una canilla, de un trozo de metal o de un caño de agua. Con el tiempo se fueron sumando portaservilletas realizados con viejas hormas de zapatos, portarretratos con marcos de encajes y más recientemente las agendas.

“Hay gente que me dice ‘esto no lo quiero más, ¿te sirve para algo?’ Entonces mi casa se transforma en un caos de cosas que quedan ahí y hay un momento que digo ‘¡uy! El camino es por acá’ y salen las piezas”, comenta sobre el proceso de creación.
Pero también va en busca de esos objetos que alguien ya desechó. “Busco en lugares que tienen cosas antiguas, que no son necesariamente antigüedades restauradas, sino trozos de cosas que van quedando. Las ferias son un gran aporte, sobre todo las vecinales”, acota.

Además pueden surgir objetos por encargo. “Me ha pasado que viene gente a la que se le rompió la sopera de la abuela y entonces pongo lo que queda en un maderón con ganchos y tiene un perchero para repasadores”, señala.
Lo afectivo es un ingrediente fundamental que Dina no descuida. “Son piezas con las que hay que tener mucho cuidado porque hay una historia detrás y a mí me encanta que esa historia siga, de otra forma tal vez. Ya no es una sopera, pero está ahí”, apunta a El País.
Sus creaciones han estado presentes en Hecho Acá; hoy su lugar es la Cooperativa Nido Canelones (ver recuadro) y las redes sociales (Instagram y Facebook).

Con sede en Canelones.
Hace 50 años que Dina vive en Shangrilá, departamento de Canelones. “Así que soy shangrileña, tengo la camiseta puesta”, dice entre risas.
Allí reside con su marido Miguel García, músico, compositor y arreglador que además fundó la productora de audio Mezcal junto a Alberto Magnone.
“Hace más de 40 años que hace jingles, muchos muy conocidos, como ‘rulemanes, Larrique, rulemanes”, canta y los futboleros enseguida se transportan a una cancha. “Eso nos causa mucha alegría a la familia”, comenta.

En Mezcal también trabaja su hijo Federico “Coco” García, tecladista, compositor y productor. “Tiene una banda, La Cápsula, y toca con el Congo”, cuenta como madre orgullosa.
“Somos muy felices porque vivimos de lo que nos gusta, amamos nuestros oficios y eso es lo más importante en la vida, que uno pueda hacer lo que realmente le gusta”, concluye esta restauradora que siempre habla de la doble historia de los objetos, “la de las manos del pasado en compañía de las mías”.

Cooperativa de 35 artesanas en una zona en crecimiento
Desde diciembre de 2020 en la Rambla Costanera Bajada 19 esquina Paul Harris, en Solymar, funciona la Cooperativa Nido Canelones. Se trata de un proyecto de 35 artesanas de todo el departamento que se juntaron para ofrecer dentro de un mismo local todo tipo de artículos con énfasis en la economía circular.
“Hay textiles, orfebrería, madera, restauradores... El local es de la Intendencia de Canelones, un día hubo un llamado, me presenté y quedamos seleccionados”, cuenta Dina Acosta, una de sus impulsoras.
Si bien comenzaron en plena pandemia, lo hicieron con todos los cuidados necesarios y la idea funcionó muy bien, sobre todo en verano, cuando hay más concurrencia.
Enfrente tienen el conocido restaurante El Italiano, además de otros “chiringuitos” de comida, y continúan los tradicionales puestos de pescadores.
“Notamos que en la Ciudad de la Costa faltaba un mercado de artesanos. Tenemos un público fiel que viene a buscar artesanías de buen nivel, que no se encuentran en otro lugar”, destaca sobre este emprendimiento que abre todos los días, de 10 a 19 horas.
“Se ha formado como un pequeño centro comercial y van a venir más negocios”, anuncia la artesana.
