HISTORIAS
Nicolás Vizziano, Gonzalo García Ayala y Karina Vignola cuentan cómo pasaron de vivir situaciones extremas a ayudar a otras personas a superar momento difíciles en sus vidas.
La oscuridad
Nicolás sufrió bullying desde 1º de escuela hasta 1º de liceo, tanto por parte de sus compañeros como de los funcionarios de la institución: “Todo el tiempo me decían que no valía, que no tenía que estar ahí”. Una de las situaciones que más le marcó fue cuando los niños que estaban en su grupo de ‘amigos’ le dijeron que no querían tener nada más que ver con él. “Cuando les pregunté por qué, me respondieron ‘porque sos vos’”, relató.
Si bien en 2º de liceo se cambió de institución, siguió sufriendo bullying, esta vez solo por parte de los alumnos. En tercero le diagnosticaron depresión y pronto comenzó a tener intentos recurrentes de autoeliminación. “El punto clave fue cuando intenté ahorcarme en mi cuarto, pero justo mis padres llegaron, patearon la puerta y se zafó el atado”. Ellos se negaron a internar a Nicolás en una clínica, pero establecieron una guardia de 24 horas con sus familiares.
Gonzalo tenía 20 años y estaba viviendo en Toronto, Canadá, cuando su vida tuvo un quiebre. “Empecé a tener problemas con la que era mi esposa y con el laburo y extrañaba a mi familia y mis amigos de Uruguay”, recordó. Estaba mucho tiempo solo porque su pareja trabajaba largas horas y no lograba conseguir un trabajo nuevo, así que sintió que su vida ya no tenía sentido.
“Todo se empezó a poner negro, incluso empecé a sentir que mi esposa me engañaba y fue un momento de profunda soledad”. Comenzó a salir todas las noches y eso se transformó en un “consumo problemático de alcohol”. A su familia de Uruguay no le contaba lo que estaba atravesando porque le daba vergüenza. “Ellos siempre me apoyaron y sentía que era un desagradecido al no disfrutar de estar en el lugar donde yo había querido estar”, expresó.
Por su parte, Karina sufrió depresión desde su adolescencia, pero en ese momento no fue tratada. Luego tuvo una etapa en la que se sintió mejor, hasta que llegó su “gran recaída” en 2017, a partir de la muerte de su padre. “Cada vez me sentía peor, para mí todo era una oscuridad permanente”, dijo. Incluso sentía que su mera presencia le hacía mal al resto y que no cumplía como amiga, ni como esposa, ni como madre, ni como hermana. En ese momento, creyó que “lo mejor era que no estuviera”, así que a fines de 2019 tuvo un intento de autoeliminación.
El rayo de luz
En medio de tanta oscuridad, Nicolás encontró un primer rayito de luz. Estaba en el cumpleaños de su tía cuando conoció a una señora que integraba un proyecto llamado Plato Lleno, que consiste en el retiro de alimentos excedentes, comida que muchas veces está sellada y ni se tocó y se entrega en merenderos, comedores y hogares.
“Me involucré mucho y empecé a hacer rescates de alimentos”, contó Nicolás. En ese momento también comenzó otra terapia “que fue muy positiva”, fue a retiros espirituales y tuvo tratamientos con diferentes plantas medicinales. “Mi familia retomó esa esperanza que fui haciendo mía también y a partir de los 18 años empecé a tener una mejoría grande”.
Entonces, llegó a una de las conclusiones más importantes de su vida: “Me di cuenta de que quería salir adelante y para eso tenía que encontrar un propósito”. Con Plato Lleno entendió que lo que lo hacía feliz era poder ayudar a otros. “Mi motivación siempre partió de ese dolor donde yo no había podido ser feliz y quería que los demás sí lo fueran”.
El rayito de luz de Gonzalo llegó dos meses después de haber estado sumido en un estado depresivo. Empezó a tomar clases de yoga y de meditación y también se puso a estudiar Reiki. Pronto se dio cuenta de que quería volver a Uruguay, pero no tenía dinero para el pasaje, así que hizo afiches para repartir en peluquerías y pegar en paradas de ómnibus. “Me salieron algunos pacientes de Reiki y logré viajar”, contó.
Una vez en Uruguay, su estado depresivo continuó, pues se había separado de su esposa y no tenía “ni un peso, ni un propósito”. Con la meditación empezó a observarse y entender para qué había atravesado todo eso. Se puso a hacer cursos de crecimiento personal, metafísica y otros y tuvo la idea de compartir lo que aprendía con otros jóvenes.
Luego de su intento de suicidio, Karina estuvo tres días en CTI. Sin embargo, al despertar encontró su rayito de luz: “Me aferré a la vida porque en realidad no quería morir, solo quería dejar de sufrir”. Comprendió que podría calmar el dolor con el tratamiento adecuado para sanarse y entenderse a sí misma.
A pesar de trabajar en la televisión y ser una figura pública, durante el primer año luego de aquel episodio ella prefirió ocultar lo que había sucedido. Sin embargo, un día estaba en un programa de televisión en donde le preguntaron cómo estaba y no pudo evitar contarlo todo. “Fue impresionante la cantidad de personas que me escribieron ese mismo día porque se sintieron identificados o porque tenían algún familiar con esos síntomas”, relató.
El tiempo pasaba y más gente seguía buscando su apoyo. Cierto día, un hombre se le acercó en el supermercado y con los ojos llenos de lágrimas le dijo: ‘Gracias, porque vos salvaste la vida de mi hija’. Entonces, se dio cuenta de lo importante que fue haber visibilizado lo que le pasó, porque “la depresión es una enfermedad tabú”. De esta manera, pudo “encontrar el sentido” a la tristeza y soledad que vivió.
Expandir la luz
Nicolás probó militar en la política, pero se dio cuenta de que eso no le gustaba realmente. “Lo que quería hacer era generar oportunidades, así que conseguí un trabajo en una inmobiliaria”. Luego, decidió fundar su propia empresa inmobiliaria trabajando desde su casa y el 10 de octubre de 2021 abrió su primera oficina.
Para él, lo más importante siempre es ayudar a los demás. Por ejemplo, una vez tenía que alquilar un apartamento en Sayago, pero la familia que estaba interesada no podía pagarlo todo. Entonces, contó: “Bajé mi ganancia en un 70% para que pudieran realizar la transacción”. Hoy tiene 22 años, una pareja y su propio proyecto. “Siento que todo lo que me pasó me permite afrontar lo que venga”, sostuvo. Y añadió: “No hay algo peor que me pueda pasar porque todo lo que pasé dentro de la vida que tengo ya es mucho mejor que el hecho de no tener vida”.
A partir de la red de jóvenes que había creado, Gonzalo comenzó a dar talleres de manera gratuita. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que quería dedicarse al 100% a eso, así que lo transformó en su fuente de ingresos. Su producto estrella es el Código MYA (meditación y autosanación), un curso de 90 días de duración donde enseña sobre respiración, meditación y otras herramientas que ayudan a que las personas “salgan del estado ‘zombie’ en el que te mete la depresión”. De esta manera, impulsa a que “la gente tenga más energía y sea responsable de su vida, tomando acción en vez de estar continuamente reaccionando”. “Si no hubiera vivido lo que viví, quizás nunca me hubiera propuesto querer ayudar a otros”, aseguró.
En cuanto a Karina, actualmente está estudiando counseling, una profesión que acompaña a las personas en momentos de crisis. “Por lo que viví puedo llegar a entender y guiar a quienes están atravesando lo mismo”, afirmó. Su objetivo es prestar este servicio de manera gratuita, sobre todo para aquellos que no pueden pagar una asistencia privada: “A veces la espera para un psiquiatra o un psicológico puede ser de meses y en esa espera se nos puede ir una vida”.
Asimismo, integra la comisión de trabajo del proyecto de Ley de Educación Emocional. “La idea es que la educación emocional entre a las escuelas y a los liceos porque si un niño o adolescente está padeciendo depresión no va a aprender matemáticas ni geografía ni nada”, sostuvo.
La depresión: síntomas, efectos y tratamiento
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la depresión es un trastorno de salud mental que se caracteriza por “una tristeza persistente y una falta de interés o placer en actividades que previamente eran gratificantes y placenteras”.
A su vez, el sueño y el apetito pueden verse alterados y suele ser común el cansancio frecuente y la falta de concentración.
Los efectos se pueden ver en muchos ámbitos de la vida, como en el rendimiento escolar, la productividad laboral, los vínculos y la participación comunitaria.
La OMS también señala que “en los países de ingresos bajos y medianos los servicios de asistencia y tratamiento de personas con depresión suelen ser deficientes o inexistentes”. En este sentido, se estima que “más del 75% de las personas con trastornos de salud mental en esos países no reciben tratamiento”.
Ser una referente a partir de su experiencia
Desde que Karina Vignola hizo pública su historia la cantidad de gente que le ha escrito por redes sociales ha sido enorme. “Siempre trato de contestar y en algunos casos les pido el celular”, aseguró. Un día, por ejemplo, una señora le escribió por Instagram para decirle que hacía pocos instantes su hijo había tenido un intento de suicidio y “no sabía para dónde agarrar”.
Karina la acompañó por teléfono hasta que vino la ambulancia y le contó todo lo que había vivido y los pasos que tenía que seguir.
Hasta ahora ha ayudado a los demás desde su propia experiencia, pero se propuso estudiar counseling para ofrecer un acompañamiento más profesional. “Como counselor no diagnosticamos, pero hacemos un trabajo de prevención y acompañamiento en momentos de crisis”, explicó.


Un problema nacional
La Encuesta Nacional de Adolescencia y Juventud que se llevó a cabo en 2018 registró que el 14,2% de los jóvenes manifestaron que durante dos semanas al menos habían sentido tristeza, desesperación y, por tal motivo, interrumpieron tareas cotidianas. Por otra parte, el 3,5% de los jóvenes consideró quitarse la vida y el 43% de ellos incluso diseñó una estrategia para hacerlo, lo que habla de una situación sumamente dramática.