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Ser madre después del cáncer infantil y juvenil: un proyecto de Pérez Scremini

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La Pérez Scremini hizo un estudio  que demuestra que la gran mayoría de los niños y adolescentes con cáncer usan terapias complementarias que no tienen pruebas científicas de su efectividad. Foto: AFP

SALUD REPRODUCTIVA

La fundación inició un programa de vitrificación de ovocitos de sus pacientes para que conserven su fertilidad luego de los tratamientos; asume los costos

La doctora habló de una “segunda oportunidad” pero, si se cuenta la curación del cáncer, esta fue la tercera. Catalina (nombre ficticio) padeció una enfermedad hematológica maligna en la infancia. Ahora, a los 17 años, concurre a la policlínica de seguimiento de la Fundación Pérez Scremini donde se descubrió que su reserva ovárica quedó altamente comprometida después de la quimioterapia. Catalina tiene muy pocas chances de quedar embarazada. Sea segunda o tercera oportunidad, se le ofreció ser la primera participante de un nuevo programa que busca proteger y preservar la fertilidad de pacientes oncológicos menores de 18 años.

Catalina, sobreviviente del cáncer, ahora tiene hecho un depósito para el futuro en un laboratorio: ocho ovocitos almacenados a -196° hasta que decida ser madre.

En Uruguay se diagnostican alrededor de 130 casos nuevos de cáncer por año en menores de 15 años; a estos se suman unos 55 casos de pacientes de entre 15 y 19 años. Un gran porcentaje se atiende en la fundación creada Luis Alberto “Ney” Castillo. Y, lo más satisfactorio, es que la tasa de sobrevida está en el entorno del 80%. “Hoy nos fijamos en cómo curar con calidad de vida y conseguir una reintegración lo más plena posible a la sociedad”, dijo el pediátrica y oncólogo a El País. En este sentido, preservar su fertilidad es imprescindible.

Los niños y adolescentes, según explicó Castillo a El País, toleran mejor que los adultos las toxicidades agudas de los tratamientos oncológicos “pero, como son organismos en desarrollo, son más vulnerables a secuelas tardías”. Hay estudios internacionales que demuestran que las secuelas crónicas –renales, cardíacas, neurológicas, endocrino-gonadales– llegan casi al 60% de los pacientes.

La responsable del proyecto de oncofertilidad en la Fundación Pérez Scremini, la ginecóloga Dana Kimelman, integrante de la Clínica Ginecotocológica “A” de la Facultad de Medicina de la Universidad de la República, señaló que se vio que las pacientes que padecieron cáncer en la infancia o en la adolescencia tenían la reserva ovárica “muy comprometida” a los cinco años siguientes al tratamiento.

El cáncer infantil más frecuente es la leucemiay, dentro de ella, la linfoblástica. Le siguen los tumores del sistema nervioso central y después otros tumores como los renales, meduloblastoma y óseos. Por edad, la más común es la leucemia, con un pico en la edad preescolar (de 3 a 5 años). Los tumores óseos son más frecuentes en niños más cerca de la pubertad, adolescentes y adultos jóvenes. El linfoma de Hodgkin se presenta más en adolescentes y los tumores suprarrenales malignos en los más chiquitos.

La Fundación Pérez Scremini recibió a un grupo de voluntarios internacionales. Foto: Delfina Milder
La Fundación Pérez Scremini recibió a un grupo de voluntarios internacionales. Foto: Delfina Milder

No todas las patologías presentan el mismo riesgo para la fertilidad. Eso depende del tratamiento, de los fármacos y de sus dosis, de la edad del paciente y, en el caso de las mujeres, de su reserva ovárica. Por ejemplo, la primera línea de tratamiento para una leucemia aguda linfoblástica no deja secuelas gonadotóxicas significativas; pero sí puede hacerlo si el paciente sufre una recaída y debe tomar medicamentos más potentes o si es candidato a un trasplante de médula ósea.

El objetivo de la Fundación Pérez Scremini es que “entre la tercera parte o la mitad” de los pacientes diagnosticados cada año a partir de 2021 accedan a la vitrificación de ovocitos o esperma. El costo lo asume la organización con el apoyo económico del Centro de Esterilidad Montevideo.

La responsable del proyecto, la ginecóloga Dana Kimelman, integrante de la Clínica Ginecotocológica “A” de la Facultad de Medicina de la Universidad de la República, explicó a El País que la quimioterapiase divide en cuatro grupos: riesgo alto, riesgo moderado, riesgo bajo y riesgo desconocido. Hay drogas más agresivas que otras. Los llamados agentes alquilantes como la ciclofosfamida reducen la reserva ovárica. “No hay riesgo cero. No existe ningún tratamiento que afecte de forma nula a la fertilidad”, apuntó a El País.

Parte del trabajo del equipo de investigadores es detectar aquellos pacientes que por su tratamiento tendrán un alto riesgo de sufrir secuelas en su salud reproductiva. Lo ideal es hacer antes la vitrificación de ovocitos o esperma. No obstante, se puede hacer después, como fue el caso de Catalina. El procedimiento es diferente si la niña no alcanzó la pubertad. Si no lo hizo, no puede recibir estimulación ovárica con hormonas. Será candidata, entonces, a otro programa que está en desarrollo: el autotrasplante de tejido ovárico.

“Como la preservación de la fertilidad de los pacientes oncológicos aun no tiene financiación a través del Estado, la fundación, con una generosidad extrema, decidió hacerse cargo de los costos de los procedimientos. El Centro de Esterilidad Montevideo hace un gran esfuerzo para bajar los costos. Así será más accesible para estos pacientes tan especiales”, expresó Kimelman. La vitrificación cuesta alrededor de US$ 3.000 más el costo de la medicación y el mantenimiento.

Hoy repartirán lazos en la puerta de la Fundación. Foto: Fundación Pérez Scremini
La Fundación Pérez Scremini lleva adelante el proyecto de oncofertilidad. Foto: Fundación Pérez Scremini

Tejido ovárico: antes de la pubertad.

Fundación Pérez Scremini, Clínica Ginecotocológica “A” de la Facultad de Medicina y el Centro de Esterilidad Montevideo comenzaron en setiembre de este año, con financiación de la ANII, un proyecto que busca estandarizar una técnica de vitrificación de tejido ovárico para la preservación de la fertilidad en niñas que aún no pueden congelar ovocitos debido a que el eje hipotálamo-hipófisis-ovario se encuentra inactivo. “Es para las niñas a las que no podemos practicarle la estimulación ovárica con hormonas”, apuntó Dana Kimelman, ginecóloga especialista en medicina reproductiva.
Cuando llega a la adultez, a la paciente se la autotrasplanta.

El estudio se prolongará por 36 meses. Ahora mismo se trabaja con ovejas para luego realizar pruebas clínicas. “Es un método que se hace en otras partes del mundo. Ya hay 180 nacimientos gracias a la preservación de tejido ovárico y nosotros queremos hacerlo, pero queremos estar seguros de que va a funcionar”, comentó a El País.

El director técnico de la Fundación Pérez Scremini Luis Alberto “Ney” Castillo sostuvo que esta técnica está en fase de desarrollo a nivel mundial y que, en unos años, se conocerá su verdadero potencial. “Conservar el tejido ovárico da otra chance aunque hoy no se tenga la técnica completamente definida”, señaló.

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