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Juan Carlos López: "'Americando' no se trata de sumar kilómetros, se trata de sumar afectos"

Juan Carlos López

ENTREVISTA

El proyecto de Lopecito cumple 50 años, sigue en la televisión, inicia una colección de libros y hasta tiene un sello conmemorativo del Correo Nacional; de cosas de esas charló con El País

Juan Carlos López, a quien el cariño popular conoce como Lopecito, es, en persona, como en la televisión. Campechano, amable, conversador y matero. Y oyente de Radio Clarín.

La excusa para estar con él, en un rincón de su casa lleno de recuerdos, homenajes y libros, son los 50 años de Americando, su proyecto de vida que incluye miles de kilómetros de rutas nacionales, programas de radio, televisión y ahora una colección de libros y hasta un sello conmemorativo del Correo Nacional, que es una caricatura que lo resume en una boina y un bigote.

El primer libro de la colección Americando se llama Tradiciones de campo (BMR) y tiene ese rescate de amor, memoria y tradición que es parte de Lopecito y lo que ha venido dando en estos 50 años.

De algo de eso, El País charló con el comunicador. Estos son extractos de esa conversación.

-Hay un fuerte componente de amor y cariño en Americando...

-Absolutamente. El otro día me dijeron que Americando es como un espejo donde la gente se refleja y yo me reflejo en la gente. Pero no es, me decían, un espejo que termine ahí, sino que deja pasar todo hacia la comunidad, hacia los demás y está todo imbuido de amor. Un día el cardenal Sturla, al final de una misa, me miró y dijo: “Donde está Lopecito siempre pasan cosas buenas”...

-Gran piropo..

-Ahí me di cuenta de que lo que pasa es que yo, para vivir, necesito mostrar lo bueno. Es como una reacción que me fue dando la vida y creo profundamente en el amor: no hay ninguna construcción entre los seres humanos que no se base a eso. En la presentación, el ministro Pablo da Silveira dijo una cosa linda: que si bien Americando defiende lo rural y la cultura criolla, no está contra nadie.

-¿De dónde sale eso?

-Si bien he pensado por qué pasan las cosas en la vida, recién ahora me van quedando claro hasta las etapas. Esa falta que yo tuve y me di cuenta después, del agradecimiento al padre. Soy una generación en la que los padres no hablaban con los gurises. Y papá y mamá eran unos burros de laburo. Entonces, quedó esa deuda. Estoy seguro de que nunca le llegué a decir a papá que lo quería. Se privaron de todo y todo era por los hijos. Y había que estudiar “para ser mejor que yo”, decían. A mi me faltó eso de decirle: “estás equivocado, porque mejor que vos, imposible”. Y no decirle nunca a papá y mamá un “te quiero”. Quizás ahí está la base de lo que uno pretende hacer con Americando. Yo a todos ahora les digo que los quiero, los recibo entero.

-En el libro se habla de ladrilleros, guasqueros, oficios en riesgo. ¿Se ve como uno de los últimos en una tradición de comunicadores?

-Sí. No tengo la menor duda de que adhiero a una enorme cantidad de valores y de actitudes de vidas que no quiero que se terminen. Y si yo pienso que eso está bien y que es una buena forma de vivir la vida con determinadas cuestiones, parámetros, por qué no lo voy a defender. A mi no me van a pasar por arriba: tengo esa cuestión de dignidad.

-¿Cómo es trabajando?

-No voy a la mesa de edición, por ejemplo, porque dejo los materiales que colecto y las ideas que propongo al equipo. Sí exijo que se respeten algunas cosas: los silencios, las miradas, y me interesa mucho que filmen las manos y los ojos de la gente porque todo eso habla, dice cosas.

-¿Cómo surge Americando?

-Llego a Radio Rural en el 68 y el mundo estaba en llamas...

-Perdón, en ese ambiente, ¿usted ya era blanco y católico?

-No, no era nada. Seguramente opositor a casi todo.

-Llega a Rural...

-...Y me encuentro con payadores, y que al mediodía leíamos a dos voces los mensajes: “atención Mengano, va Fulano para allá, espérelo en la portera”, “atención Fulano, la hija tuvo un bebé, está bien”. Y me enfrenté a un mundo que desconocía totalmente. Y cuando me empiezan a mandar al interior a cubrir cuestiones agropecuarias, ferias, para mi era todo novedad. Esos choques fueron bien importantes. Y en 1972 cuando me dan la mañana para hacer un programa de corte folclórico, mi cabeza está llena de Los Chalchaleros, Mercedes Sosa, un poquito de Amalia de la Vega. Y ahí empiezo a pasar música pero también a recibir cartas, miles que conservo todavía. Cosas como “Fulana de Tal, le dedica ‘De cojinillo” por Los Olimareños a su hermano que está trabajando en el establecimiento tal”. Cartas hechas en una hojita en el medio de la campaña, que había que llevarla a la portera, que alguien la alcanzara al pueblo, ponerla en el correo, que llegara a Montevideo y que la llevaran a la radio. Y de eso pasaba una semana y alguien escuchando todo el tiempo a ver cuándo la leía. Eso se transformó en un torrente de cartas. Un día le cuento al maestro Ruben Lena que me andaban diciendo que no leyera más saludos y me dedicara a pasar música. Y Lena me dijo: “no, Lopecito, música pasa cualquiera, hasta un tocadiscos, usted salude a la gente porque cuando usted saluda, y con nombre y apellido, esa gente se escuchó por la radio y no lo pensó pero siente que está viva”.

-Y cuenta una historia...

-Esa es la otra desesperación de Americando: todos tenemos una historia e importa mucho lo que hacemos cada uno. Es una vida que la estamos gastando cada uno y tenemos talentos y cuestiones que en general no valoramos, porque no las charlamos con el otro.

-Y en ese sentido ha venido rescatando esas historias.

-No se trata de sumar kilómetros, se trata de sumar afectos. En Americando pasa lo que pasa por los afectos. El afecto a un oficio, a una persona. Y tratar de darle voz a quienes no entendés por qué no tienen más voz. A veces me dicen que Americando es un programa de campo pero no es así: es un programa con campo. Eso hace la diferencia y lo raro. En un país que tiene a la vaca y el caballo en el escudo, ¿es de afuera que yo hable de ese tema y que atraviese mi proyecto? El comunicador no va a buscar noticias a Tacuarembó o Paysandú, se queda en la tranquilidad montevideana. No se dan cuenta de que cuando dicen “está lloviendo”, deberían fijarse que del Río Negro para arriba hay una seca brutal.

-Esas historias son memoria, además...

-El otro día, un viejo me dijo: “Muchacho, no somos más que memoria. Usted está acá hablando conmigo porque acordamos venir y usted se acordó y vino. Y usted me está preguntando cosas de viejo y si yo me olvido no sé ni quién soy, ni cómo me llamo. Dentro de un ratito no sé que va a pasar, pero por ahora somos memoria”. Y a mi tal vez sea eso lo que me desespera: que no queden eslabones sueltos porque la historia del país es la historia de cada uno de nosotros, todas juntas. Ahí es donde actúa Americando.

-¿Qué tiene ganas de hacer ahora?

-Radio. Tengo mucho tiempo para eso y soy un tipo oral al que le cuesta mucho más escribir que charlar. Y por ahora la memoria está casi intacta. No sé qué va a pasar para adelante.

-¿Le preocupa su legado?

-Tengo un cosa contradictoria con eso. Yo no quiero que este sótano lleno de cosas, todo esto, sea una carga para mis nietos. Con esto va a pasar lo que tenga que pasar, y lo que Dios disponga. Cada vez creo más en eso.

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