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ENTREVISTA

Paloma Herrera y cómo transmitir la danza: "Nunca creí que el miedo fuese la forma"

La exbailarina argentina estuvo en Montevideo como maestra invitada por el Ballet Nacional del Sodre.

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Paloma Herrera en el BNS
Leonardo Mainé

Por Soledad Gago*

El salón es enorme: una caja de pisos grises rodeada de espejos. Las bailarinas están dispuestas en todo el espacio. Ella, vestida completamente de negro, la cara limpia, el pelo tirante hacia atrás, marca los ejercicios, mira al pianista que acompaña la clase y, cuando las bailarinas se mueven, tomadas a la barra, camina entre ellas, las mira con el ojo atento y afilado. Cuando terminan les dice algunos comentarios, les hace correcciones: que si mantienen firme el torso entonces podrán estar más tiempo en equilibrio, que estiren más las piernas, que para girar salgan desde la quinta posición y lleguen a la misma. A veces hace que repitan los ejercicios, insiste, las mira de cerca, le marca una corrección a alguien, vuelve a insistir.

No hace falta conocerla para entender, ahí, mirando una de sus clases, que aunque haya dejado de bailar en 2015, hay algunas cosas -ideales, valores, formas- que no cambian: la minucia, la exigencia, el respeto, la perfección, la delicadeza.

Así, exactamente de la misma forma en la que ahora da la clase para el Ballet Nacional del Sodre (BNS), ha sido toda la carrera de Paloma Herrera, argentina, exprimera bailarina del American Ballet Theatre (ABT) y exdirectora del Ballet del Teatro Colón.

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Paloma Herrera junto a bailarines del BNS
Leonardo Mainé

Así, de esa manera, llegó hasta la cima: a los 15 años el American Ballet, una de las compañías más prestigiosas del mundo, le ofreció un contrato, un año después fue ascendida a solista y, a los 19, a primera bailarina. Fue la persona más joven en la historia de la compañía en llegar a ese lugar. Bailó allí durante 25 años. Se transformó en estrella de la danza mundial. Fue portada de The New York Times y elegida, en 1999, dentro de los diez bailares más importantes del siglo por Dance Magazine.

Así, también, decidió dar un paso al costado: en 2015, cuando tenía 40 años, dejó de bailar. Después asumió la dirección del Ballet Estable del Teatro Colón, cargo en el que estuvo hasta comienzos de 2022, cuando renunció.

“Yo dejé de bailar porque veía que las cosas estaban cambiando y que yo no iba a poder cambiarlas, entonces preferí dar un paso al costado y dejar a mi carrera como la burbuja que había sido para mí. Con el Teatro Colón me pasó lo mismo. Antes yo creía que con amor podía lograr lo que fuera, y después me di cuenta de que una no puede cambiar el mundo. Cuando no podes ser vos y hacer las cosas como crees que hay que hacerlas, tenés que irte”, dirá a El País después de la clase con el BNS.

—Pasó un año de tu renuncia, ¿cómo evaluás los años al frente del Ballet del Colón?

—Fueron cinco años durísimos. Pero igual los volvería a hacer, porque aprendí un montón. Cuando entré pedí que solucionaran algunas temas de base, me dijeron que sí y nunca sucedió, sobre todo las jubilaciones. Yo tenía una compañía con 100 bailarines de los cuales la mitad tenía más de 45 años, pero no se podían ir porque no tenían una jubilación. Y por otro lado tenía a personas muy talentosas que querían entrar a la compañía y se terminaban yendo del país porque no había lugar para ellos. Como ese, hay muchísimos problemas de base que hacen que las cosas no funcionen bien. Lo que fue muy gratificante fue cómo valoró el público el trabajo que hice, y también trabajar con toda la gente con la que trabajé, todos los coreógrafos que vinieron, los maestros, los bailarines invitados: yo traté de hacer lo que a mí me hizo bien como bailarina, pero no alcanzó.

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Paloma Herrera, exprimera bailarina del American Ballet
Leonardo Mainé

Desde que se fue del Colón, Paloma se ha dedicado a dar clases en escuelas y compañías, pero también asumió la dirección artística del Kaatsbaan Ballet Intensive, un curso intensivo para bailarines de todo el mundo en Nueva York.

Ahora, como maestra, Paloma intenta hacer lo mismo que quiso hacer con el Ballet del Colón: transmitir las experiencias que a ella le sirvieron en su carrera y corregir aquellas que no fueron tan buenas.

“Como maestra intento ser muy distinta a cómo fueron conmigo algunos maestros o couches. Eran otras generaciones y también uno trata de reparar un montón de cosas. Yo de Olga Ferri, por ejemplo -su primera maestra de danza y referente- tengo muchas cosas, la tengo a Olga adentro mío, su respeto, su forma de entender al salón y al escenario como templos, su dedicación absoluta. Pero ella tenía una rigidez que yo prefiero no tomar. Me pasaba con otros maestros, ya de profesional, que iban a las clases y era todo tan tenso que no se podía ni respirar. Eso a mi como bailarina no me servía, no sacaba cosas buenas. Capaz que a otros sí, pero yo ahora trato de hacer lo que a mí me hacía bien. Y nunca pensé que el miedo o la mano dura fuera buena para la enseñanza, algo que era muy común en el ballet. Yo intento alejarme de eso y enseñar desde otro lugar”.

Hay algo de eso que se ve en sus formas de pararse ante una clase. A las bailarinas del BNS les exige, pero les habla suave, las corrige, pero sonríe. Insiste, pero con delicadeza.

Para ella, las clases son tan importantes como el escenario. Así lo entendía cuando bailaba y así lo entiende ahora. El salón es el lugar para crecer, para probar, para preguntar, para equivocarse. Por eso, para Paloma un salón de clase siempre fue un espacio sagrado: una burbuja en la que no había nada más -en la que no importaba nada más- que bailar. Por eso, dice, aunque entre las nuevas generaciones de bailarines las cosas no sean como eran antes, cree que hay aspectos que no pueden cambiar, que son parte de la esencia del ballet.

“Las generaciones cambiaron un montón, pero el bailarín es un deportista de elite, el deportista profesional sabe que tiene que tener disciplina y entrenarse, porque sino, no tiene carrera. Entonces cuando uno va a dar clases, en general la gente está focalizada porque sabe que es así, que tiene que ser así”, dice.

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Paloma Herrera dando clases al BNS
Leonardo Mainé

La exbailarina llegó a Uruguay justo antes de La tregua, la obra de Marina Sánchezque el BNS estrenó el pasado jueves 16 y que tiene funciones hasta el 29 de marzo. Aunque no trabajó en la puesta de la obra, como sí lo hizo en ocasiones anteriores cuando vino como maestra invitada, sí pudo ver a la compañía dirigida porMaría Noel Riccetto -con quien compartió varios años de carrera en ABT- ensayar.

“A la compañía la veo muy bien, trabajan muy bien, en las clases están con todas las pilas. He tenido clases de chicos, de chicas, con toda la compañía y todos trabajan muy a full. Eso es hermoso de ver, que una compañía trabaje así, de esa manera. Pude ver varios repartos de La tregua y me gustó mucho el trabajo que están haciendo”, cuenta sobre el BNS.

Unos días después, cuando Paloma dé su última clase, las redes sociales se llenarán de imágenes de bailarines y bailarinas junto a ella en las que escribirán: “Un placer aprender de una maestra como vos”; “Crecí mirándote bailar”; “Gracias por inspirarnos”; “Gracias por estos días con vos, Paloma”.

A esto se refería: a que aunque las generaciones cambien y el tiempo pase, hay cosas que nunca cambian.

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