En una mesa de su casa, hace siete años, María Inés Costa Saravia se enfrentaba a un desafío inesperado: el crochet. Había decidido aprender por su cuenta para preparar los souvenirs para el primer cumpleaños de su hijo. Entre tutoriales y horas de práctica, descubrió dos cosas: la satisfacción de crear con sus manos y el dolor persistente en la muñeca que amenazaba con frustrar su nuevo pasatiempo.
De esa incomodidad cotidiana nació una idea que cambiaría su vida: una herramienta capaz de mantener la tensión del hilo de manera mecánica, evitando forzar los dedos y logrando puntadas siempre parejas. Con curiosidad autodidacta, conocimientos de diseño gráfico y explorando el mundo de la impresión 3D, comenzó a dar forma a un prototipo que pronto se convirtió en un objeto imprescindible para ella.
“Lo pensé, diseñé, armé y lo probé hasta que funcionó. Lo empecé a usar y ahora ya no puedo tejer sin el aparato”, contó a El País.
El invento de Costa Saravia funciona mediante un sistema retráctil que mantiene el hilo siempre tensionado: al hacer una puntada, el hilo avanza para permitir el tejido y luego regresa a su posición original, listo para la siguiente puntada. Además, cuenta con aberturas diseñadas para apoyar la aguja durante las pausas, evitando que el tejido se desarme. El dispositivo se sostiene mediante un anillo en el dedo, permitiendo tejer sin interferencias, y puede colocarse o retirarse en cualquier momento del proceso.
Gracias a este mecanismo, tanto principiantes como tejedoras expertas consiguen puntadas uniformes y cómodas, reduciendo el esfuerzo físico y haciendo que tejer sea una experiencia mucho más placentera.
Ese invento casero, nacido entre ovillos y aprendizajes de maternidad, fue creciendo hasta transformarse en una innovación protegida por derechos de propiedad intelectual en Uruguay y en Estados Unidos. El dispositivo no solo alivió sus dolores, sino que abrió las puertas a un mercado internacional, llegando incluso a venderse en gigantes del retail como Walmart en EE.UU.
Este 4 de setiembre, en Santiago de Chile, Costa Saravia recibió un nuevo reconocimiento: el premio Ingenias LATAM 2025, otorgado por la Oficina de Propiedad Intelectual de la Unión Europea (EUIPO), en el marco de un programa destinado a visibilizar y potenciar el talento femenino en innovación y propiedad intelectual en América Latina.
Alexandra Mayr, jefa en funciones del Servicio de Colaboración Internacional del Departamento de Cooperación y Colaboración de la EUIPO, señaló: “La historia de María Inés demuestra que cualquiera que tenga una idea puede llegar a ser inventora, independientemente de ser científica o no. Su historia, y la de las cuatro ganadoras, nos muestra que la perseverancia y la confianza son clave para convertirse en inventoras exitosas, además de ser creativas e ingeniosas”.
En esta primera edición de Ingenias LATAM, además de la uruguaya, fueron premiadas inventoras de Brasil, Chile y Paraguay, en áreas que abarcan desde la biotecnología hasta la accesibilidad para personas con discapacidad visual.
Innovar con aguja y 3D.
Convertir aquella idea en una innovación reconocida internacionalmente no fue un camino sencillo. Costa Saravia presentó ella misma la solicitud de patente como modelo de utilidad en Uruguay, tras realizar una búsqueda internacional que confirmó que su sistema mecánico de retracción del hilo no tenía antecedentes similares. Más tarde, con el apoyo de abogados especializados, registró la protección también en Estados Unidos, donde encontró un mercado ávido de herramientas para manualidades. Los dibujos técnicos los hizo todos ella.
La apuesta rindió frutos. Su invento fue licenciado a una empresa de artesanías estadounidense que lo produjo en serie y lo distribuyó en cadenas como Walmart y en tiendas en línea, agotando las primeras tandas de venta. Se fabricaron más de 5.000 unidades.
Actualmente la licencia ya venció, por lo que la diseñadora e inventora recupera el control total de su creación.
Más allá del mercado, la uruguaya también encontró en su herramienta un propósito social. Con ella elaboró pequeños “pulpitos” tejidos a mano para bebés prematuros hospitalizados, una iniciativa solidaria que busca brindarles contención y beneficios terapéuticos.
“Mi huella es dar a los recién nacidos algo hecho a mano, con calorcito y cariño”, señaló a El País.
En Uruguay, tejer no es solamente un pasatiempo: forma parte de una tradición arraigada en la vida cotidiana y en la economía nacional. El país es el tercer exportador mundial de lana en estado natural y el primero en América Latina, con la Unión Europea como su principal destino. Durante décadas, la fibra fue el motor de la industria textil y sigue sosteniendo a cientos de familias rurales, muchas de ellas mujeres que preservan técnicas de hilado y tejido transmitidas de generación en generación.
En ese contexto, la herramienta de Costa Saravia no solo alivia el esfuerzo físico de las tejedoras modernas, sino que también actúa como un puente entre la innovación tecnológica y una práctica ancestral que define parte de la identidad uruguaya.
Mayr destacó: “Esta herramienta facilita el trabajo artesanal y promueve prácticas de producción más eficientes, sostenibles y accesibles para las comunidades locales”.
El premio Ingenias LATAM reconoce justamente esa capacidad de las mujeres para aportar soluciones que combinan creatividad, impacto social y proyección económica. Las ganadoras fueron seleccionadas por un jurado internacional integrado por representantes de las oficinas de propiedad intelectual de los países participantes y por referentes del sector privado de la innovación.
El comité evaluó tanto la vigencia de los derechos de propiedad intelectual que protegen cada invención como su aporte a la innovación, la sociedad y la sostenibilidad.
Como parte del reconocimiento, se presentó durante la ceremonia un minidocumental sobre las inventoras premiadas. Además, la EUIPO anunció que desde diciembre de 2025 asumirá la gestión de los primeros registros de indicaciones geográficas artesanales e industriales en Europa.
Curiosa e inquieta por naturaleza, Costa Saravia asegura que siempre está imaginando soluciones a problemas cotidianos.
“Cada vez que me enfrento a una necesidad pienso en cómo resolverla, y no descarto que de ahí surja otro invento”, admitió.