La reina de la belleza de Leenane es una prueba de lo infalible que es la combinación de un gran texto con un director que lo entienda. Aquí están el irlandés Martin McDonagh y el uruguayo Santiago Sanguinetti. Otra buena parte del mérito pasa por un elenco liderado por Myriam Gleijer y Soledad Frugone.
Ellas están en el centro de esta historia que transcurre en el ambiente rural irlandés, un escenario que McDonagh ha desarrollado en su dramaturgia: La reina de la belleza de Leenane es el inicio de una trilogía que lo volvió el nombre más importante del ambiente teatral londinense.
También la llevó a su cine, principalmente en su última película, Los espíritus de la isla, que le dio una de sus siete nominaciones al Oscar (las otras fueron por Tres anuncios por un crimen y Escondidos en Brujas); ganó uno por el cortometraje Six Shooter en 2007.
Una característica de su obra es el humor negro y eso está muy evidenciado en La reina de la belleza de Leenane. Frugone es Maureen quien dedica su vida a cuidar a Mag (una Gleiger deslumbrante), su madre octogenaria. Maureen está agobiada y la llegada al pueblo de un viejo amor (intepretado por Sebastián Serrantes) le podría dar un salvoconducto para salirse de ese mundo. El elenco lo completa Giuliano Rabino como un falible mensajero del amor. En McDonagh, las cosas no son fáciles.
El primer contacto de sanguinetti con McDonagh fue a través del cine. “Lo primero fue mi fascinanción por el guion de Escondidos en Brujas”, le contó a El País. “Es un autor que siempre siento muy cercano por la incomodidad de su propuesta, lo radical de las relaciones entre los personajes, la violencia, pero al mismo tiempo un amor extraño en el fondo, en los vínculos. Y me interesa mucho su abordaje político”. Dice que si puede, lo toma como inspiración.
Sanguinetti —quien tiene una larga carrera como actor, dramaturgo, director y docente— también se encargó de la traducción; le llevó un mes. “Ya conocía muy bien su estilo. Lo he dado en clases, he traducido fragmentos de otros textos desde hace años”.
Igual, un desafío tiene que haber sido adaptar al uruguayo, el dialecto irlandés con el que McDonagh trabajó su trilogía. “No hay forma en el español de replicar ese habla particular. Traté de que fuera un hablar extraño, pero posible, poético, con una extranjería casi uruguaya”, cuenta.
Y están los insultos que abundan como es parte del estilo. “El texto original está plagado, pero muchos son más livianos que los nuestros. Tuve que elegir cuáles mantener y cuáles suavizar”.
A pesar de ser una obra de cámara en un escenario único, muy bien resuelto por la escenógrafa, Laura Leifert, la pieza tiene una fuerte exigencia física. Por ejemplo para Gleijer, quien tiene 84 años
“Miriam tiene problemas en la rodilla”, cuenta Sanguinetti.” “La obra propone que caiga al suelo en un momento clave, pero no podía hacerlo función tras función. Buscamos una solución poética y la conseguimos”. Conviene no espoilear.
Las funciones agotadas (en un aforo de 130 espectadores) revelan para el director, una sed de ver teatro de calidad.
“Hay que ser muy cuidadoso con eso”, dice Sanguinetti. “El teatro puede ser movilizador, emocionante, pero también puede ser fatal si lo que presentamos no está a la altura. Y como dicen grandes teóricos, hay que hacer teatro sabiendo que hay gente que ve teatro por primera vez y gente que ve teatro por última vez”.
Sanguinetti —quien pagó 1.500 libras por los derechos de La reina de la belleza de Leenane, lo que parece poco para un autor de la talla de McDonagh y una obra que ganó cuatro Tony— no descarta volver a a dirigir una pieza del irlandés.
“Hay textos como El teniente de Inishmore o El hombre almohada que me gustaría hacer. Pero también hay otros proyectos dando vueltas. No sé si será ahora”, avisa.
Así que hay que aprovechar La reina de la belleza de Leenane. Va sábados a las 20.30 y domingos a las 19.00 en El Galpón.