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¿Cómo escucha alguien que dejó de escuchar? La historia de la documentalista Charo Mato

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Charo Mato

HISTORIA DE VIDA

Es argentina y se realizó un implante coclear que le permitió recuperar la escucha. En su primera película, 8 cuentos sobre mi hipoacusia, cuenta su experiencia.

Charo Mato hace películas. Es argentina, tiene 32 años, el pelo enrulado y los ojos negros. Cuando estaba en primer año del colegio una maestra notó algo raro en ella: le iba bien en matemáticas, pero, cuando hacían un dictado, Charo se perdía. Escuchaba algunas palabras y completaba el resto de la narración con la imaginación. Entonces pensaba, Charo, que esa tarea —el escribir lo que la maestra repetía en voz alta— era demasiado difícil. Se trataba, creía, de escuchar lo que se pudiera y de imaginar el resto: era imposible oír las palabras completas, ninguno de sus compañeros podría escucharlas a todas.

Cuando tenía seis años Charo fue diagnosticada con hipoacusianeurosensorial bilateral progresiva. El médico dijo que la pérdida de la escucha iba a ir en aumento hasta llegar a ser definitiva.

Hasta ese momento nadie se había cuestionado por qué Charo había aprendido a hablar recién a los tres años ni por qué le costaba pronunciar algunas letras, como la erre. A los ocho tuvo su primer par de audífonos. En la adolescencia dejó de escuchar, pero Charo había aprendido a leer los labios desde muy temprano y lograba comunicarse con los demás. En la juventud quedó sorda definitivamente.

“Yo estaba terminando la facultad —es egresada de la carrera de Diseño de Imagen y Sonido de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires— y trabajaba en una productora audiovisual. Y recuerdo que muy pocas personas sabían que yo usaba un audífono y que era hipoacúsica, era un refugio para mí no hablar sobre el tema. Pero entonces me quedé completamente sorda y los audífonos ya no servían para llevar a cabo mi vida como la había tenido hasta ese momento, es decir, comunicándome con el lenguaje hablado”, dice Charo.

Entonces le contaron que existía una opción para volver a escuchar. Se trataba de un implante coclear, un mecanismo que ella explica así: “Una parte se implanta adentro mediante una cirugía y se activa con un procesador que está afuera. Funciona como un imán a mi cabeza, una vez que se me pega, se activa lo que tengo en el interior. Esto es un procesador digital, como si fuese un audífono, y lo que hace es lo siguiente: entra el sonido del ambiente por el procesador que lo decodifica y manda a través de una bobina un impulso eléctrico a los electrodos que tengo implantados en la cóclea, que son como pequeñas antenitas que mandan el impulso eléctrico al nervio auditivo. Así se genera una escucha electromagnética”, explica Charo, que se realizó el implante en 2015. Ahora, si se saca el dispositivo que va por fuera, se queda en absoluto silencio.

Una película que reivindica

La primera definición de hipoacusia que surge cuando se busca la palabra en Google dice que se trata de un trastorno sensorial que consiste en la incapacidad para escuchar sonidos, y que dificulta el desarrollo del habla, el lenguaje y la comunicación.

Charo Mato en Cinemateca
Charo Mato en Cinemateca. Foto: J.M. Ramos

Lo que queda reverberando, después de mirar 8 cuentos sobre mi hipoacusia, la primera película de Charo —una coproducción entre Argentina y Uruguay— que se estrenó el pasado 4 de agosto en Montevideo, es que hay tantas formas de vivir la hipoacusia como personas con hipoacusia existan.

El implante coclear es, tal vez, una de ellas. Es la que Charo eligió. Y también la que reivindica en su película: un documental sobre la hipoacusia en el que su historia se mezcla -y se cuenta- a través de su relato, pero también a través de otras historias, de otras experiencias, de otras hipoacusias.

Quizás ahí —en esas historias que son a la vez tan iguales y tan diferentes— radique la belleza y la potencia de esta película que todavía se puede ver en Cinemateca.

“Lo que a mí me lleva a querer hacer 8 cuentos sobre mi hipoacusia son las ganas de visibilizar cómo me cambió la vida el implante coclear”, cuenta. “Por ejemplo, antes yo no hablaba por teléfono, habla solo por WhatsApp o mails, me incomodaba tener una conversación telefónica. Después del implante empecé a hacerlo, empecé a relacionarme de otra manera y empecé a contar qué era lo que me había pasado. Entonces entendí que hay que nombrarse, contar lo que nos pasa, la gente tiene que saber cómo escucha alguien que no escucha. Después de contar tantas veces mi historia y ver cómo interesaba, después de buscar una película que empatizara con lo que me pasaba a mí y no encontrarla, pensé que tenía que hacer una película en la que yo pudiera contar mi historia”.

Era 2017 cuando empezó a trabajar en la película sobre su hipoacusia. Revisó las imágenes sobre su infancia que guardaba su familia. Seleccionó. Pensó qué quería mostrar. Eligió cómo contarlo. Un tiempo después murió su madre. Entonces, 8 cuentos sobre mi hipoacusia se transformó, también, en una carta para ella: en un relato de las cosas que no le dijo.

Una herencia, varias voces

Charo Mato
Charo Mato. Foto: J. M Ramos

La hipoacusia es hereditaria. Su padre es hipoacúsico, dos de sus primos son hipoacúsicos, ella es hipoacúsica. Lo único que tienen en común es, descubrieron mientras Charo filmaba la película y los entrevistaba, que todas las personas con esta discapacidad de la familia tienen sangre A-. No saben la explicación científica de eso. La hipoacusia no era un tema del que se hablara demasiado, dice Charo.

Sus familiares hipoacúsicos son parte de su película. Y todos tienen formas distintas de vivirla. Su padre, por ejemplo, que ni siquiera utiliza audífonos, dice esto: “Toda mi asimilación de la sordera vino con vos”. Su prima, por ejemplo, que aprendió a leer los labios siendo una niña, dice esto: “El ser hipoacúsica me condiciona a no poder tener todas las conversaciones que quisiera tener”. Su primo, por ejemplo, que tuvo sus primeros audífonos cuando tenía 12, dice esto: “Si escuchara distinto, ¿podría hacer todo lo que hago?”.

Charo vive su hipoacusia de otra manera, en parte, por el implante coclear. Le resuenan, sin embargo, todas esas palabras, todas esas ideas. Sobre todo, la última: eso de que la hipoacusia ha moldeado su manera de ser y de estar. Dice que, si lo piensa, lo que ha hecho y lo que es, ahora, tiene que ver con lo que ha escuchado y con lo que no, con las formas de su sonido y con las formas de su silencio.

“Yo no hubiera hecho esta película sin todas las cosas que me sucedieron. Creo que hoy lahipoacusiame define de una forma feliz. Incluso el hacer cine tiene que ver con esto: el registro permite rever y re escuchar muchas veces las cosas hasta poder entenderlas”.

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