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José Biró, el inventor que enseñaba a pensar

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José Biró. Foto: Diego Fischer

Punta del Este

Mariana, hija del creador, mantiene un estrecho lazo con Punta del Este, donde reunió a su familia.

Entre sus inventos más famosos están la birome, el cambio automático y el sistema que posibilitó el desarrollo del tren bala de Japón. Húngaro de nacimiento, Ladislao José Biró (1899-1985) desembarcó en Argentina en 1941 y cuatro años después compró un terreno en la parada 8 de la Mansa, construyó su casa de veraneo a la que bautizó con el nombre de Ñusco (conejito en húngaro) e hizo de Punta del Este su lugar en el mundo. Su lema fue “no hay que tenerle miedo a lo desconocido” y anduvo por el mundo pregonando que “no hay fracasos en la vida sino inconvenientes”.

Su hija Mariana Biró Sweet, heredó de su padre el espíritu emprendedor y si bien optó por el magisterio, fundó hace cincuenta años La escuela Del Sol en el barrio Colegiales de Buenos Aires, donde a imagen y semejanza del modelo educativo finlandés, se enseña a los alumnos a ser buenas personas y a pensar y a desarrollar la capacidad inventiva. También, desde 1998, preside la Fundación Biró, cuya razón de ser es fomentar la inventiva y la educación.

Mariana Biró estuvo la semana pasada en Punta del Este, como casi todas las veces que puede cruza el Río de la Plata y se encuentra con sus amigos uruguayos de toda la vida. Además, en el cementerio de Maldonado están enterrados sus padres.

Su relación con Uruguay se remonta a la adolescencia y su amor por la Península se refleja en su cara y en un comentario que la llena de ilusión y emoción: “A fin de año nos reuniremos todos aquí”. Después de mucho tiempo, sus cinco hijos, sus trece nietos y sus tres bisnietos, desperdigados hoy por todo el mundo, se juntarán en Punta del Este para celebrar Navidad. En esta, su reciente visita, recorrió el campo deportivo del Instituto Uruguayo Argentino (IUA), donde conversó con El País.

La historia de esta mujer rubia de ojos claros y hablar amable y cautivante es casi imposible de separar de la de su padre. Ella lo sabe y con alegría ha sabido asumir su papel de hija de un gran inventor, para dejar -muchas veces y a los ojos de la gente- en un segundo plano su propia y exitosa carrera de docente.

Tanto con Biró como con Isabel Schick, su madre, tenía una relación extraordinaria. Su padre era el creador y su madre el cable a tierra. El hobby de Biró era estudiar la vida social de las hormigas. Pasaba horas observándolas en el jardín de su casa de Belgrano. Mariana recuerda que en una oportunidad la llamó para explicarle algo que había descubierto. Le mostraba el sendero que habían hecho esa tarde y le explicaba su teoría; así estuvo largo rato, hasta que se acercó su madre y les dijo: “Es muy interesante tu descubrimiento, pero la cena está pronta y se enfría”. Era el cable a tierra.

Los primeros recuerdos son de Argentina, cuando en 1941 Ladislao, Isabel y Mariana, de ocho años, desembarcaron en Buenos Aires. Su padre había sido convocado por un grupo de inversores húngaros para que desarrollara su último y revolucionario invento, la lapicera con esfera en su punta. Biró la había patentado en 1938 en Hungría, aunque su desarrollo y su difusión mundial fue en Argentina.

Invento de un periodista.

Biró provenía de una familia de médicos y todos apostaban a que seguiría la tradición familiar. Pero no. Tenía una curiosidad innata que lo llevó a estudiar ingeniería y simultáneamente ejercer el periodismo para un importante diario de Budapest.

Cansado de los inconvenientes y hasta papelones que pasaba con las lapiceras a la hora de tomar notas y entrevistar personas, decidió buscar una solución al problema. Entre lo que pensó y observó en la imprenta del periódico nació la lapicera con esfera redonda que -años más tarde- se conocería en el mundo entero como birome. Poco antes, Biró, con apenas treinta años de edad, había inventado el cambio automático que, en 1935, se lo vendió a la General Motors en Berlín, compañía que lo tuvo sin aplicar durante casi dos décadas.

“Los primeros modelos de biromes eran de baquelita marrón, con capuchón, pesaban y tenían olor a pis”, recuerda Mariana, y agrega que fue en Argentina donde su padre “perfeccionó su invento y fue sumando nuevos modelos”. La esfera redonda de la punta era fabricada por la empresa sueca SKF que hacía balas para las armas de guerra. En 1946 inventó el modelo retráctil. Para entonces su invento ya se conocía como birome por la unión de su propio apellido y la suma de las dos primeras letras de su coterráneo Jorge Meyne. Creó y patentó cien modelos diferentes.

En 1946 Biró y los inversores que lo habían convocado vendieron la patente de la birome a los Estados Unidos por dos millones de dólares de la época. Para comprarla se juntaron las empresas Ever y Faber. En Europa la adquirió el francés Marcel Bich, quien anunció de antemano que las biromes serían descartables. Poco tiempo después surgió la Bic.

Creador: Lászlo Biró con la lapicera que cambió la escritura.
Creador: Lászlo Biró con la lapicera que cambió la escritura.

Un hombre normal.

Mariana recuerda a su padre como un hombre normal. Lejos de todo estereotipo, le gustaba la música, pintaba al óleo, jugaba al golf, leía mucho y disfrutaba conversando. “Era un gran curioso que todo lo que descubría, lo compartía”, subraya y agrega: “Punta del Este era su lugar en el mundo, como también lo fue para mi madre”, comenta. Y recuerda que “disfrutaba del contacto con la naturaleza, caminar por sus bosques y contemplar los atardeceres en la Mansa”. ¿Cuántos de sus inventos habrán sido pergeñados contemplando estos paisajes? Nunca lo sabremos.

Biró sostenía que entre un invento y su concreción debían transcurrir al menos seis años. Su hija nunca se olvida la tarde de 1964, cuando viendo un programa de televisión en el que explicaban cómo funcionaría el tren bala que se inauguraba en esos días en Japón, su padre exclamó: “Eso lo inventé yo hace más de veinte años”. A lo que su hija le preguntó: “¿Por qué no lo desarrollaste?”. “El mundo entonces, no estaba preparado para ello”, le contestó.

Biró efectivamente inventó el sistema electromagnético que hace funcionar al tren. También fue el creador de una cerradura inviolable, cuya patente compró una empresa multinacional y la archivó. No era un buen negocio para los fabricantes de cerraduras. En pocos años se hubieran quedado sin trabajo.

Mariana cuenta la tarde que le informó a su padre que se dedicaría por completo a la docencia y que fundaría junto con su marido un colegio. Nacía la Escuela Del Sol en Buenos Aires. Ella era profesora de inglés, autorizada a ejercer en colegios bilingües de los Estados Unidos, y acababa de obtener su título como maestra de grado en Argentina. “No arruinen a los chicos dándoles información, déjenlos pensar”, aconsejó Biró. Desde entonces, Mariana tuvo claro que un buen docente y una buena escuela son los que saben diferenciar entre información y conocimiento. “Nadie sobrevive solo y la clave de una buena educación está en aprender a convivir”.

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