ENTREVISTA

Florencia Zabaleta, o cómo desnudarse en cuerpo y alma para hacer un hito en el Teatro Solís

Protagoniza "Estudio para La mujer desnuda", el éxito de la Comedia Nacional de 2022 que reestrena este viernes en el Teatro Solís. De eso, esta charla.

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Florencia Zabaleta en "Estudio para La mujer desnuda" en el Teatro Solís.
Foto: Carlos Dossena

Por Belén Fourment
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¿Cómo se hace un desnudo? ¿Cómo se construye una mujer desnuda hoy, en este tiempo de empoderamiento y feminismo como dos fuerzas tan de la mano y tan al choque, tan poderosas y tan confusas? ¿Cómo se descubre y se muestra la propiedad más privada, más íntima, más recóndita, en la era de la belleza hecha de filtros y el amor propio como máxima impuesta? ¿Cómo se hace para caminar desnuda por los pasillos de un teatro solemne y ante 1.500 pares de ojos curiosos? ¿Cómo se sale de ahí limpia, indemne?

Florencia Zabaleta no ha conseguido la respuesta. Se hace la pregunta y la contesta como si todo se tratara de un mismo sintagma: “¿Cómo lo manejé? No tengo idea”.

Está a punto de volver a desnudarse, ella, en la sala principal del Teatro Solís, para vestirse y volverse un personaje al que luego, otra vez, expondrá en toda su forma.

Es, Zabaleta, la protagonista de Estudio para La mujer desnuda, la obra —el acontecimiento, la experiencia— más comentada del último año de la Comedia Nacional. Hoy que el elenco estable inaugura su temporada 2023, que fue lanzada ayer en conferencia, se reestrena este fenómeno que escribió Leonor Courtoisie sobre novela de Armonía Somers, y que agotó sus 11 funciones de 2022. Va por 11 más: estará hoy y mañana a las 21.00, del jueves al domingo próximo y luego el 11, 12, 17, 18 y 19 de marzo, siempre a las 21.00 salvo los domingos (20.00). Hay entradas en Tickantel a $ 400, y 2x1 para socios de Club El País.

Zabaleta es Rebeca Linke, la mujer que, cuando cumple 30 años, se corta la cabeza, se quita la ropa y sale a devorarse un pueblo que no la entiende y no sabe qué hacer con ella, con tanta soltura, con tanta hambre, con tanta libertad. Somers la publicó en 1950 y Courtoisie la desmenuzó ahora, para una obra que pone en escena lo ficticio al tiempo que dialoga con lo real, en un ida y vuelta directo con el público y con la ciudad.

La actriz, que no tiene idea de cómo hizo lo que hizo, tiene otras certezas. Sabe perfectamente que, en todo este recorrido, su mayor desnudez pasó por aspectos mucho más personales y abstractos que el de la revelación de la carne. Y que ella también tenía que romperlo todo.

“Yo me sentía mucho más desnuda de alma, porque tenía que ver con mi historia, con cómo yo asumía la edad que tenía, el cuerpo que tenía, el momento de mi vida en el que estaba”, dice ahora, a punto de cumplir 40 años. “Dije: sí, yo necesito cortarme la cabeza para volver a empezar. Ese era el desafío. Ese era mi acontecimiento propio”.

En "Estudio para La mujer desnuda"

Zabaleta, que es de Maldonado, integra la Comedia Nacional desde 2008 y el año pasado también protagonizó La trágica agonía de un pájaro azul, sobre otra mujer en conflicto vital, habla de la madurez con la que ahora se reencuentra con Rebeca Linke y la comprende. Habla del alivio, de la nueva energía (para este ciclo y por temas de agenda, Fernando Dianesi reemplazará a Luis Martínez en el elenco), pero también habla del miedo.

Con el público, dice, nunca se sabe. Hay que ganárselo.

Estudio para La mujer desnuda es una pieza de impacto, que incluye interacción con la audiencia, un final en la calle y un ritual de fuego. Y también un desnudo, que no es insolente ni erótico y ni siquiera tan importante. La desnudez de fondo, la que importa, es mucho más compleja. La física solo era necesaria.

“¿Viste cuando estás conociendo a alguien y no querés llevar todo a que sea coger, pero en un momento hay que coger? Es algo así. Si no pasa por ahí, el vínculo está raro, pero al mismo tiempo no querés que sea solo eso”, explica Zabaleta. “Con el desnudo era así: no sabíamos si lo necesitábamos realmente, pero al mismo tiempo había que hacerlo porque si no, no estábamos contando la historia. En el proceso hablamos mucho de los desnudos que no son desnudos, ¿pero en un momento no eran una excusa para no desnudarnos físicamente?”.

¿El teatro siempre es desnudar?

—Sí, totalmente. Creo que también es aprender a cuidarse, desnudarse cuidándose. Pero sí. Y el desnudo es a pesar de uno: por más de que vos no quieras mostrar cosas, en el escenario se ve todo. Se ve el no riesgo, la no exposición, la no vulnerabilidad. Uno siempre se tiene que plantar dignamente, y eso me lo enseñó Roberto Suárez. Y la dignidad es la humanidad: yo soy una persona que estoy acá, me pasan cosas y estoy contándote cosas, y vos sos una persona a la que le pasan cosas. No hay jerarquía. Y desde ese lugar es muy difícil que no se conecte.

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Alejandra Wolff, Florencia Zabaleta y Roxana Blanco en "Estudio para La mujer desnuda".
Foto: Carlos Dossena

—¿Se desnuda lo mismo cada vez, o uno va desnudando partes según el proyecto que le toca?

—Creo que cada uno va desnudando partes dependiendo del proyecto, del material con el que estás conectando, y sobre todo vas desnudando partes en relación al momento de la vida en el que estás y qué es lo que necesitás desnudar, porque también hacer teatro es una gran excusa para canalizar todo lo que nos pasa. A veces va a contrapelo. Lo que a mí me pasó con Leonor (Courtoisie) y La mujer desnuda iba a pelo porque yo necesitaba esa libertad que necesitaba Rebeca Linke, entonces es más fácil; si te ponés a disposición de eso es más fácil. Anne Bogart, directora americana, dice que hay que aprovechar cada obstáculo como oportunidad creativa. Y el obstáculo del desnudo o de cómo contar esta historia tenía que ser una oportunidad creativa para todos.

—¿Por qué crees que era necesaria esta vuelta a escena de Estudio para La mujer desnuda?

—Todavía me cuesta entender el éxito de esta obra. Coincidieron muchos factores: que fuera la primera obra de Gabriel (Calderón, director de la Comedia Nacional), la expectativa; que es muy bella, el texto es hermoso, está el mito, el ritual. No sé. Hablar de la libertad, de qué lugar le damos a la libertad o cómo nos interpela la libertad del otro... Porque Rebeca Linke no hace nada, ¡y la matan! Nos molesta la sexualidad del otro, que en realidad interpela nuestra libertad, el por qué no somos más libres. Y no creo que ese tema vaya a perder vigencia, nunca.

—¿El teatro es tu lugar más libre?

—Exactamente eso. El teatro es donde tengo más libertad, sin lugar a dudas. Es donde siento que soy más interesante, más libre, más verdadera… Qué contradicción (se ríe). Donde me salvo. Donde me salvo, sí, sino el mundo es muy hostil. Es la salvación, y es lo que tengo. ¿Qué soy, antes que nada? Soy actriz, eso que es todas las posibilidades. Ese lugar que es todos los lugares. La mejor profesión del mundo.

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