Publicidad

Hace 16 años que diseña piezas únicas de joyería textil que son muy requeridas

Compartir esta noticia
Natalia Cantarelli

TENDENCIAS

El hilo, la aguja y el cobre son los grandes aliados de Natalia Cantarelli, una artesana que basa su obra en el diseño de accesorios. Sus piezas son reclamadas por clientes del Uruguay y el exterior.

Dice que el azar la llevó del campo a una galería de arte. Es que Natalia Cantarelli (46 años) entró al mundo laboral como técnica agropecuaria. Con un compañero de la Escuela Agraria trabajaba en un predio para unos suizos que vivían en Uruguay y producían hortalizas exóticas.

La relación con sus patrones ya venía en decadencia cuando su amigo le comunicó que tenía pensado renunciar y ella decidió acompañarlo en la decisión. Pero un día antes de que lo hicieran, los despidieron.

Natalia Cantarelli
La línea Rosita, de piezas de un solo color, es la que más exito tiene.

“Quedé sin trabajo, pero en ese momento no era un problema porque podía elegir dónde trabajar. Lo que yo quería era propagar las plantas, la sanidad vegetal, pero no encontraba dónde hacerlo”, recuerda.

Por ese entonces practicaba tai chi y eso la había acercado a muchos artistas. Fue así que se hizo amiga de la ceramista Virginia Techera, quien le contó que la artista plástica Ana Baxter abría una galería y necesitaba quien la ayudara.

Natalia Cantarelli
Pulseras multicolores hechas con hilos y cobre son parte de la amplia oferta.

Se presentó y ese mismo día pasó algo que marcó su futuro. “Quedé en el medio de una venta en la galería porque apareció un español y me hacía las preguntas a mí. Ana seguía pintando y no se acercaba. Entonces ella me dijo: ‘¿Querés probar?’. Ahí me cambió todo, pasé de un tipo de trabajo rural a otro que no tenía nada que ver con lo que venía haciendo hacía muchísimos años. Fue inesperado, nunca lo había pensado, no existía para mí la posibilidad de vivir del arte”, cuenta.

No había tomado ningún curso, fue aprendiendo con la práctica a gestionar un cuadro, ver cómo moverlo y ver cómo se manejaba un artista. “Ahí empecé a dimensionar este mundo”, dice recordando una época de oro en la que la gente compraba arte y quienes se dedicaban a esta actividad podían vivir de ella.

Natalia Cantarelli
Cada pieza es única y le lleva un buen tiempo que Natalia le dedica con mucha pasión.

Ana le propuso enseñarle a pintar y ella le contestó que lo que le interesaba era aprender la técnica del tapiz, saber armar un telar. “Un día en una charla, hablando de cómo los holandeses creaban volumen sobre el tapiz, me comenta del cobre y me manda a la ferretería a comprar cables”. Así fue que le enseñó a pelar cobre y usarlo en artesanías. Natalia comenzó a forrarlo con lanas, con cintas y a modelar figuras sobre el telar. Comenzaba para ella un camino que no iba a tener vuelta y que ya lleva 16 años.

“Entré en ese mundo en un buen momento”, reconoce. La galería estaba en la calle Pérez Castellanos, en una época en que la Ciudad Vieja era un lugar fermental para los artistas. “Estaban los ateliers de Cecilia Mattos, del “Pollo” Vázquez… todo el tiempo estaba en contacto con toda esa movida. Pasaba por el taller de uno y ya algo que veía trataba de plasmarlo en mi obra”, acota.

Natalia Cantarelli
Natalia vive en Aguas Corrientes, departamento de Canelones, pero trabaja para todo el país.

Ana le había enseñado a armar tapices en miniatura con fósforos que ella llevaba en un bolsito. “En vez de fotografiar un lugar, lo plasmaba en tapices. Esos fueron mis primeros collares; eran hermosísimos, pero ahora no los podría volver a hacer porque eran muy ingenuos también”, reconoce.

Los fines de semana trabajaba en su obra y cuando tenía licencia se iba a venderla a la Feria de Punta del Este y volvía sin nada. Con el dinero que ganaba empezó a estudiar diseño de moda en la Escuela de Peter Hammers, que tenía una propuesta inspirada en el arte. “Era experimentar y experimentar, así que también fue un desencadenante”, afirma.

Natalia Cantarelli
Empezó en la tienda Imaginario Sur y hoy suma el Mercado de los Artesanos y la feria Ideas+.

Comenzó a mover su trabajo en las tiendas de diseño. “Imaginario Sur fue la primera. Le mostré mis piezas a las chicas y me dijeron ‘acá hay algo, esto es divino’; yo no tenía noción de lo que estaba haciendo”, apunta.

Luego de tres temporadas yendo a Punta del Este le planteó a Ana su deseo de independizarse porque ya su trabajo en el taller le llevaba mucho tiempo. “Fue difícil renunciar, tuve que hablarlo mucho en terapia porque el trabajo en la galería tenía su atractivo y era un buen ingreso, tenía comisión por ventas. Además, no sabía qué iba a pasar cuando renunciara, era otro desafío”, recuerda.

Fue una buena decisión porque a los dos meses obtuvo una beca para estudiar técnicas de bordado en China. Se había presentando por consejo de su amiga Virginia, que estaba convencida de que esa beca era para ella. “Fue una confirmación de que estaba en el camino que debía estar”, destaca.

Clientes de aquí y de allá

De mayo a julio se va de viaje con sus piezas. Ha estado en París, Portugal, México, Brasil y Argentina. En Uruguay tiene clientas muy fieles atentas a sus novedades.

Al encuentro de otro mundo.

No estaba en sus planes viajar a China, pero lo agradece porque le cambió la cabeza. Fue en 2008, año de los Juegos Olímpicos de Pekín.

“Estuve tres meses confirmando el valor de la artesanía. Tiene algo de tradición, es patrimonio inmaterial, va pasando de generación en generación y en esos países se ve. Es abismal la diferencia de precio entre una artesanía y un producto industrial”, destaca en diálogo con El País.

Cuenta que lo vio todo, desde un producto industrial bordado a uno artesanal perteneciente al Museo del Bordado, “de épocas milenarias, cuando no existía la pintura y se bordaban escenas de la vida cotidiana o batallas. Quedé conmovida”.

Fue así que con el tiempo fue encontrando su estilo, al que define como “súper artesanal en la elaboración y con una impronta artística”. Se inclinó por la joyería textil y es eso a lo que se dedica hoy casi por entero. “En una época hice una serie de esculturas de bicicletas, pero también las armaba como collares”, señala.

Busca no repetirse y que cada pieza sea única. También le gusta el metal y lo ha utilizado para algunas piezas. Desde el año pasado viene incursionando en piezas un poquito más grandes, las que enmarca como si fueran cuadros. También ha vuelto a las esculturas para las que usa restos de materiales que le quedan de otros años y ha probado realizar bordados que por ahora están a mitad de camino.

Natalia Cantarelli
En invierno, la artesana lleva sus creaciones a otros países; en 2020 no pudo por la pandemia.i

“Unir las cosas y darles cuerpo con una aguja y un hilo me fascina, son mis aliados. Como es tan simple la técnica que utilizo a veces quiero subestimarla, pero me encanta”, destaca y confiesa que puede pasarse horas con cada pieza y hasta olvidarse de comer.

La pandemia la hizo volver a la técnica agropecuaria y montar una huerta en su hogar que no para de crecer.

Igual sabe que lo suyo es el arte, que “sigue valiendo la pena hacer cosas con las manos, transmitiendo su espíritu en cada pieza. Es lo que sigo buscando a pesar de todo lo que significa hoy sostener esta actividad. Busco lograr que lo que hago tenga su alma, que pueda dialogar con la persona y transmitir algo”.

Sus piezas son requeridas en el exterior

Natalia, que hoy tiene su taller en Aguas Corrientes (Canelones), donde vive, cuenta con dos líneas principales de joyería: Rosita, la que más vende y es monocolor, y otra de piezas más coloridas y que le llevan mucho más tiempo. Tiene muchos clientes del exterior y presencia en una tienda de París (Pays de Poche) y otra en Palma de Mallorca. Está en el Mercado de los Artesanos, feria Ideas + y a veces va a Tristán Narvaja. Posee cuenta en Instagram.

Natalia Cantarelli
Dice que la aguja y el hilo son sus grandes aliados a la hora de encarar sus diferentes piezas.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad