No es algo que le pase con frecuencia, y ahí estuvo la primera señal. Cuando Julieta Zylberberg leyó el texto de Prima Facie, a diferencia de lo que le pasa en sus primeros contactos con la dramaturgia, lloró. Acababa de parir a su segundo hijo y dijo: “Espérenme un toque, que me rearmo y estoy. Porque la quiero hacer yo”. Prima Facie, dice la actriz, es una obra que había que hacer. En Argentina, la devolución del público y de la crítica le vienen dando la razón.
Ahora, los espectadores uruguayos tendrán su propia oportunidad de comprobar qué es eso tan fuerte que pasa cuando ella sale a escena, sola, y sostiene una hora y 40 minutos de un monólogo duro escrito por Suzie Miller, en un ejercicio que le ha valido los mayores elogios (“realiza un tour de force monumental”, dijo Leni González para La Nación; “demuestra toda su versatilidad actoral”, dijo Candela Gomes Diez en Página 12).
Prima Facie tendrá una única función este viernes a las 20.30 en El Galpón. Hay entradas en Redtickets y 2x1 para socios de Club El País (limitados).
Es la historia de Romina, una abogada defensora de acusados de delitos sexuales, que sabe cómo jugar el juego de la Justicia hasta que todo se le da vuelta. Dirige Andrea Garrote y la comunicación oficial la presenta así: “Prima Facie llega para poner a prueba nuestras creencias y cuestionar el modo en que miramos y escuchamos a las víctimas de violencia de género”.
“Es medio único lo que pasa con esta obra. Nunca me pasó algo así, tan unánime en público, en opiniones, en críticas”, dice Zylberberg en charla telefónica con El País. “Es bien especial. Casi como que decís: ok, la necesitábamos. Porque hay obras que se necesitan. Y creo que, en este momento, esta es una muy necesaria”.
Zylberberg, que era una niña cuando debutó en Magazine For Fai, lleva 30 años de pantalla repartida entre telenovelas y series como Loco por vos y El Marginal, y películas como Relatos salvajes, Mi amiga del parque o 27 noches, el filme del uruguayo Daniel Hendler que este mes abrirá el Festival de Cine de San Sebastián. “Piscianísima”, como se define, dice que nunca tiene la sangre fría de los personajes referidos en la obra.
Pone el cuerpo a las causas que la movilizan y vive “en discusión permanente” con el que piensa distinto. Confiesa que la música ocupa el lugar más importante de su vida, pero no profesionalmente: pronto lanzará una canción con su amigo Manu Hattom, pero nada le genera tanta timidez como subirse a un escenario a cantar. Espera el día en que le llegue el papel de una cantante para poder, ahí sí, expresarse a sus anchas.
Sin embargo, el presente actoral de Zylberberg la tiene rodeada de monstruos.
Mientras que en Prima Facie construye un papel que dialoga con hombres que han cometido abusos, acaba de ser Yiya Murano para la serie de ficción sobre una de las asesinas más famosas de la historia argentina, que recién lanzó un avance y se estrenará en Flow próximamente.
“No sabés lo divertido que fue hacer esa serie. Nos reímos muchísimo y es un personaje bien siniestro, por supuesto: asesina, amiga de militares, insalvable. Pero aun así es bien pintoresco. La gente la ama y la odia, ¿pero por qué a la gente le hace tanta gracia una asesina?”, dice. Entre sus respuestas está el innegable encanto del estafador: “tener muy pocos escrúpulos, cero vergüenza de decir cualquier barrabasada. Como que te deja todo el tiempo de cara. Es una sorpresa permanente el descaro con el que se maneja, por eso es un personaje increíble para hacer”.
Prima Facie, como desafío, pasa por otro lado. Lo colectivo se hace notar, quizás, por el peso social, por cómo el texto refleja las dificultades que tiene el sistema judicial para hacerle un espacio a las víctimas de violencia sexual, que muchas veces no denuncian o fracasan en su búsqueda de justicia.
Por lo demás, en el escenario, Zylberberg está sola. “Cuando estrené decía: ‘¿por qué lo estoy haciendo? ¿Por qué uno hace monólogos que realmente no tiene en quién apoyarse?’. Las primeras veces que pasé la obra entera me quedé muda y decía: cómo voy a hacer. Y el cuerpo se entrena. Al principio es un padecimiento. Después es de un disfrute extraño”.
La experiencia se parece, dice, a cuando sos chico y querés estar con tus amigos y los adultos te dicen que hay que aprender —también— a estar solo. “Esto es un poco es así. Es divertirse con uno mismo, salvarse a uno mismo, recontratarse a uno mismo. Porque uno repite muchas veces las obras, y una y otra vez tenés que hacerlo con el mismo compromiso, con la misma verdad. A Prima Facie no me acostumbro para nada. Es una obra que nunca se puede hacer estando afuera”.
—¿Y qué mensaje te vuelve?
—Muchísimas personas me esperan afuera, me pegan unos abrazos que no me han pegado en mi vida. El otro día una chica me mandó un mensaje que terminaba diciendo: “Por supuesto que no nos conocemos, pero ayer fuimos hermanas”. ¡Re lindo! Y en esa misma función un chabón salió, me abrazó y me dijo: “¡Somos amigos!”. No sé, es hermoso lo que pasa. Vienen un montón de abogados y salen muy conmovidos. La obra realmente es una partitura, está muy bien, y yo disfruto haciéndola, pero además es una declaración de principios. Y en un mundo tan choto como este, creo que es bien importante hacerla. Acá en Argentina están desfinanciando todas las políticas de género, es un bajón total. O sea, más soledad, más abandono.
—Más allá de la actuación y de este texto, sos una persona que pone el cuerpo a las causas, que va a las marchas, que usa su voz. ¿Cómo se forjó en vos ese compromiso?
—Me resulta imposible despegarme de eso. Yo vivo acá, padezco, y el sufrimiento ajeno no me es indiferente. Es un sentido común, crianza, ética de crianza. No veo otra posibilidad. Las redes sociales son una basura. Para lo único que sirven es para que alguien tenga seguidores y para poner “gracias por el desayuno”. Nadie cambia de opinión por ver una story, pero bueno. Yo estoy tan revuelta, tan indignada a diario, que ya no sé qué hacer y es muy difícil quedarse callada. Uno habla en donde puede, no solo en las redes. Yo estoy en discusión permanente con cualquier persona que me cruce (se ríe). No lo puedo evitar, porque es muy grave y estamos siendo muy provocados permanentemente. No es solo que te cagan de arriba de un poste, sino que hay un sadismo que me hace daño. Disfrutan con el sufrimiento del pueblo. Y eso me hace mal, me hace mucho daño. Pero no podrán. No podrán.
—¿Qué cosas te dan esperanza?
—Por suerte tengo a mis hijos. Refugiarme en mi familia, en mis amigos. La amistad... Creo que se trata de aceptar que el mundo es un poco de mierda y que hay que rodearse de las personas que comparten, que son amorosas y generosas, y el resto, chau. Discusión permanente. Discusión o indiferencia. Pero es durísimo, ¿no? Por eso soy actriz y no abogada.
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