El hijo de Catalina. El bisnieto de Victoria Abaracón. El niño de Durazno y Convención. El adorador de los Beatles. El estudiante de Economía. El músico de obras de teatro. El de que veía ocho películas en una semana. El de las bandas Epílogo de Sueños, Aguaragua, Patria Libre. El que migró. El devorador de libros. El onettiano. El marginal en París. El cracker en Holanda. El hincha de Defensor. El del bigote irreplicable. El que fue prohibido. El que dice “entonces, claro”, “pero bueno”, “fabuloso”. El bajista. El guitarrista. El cantor. El productor. El que recorrió a dedo América Latina. El director de sus propias películas. El que un día escribió: “En la madrugada del 26 de octubre de 1979, decidí cambiar el rumbo de Aquello y con ello el de toda una música nacional detrás”. El que cumplió su promesa. El de la voz inconfundible. El que cualquiera cree imitar. El que nadie imita. El de las chaquetas de cuero. El adorador de Eduardo Mateo. El compinche del Canario Luna. El de las canciones como cortometrajes. El de las adicciones. El sobrio. El de los himnos celestes. El de “Feni, Feni”. El montevideano. El perfeccionista. El exigente. El categórico. El cuestionado. El que una vez se quiso bajar de los escenarios. El que se volvió misterio. El caminante de la rambla de La Floresta. El que pasó cinco años revisando su propia obra. El que cuando recibe una versión de alguna de sus composiciones tiende a responder: “Gracias, en nombre de la canción”. El transgeneracional. El cronista. El hombre solo. El que no está más solo. El sentimental. El anarquista “de manual”. El que se reconoce feminista. El que le teme al autoplagio. El que capturó en música la esencia del Uruguay. El de la murga canción. El del candombe y el rock. El consagrado en Argentina. El de los 20 discos. El que una vez escribió: “Esta noche no tengo ni tumba / Sin embargo el que canta soy yo”. El que inspiró un festival, un bar, tantas canciones. El que se volvió sticker y remera. El referente. El que cuando está sobre el escenario parece sonreír como nunca nadie sonrió. El que vivió tantas vidas y todavía guarda algún gesto aniñado, casi infantil. El que en mayo de 2024 volverá a tocar, entonces en el Auditorio del Sodre. El que piensa en abandonar la escena mientras le esquiva al dramatismo del retiro. El de los temas que aún no grabó. El que es, para muchos, noción de patria. Jaime Roos: el que hoy cumple 70 años.
El presente de Jaime Roos
Tras cinco años sin actuar en vivo, un período que dedicó a trabajar en su obra y a vivir su vida en el balneario La Floresta, Jaime Roos tocó en diciembre de 2021 en el Estadio Centenario, la concreción de un regreso varias veces aplazado por el covid y la agenda deportiva.
Repitió el espectáculo en 2022 y este año estuvo en Atlántida, en Punta del Este, en Montevideo en evento privado, en tres ciudades de Argentina (incluyendo un recital inoldivdable en el Luna Park) y en Colonia. Confirmó que en mayo de 2024 actuará en el Auditorio Nacional del Sodre, donde había previsto su vuelta en 2020: esa podría ser su despedida definitiva de los recitales.