Rubén Rada dio cátedra de showman en Medio y Medio: qué famosos lo ovacionaron y por qué se disculpó

Con entradas agotadas y un público entregado, Rada convirtió la noche en una fiesta compartida, combinando candombe, humor y carisma en un show inolvidable bajo las estrellas. La crónica y los videos, en esta nota.

Ruben Rada tocando los tambores en el recital en Medio y Medio.
Ruben Rada tocando los tambores en el recital en Medio y Medio.
Foto: Mauricio Rodriguez/Gentileza Medio y Medio

El atardecer del lunes regaló uno de esos cuadros que parecen pintados a mano en Portezuelo: colores intensos y el sol cayendo lento dieron paso a una noche estrellada que llegó con una brisa justa, de esas que alivian el calor sin arruinar la fiesta. Fue la antesala de una noche inolvidable en Medio y Medio, ese escenario convertido en ritual de verano que celebra 30 años de historia. La magia quedó clara desde el primer acorde, y Rubén Rada se encargó de dar cátedra de showman con su talento único para encantar al auditorio.

El último en sentarse en una de las mesas cercanas al escenario para disfrutar de este íntimo show fue Emiliano Brancciari, que agitó con palmas y coreó durante toda la velada. Con entradas agotadas y un público cómplice, el concierto dio comienzo a las 22:00 con “Ayer te vi”, y desde ahí fue una seguidilla de clásicos.

Rada apareció rodeado de su familia: Lucila y Julieta Rada en coros, y Matías Rada en la guitarra. Una postal hermosa y poderosa, que reforzó la sensación de cercanía y festejo compartido. La consigna quedó clara desde el arranque: candombe, baile y humor, en dosis generosas.

“Hacía tiempo que no andaba por estos lugares. Estoy muy feliz porque sé que al público que viene acá le gusta el candombe”, dijo sonriente, y se permitió una reflexión sobre el presente del género. Celebró el fenómeno de la Rueda de Candombe y el orgullo de ver a su hija nominada al Grammy por su disco Candombe.

“Lo importante es estar en la pelea, porque todos los ritmos del mundo son conocidos: chachachá, merengue… El único que no lo es todavía es el candombe. Estamos lejos, ¿verdad? Para que el candombe algún día sea un éxito mundial”, expresó. Y el público reaccionó a su deseo con una ovación.

Antes de “Quién va a cantar”, avisó: “La segunda la cantamos todos”. Pidió el tono, alentó el griterío, y Medio y Medio respondió como un coro gigante y una complicidad que no se agotó en toda la noche.

“Se viene la murga, ¿les gusta?”, preguntó antes de presentar “Terapia de murga”. “La hice para todas las que me amaron. Manos arriba, somos todos murguistas”. Y así fue: palmas, coros, cuerpos en movimiento y sonrisas cómplices para agitar este clásico.

“11 y 6” y luego “Y cómo es” sonaron en versión candombe y encendieron todavía más el ambiente. “Palmas, pero con gritos”, pidió. Lanzó un “¡Peñarol!”, e introdujo “Candombe para Gardel”, precedido por el “a ver ese grito de locura” que repitió varias veces a lo largo de la noche.

En escena apareció Suelí Valdez y la oda candombera fue total. La vedette se metió entre el público y un par de mujeres de la primera fila se animaron a levantarse de sus sillas para tirar unos pasos. Rada pidió un aplauso para Suelí y el Lobo Núñez, firme en los tambores.

Baile e invitados de lujo en el show de Rada

Ruben Rada junto a su banda, y la vedette Suelí Valdez en Medio y Medio.
Ruben Rada junto a su banda, y la vedette Suelí Valdez en Medio y Medio.
Foto: Mauricio Rodriguez/Gentileza Medio y Medio

“Estoy cansado, ya tendría que irme… es una hora brava”, bromeó. “Arriba las manos, este es un show para compartir”. Y cuando sonó “Mi país”, la tribuna directamente se vino abajo. Hubo un momento especial con Gustavo Montemurro, brillante en teclados durante “Dedos”, y el Negro volvió una y otra vez a pedir ese grito de locura que el público ya tenía aceitado.

Dedicó un tema a tres amigos músicos mezclados entre el público: Emiliano Brancciari, Julián Kartún de El Kuelgue y "Moska" Lorenzo de los Auténticos Decadentes. “Gracias por haber venido a ver este bagayo”, bromeó antes de cantar “Malísimo”.

“Me gustaría verlos parados, disfrutando esta música maravillosa”, pidió a quienes estaban sentados en las mesas de adelante. Con “Blumana” no hubo excusas: todos de pie y bailando. “No se sienten”, ordenó antes de “Cha cha muchacha”, y ya no quedó nadie quieto. Con “Muriendo de plena”, Medio y Medio se transformó definitivamente en una pista de baile.

Sentado frente a sus tres tambores, Rada dio una verdadera clase de showman. Cada pedido fue una orden que el público cumplió feliz, rendido a los pies de semejante magnetismo y profesionalismo.

Para los bises, sorprendió: “Es rarísimo terminar un concierto con una balada, pero tiene un gran contenido”. Y antes de la hermosa “No me queda más tiempo”, se excusó con humor: “Les pido disculpas porque en un momento del show tragué mal saliva y quedé disfónico para siempre. Les pasa, ¿verdad? Quedé muerto”.

No se notó, y el cierre fue magistral. En un momento pidió: “Todos juntos. Ustedes me cantan a mí”. Y la gente devolvió el gesto dejando la garganta en este verso: “Te regalo esta melodía para que recuerdes que te quiero de verdad”.

Luego de un “olé, olé, olé, Negro, Negro”, Rada se retiró del escenario y dejó que el público siguiera cantando solo y entusiasta: “Porque para tu amor no me queda más tiempo, se lo llevó el viento, junto con tu aliento…”. Y ahí quedó flotando el deseo de que ese estribillo —como la noche, como el candombe, como Medio y Medio en sus 30 años— fuera eterno.

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