Natalia Lafourcade, entre "Cancionera", su embarazo y un show para redes: "Estoy en una transformación máxima"

La emblemática cantante mexicana dialogó con El País antes del concierto "Un canto a nuestras raíces", que se celebrará el jueves 11 y se podrá ver gratis por su cuenta de Instagram y Facebook.

Natalia Lafourcade.
Natalia Lafourcade.
Foto: Fernanda de la Torre (@mayadeluna).

Natalia Lafourcade llega a un momento decisivo de su carrera y de su vida. La artista mexicana, cuyo compromiso por revalorizar las raíces musicales de su país la ha convertido en un faro de la música latinoamericana, se prepara para ser madre por primera vez. Antes de tomarse un tiempo alejada de los escenarios, cerrará esta etapa con un concierto especial para presentar Cancionera, su deslumbrante nuevo disco.

Será el jueves 11 en el Auditorio Nacional de la Ciudad de México, y tendrá un detalle único: se transmitirá en vivo a través de sus cuentas de Facebook e Instagram. El espectáculo, titulado Un canto a nuestras raíces, se podrá ver en Uruguay desde las 23.30 y estará disponible de forma gratuita durante 24 horas.

Cancionera, uno de los álbumes más significativos de Lafourcade, nació de un proceso intenso y colectivo: se construyó en tiempo real, con músicos, técnicos y colaboradores trabajando como un laboratorio creativo. El concierto retomará ese espíritu, y la mexicana estará acompañada por una banda de nueve músicos entre la que destacan El David Aguilar y Adán Jodorowsky.

En el álbum conviven distintos planos: el homenaje a las raíces que Lafourcade explora desde Mujer Divina, y la exploración lúdica y abierta que la lleva a cantar sobre el amor, el desengaño y la identidad, con una mirada que admite máscaras, experimentos y juegos. El resultado es un disco que dialoga con su antecesor, De todas las flores, y que refleja, al mismo tiempo, un momento de transformación personal profundo.

Sobre esos cruces musicales y vitales gira esta entrevista con El País.

—El concierto del jueves va a ser una ofrenda para el público latinoamericano y, al mismo tiempo, una forma de recrear el espíritu de Cancionera. ¿Cómo surgió la idea de transmitirlo en vivo y qué significa para ti hacerlo?

—Es una emoción enorme, un orgullo profundo. Cancionera es un disco que amo y que me conecta con mi mexicanidad, con mis raíces latinas y con las músicas que se entrelazan en mi propio mundo. Tengo una banda preciosa, con músicos de distintos lugares y géneros, lo que le da una riqueza enorme al sonido. En un principio, Cancionera nació como un concierto de guitarra y voz para celebrar mis 40 años. Pero en el camino se fue transformando en un universo musical y visual, en un teatro de la canción. Y coincidió con este momento tan maravilloso y personal de mi vida, el de la gestación, que cambia la historia y le da otro sentido a todo. No esperábamos hacer esto que vamos a hacer el jueves, pero para mí es muy importante compartir este concierto con mi público porque en muchos lugares me preguntan por qué no voy y qué va a pasar con la gira...

—Que se va a posponer, ¿verdad?

—Sí, pero va a suceder. Y este concierto va a ser, sobre todo, una fiesta: para celebrar mi momento personal, celebrarme con la música y devolver ese canto a nuestras raíces, a eso que nos hermana y nos hace sentir orgullosos. En estos tiempos, es muy importante darle espacio a la música como bálsamo en medio de tantas cosas que pasan en el mundo y tanta información. Es regalarnos un espacio de canto y de alegría para elevar las frecuencias con amor y músicas. Esa es la intención de este concierto que vamos a estar compartiendo.

Natalia Lafourcade por Silvana Trevale.
Natalia Lafourcade.
Foto: Silvana Trevale.

—Mencionaste la importancia de celebrar las raíces, y esa es una intención que ha acompañado cada uno de tus discos desde Mujer divina, tu homenaje a Agustín Lara, de 2012. ¿Cómo se va a reflejar esa conexión en el concierto?

—Es un acto importante y placentero que se ha vuelto una gran parte de mi mundo musical, pero que no es una cosa que busque de forma estricta. Sucede por mi gusto y por mi forma de acercarme a la música. Me siento orgullosísima de esta banda que tengo para el concierto, porque además de Adán y David, logré integrar instrumentos de la música del son jarocho en mis canciones, lo que me hace sentir en Veracruz. Tendremos arpa, marimbol, requinto y jarana, interpretados por jóvenes que aman la música tradicional veracruzana y me inspiran profundamente. Me encanta nutrir mis canciones con ese sonido.

—En Cancionera vuelve a aparecer un símbolo que ya estaba presente en De todas las flores, tu disco anterior: la flor como metáfora de la lealtad. ¿Qué lugar ocupa para ti esa flor, casi como una pieza sagrada de tu identidad?

—Aunque no lo hice conscientemente, De todas las flores y Cancionera están, de alguna manera, conectadísimos. Me gusta usar la analogía de que la flor que encuentro en el jardín interior de De todas las flores es la de Cancionera. Es su esencia, su belleza, la flor de la vida: la flor de vivir, que se transforma, abre, cierra, muere y se renueva. Para mí ha sido hermoso entender este matiz; yo puedo decir que es la flor, para otra persona puede ser otro símbolo. De todas las flores me permitió explorar, curar y sanar espacios quebrados, oscuros, de dolor, de duelo, de despedidas difíciles. Fue una manera de sanar. Eran canciones mensajeras, medicinas, con esa energía. Cancionera, en cambio, vino con una energía introspectiva y solemne, porque yo soy así: muy apasionada y solemne. Pero también trajo de vuelta mucho de mi personalidad juguetona y lúdica, y de la mirada y la libertad que tiene la infancia. Cancionera me permitió conectar con mi niña interior y con esa cara de México de mucho juego y coqueteo...

—Como en “Cocos en la playa”...

—Sí, con mucho doble sentido y sarcasmo pero también muy confrontadora y disruptiva. Canciones como “Mascarita de cristal”, “El Palomo y la Negra” y “Amor clandestino” le cantan a todo tipo de cosas: al casamiento, al amor del amante y al amor nocturno. Hay un poco de todo y, de alguna manera, me saca del espacio de De todas las flores para crear un personaje con una historia propia, que no es exactamente la mía, porque me permite explorar alter egos. Al final, son parte de uno mismo, aunque habiten en lugares escondidos o que no quieres que todo el mundo sepa. Cancionera me permitió explorarme más allá, y eso ha sido un verdadero regalazo.

—Recién mencionaste "Mascaritas de cristal", una de las piezas fundamentales de Cancionera. En el video, dos de tus alter egos se confrontan. ¿Qué representa ese momento dentro del relato del álbum?

—Pues sí, es uno de los momentos más confrontadores. Habla de la lealtad propia y es una conversación al espejo contigo mismo, pero desde un lugar más profundo: como si alguien te observara desde atrás. Es algo del subconsciente que pasa al frente para decirme: "Toca ser más verdad que nunca". Creo que, al transitar las distintas etapas de la vida y añejarse, uno se va arraigando en su ser. Y la parte más medular de Cancionera es: sé verdad, sé la estrella de una vida que se ilumina al verte existir. Yo defiendo que, cuando las personas somos auténticas, inspiramos a otros a serlo también. Hoy, el mundo nos invita a lo contrario: filtros, correctores… y eso no está mal. Por eso este disco también me dice: "Ponte las máscaras y disfraces que quieras, transfórmate, vete al mundo del corazón, abre la intuición y no te olvides de que la vida es jugar". Ese es uno de los tantos regalos que me ha dado Cancionera: sentirme mucho más tranquila de que no hace falta correr ni apresurarme a los tiempos.

—En ese sentido, el disco es muy auténtico. No solo porque invita a sumergirse en la escucha, sino porque es muy transparente: el oyente, al menos en mi caso, tiene la percepción de que la obra se crea frente a él. En los videos que acompañan las canciones se ven las cámaras filmando y el detrás de escena, e incluso se anuncia qué toma se eligió usar. ¿Por qué decidiste mostrarlo así?

—Bueno, hace rato comentaba que uno de los desafíos más grandes hoy para cualquier creador es la cantidad de contenido que hay que producir para sostener un proyecto. En una industria saturada de información y ritmos, cuando dije: “quiero hacer un disco que salga en tal fecha y esté terminado para diciembre de 2024”, mi equipo volvió con listas interminables de cosas necesarias para que un proyecto musical encuentre su lugar. Son cientos de contenidos. Puede ser abrumador, pero para nosotros se convirtió en un proyecto maravilloso y muy entretenido: decidimos hacerlo todo al mismo tiempo.

—¿Todo al mismo tiempo?

—Sí, grabamos en tiempo real, en cinta, toda la música, los visuales, las fotos… todo. Entonces surgió la pregunta: ¿cómo conectas con el arte y el alma en ese ritmo? El desafío, entonces, era que todos los que participaban en este laboratorio de exploración fueran gente muy sensible, artistas dispuestos a jugar y generar sinergia inmediata. Teníamos que entrar juntos en ese flujo. Fue muy interesante: en unos 15 días, con tiempos de descanso, grabamos toda la música y los videos. Después, nos fuimos a Veracruz para grabar algunas escenas afuera. Y al final vino la mezcla. Por primera vez en mi carrera hice un disco completo en un mes, incluyendo la mezcla. Lo bueno de esto fue que la preproducción fue muy importante: teníamos un mapa, pero en el estudio no había tiempo para pensar de más. Todo era desde el corazón, la intuición y confiando en que aunque hubiera errores, estaban bien. Por eso, Cancionera tiene resbalones, pero eso me gusta mucho porque me hace pensar en los discos de antes...

—Como en los discos de jazz clásicos…

—Exactamente. Me hace pensar en Miles Davis y en esos jazzeros que entraban en el estudio y si a alguien se le iba una nota fuera de la escala, ese "error" le daba personalidad al tema porque de ahí se agarraba el resto para desarrollar el tema. Entonces, ese tipo de "accidentes" me encantan porque te descolocan, te hacen estar presente y te sorprenden.

—¿Y cómo influyó esto en el espíritu del disco?

—Todo el proyecto nos permitió crear desde una mirada más libre, más lúdica. Era como: “Juega”. Hubo mucho de eso en la grabación: todos, desde los músicos hasta los camarógrafos, maquillistas y vestuaristas, terminamos grabando coros juntos en "El Palomo y la Negra". El sentido colectivo de la creatividad es una de mis máximas pasiones.

—Y eso es lo que se va a ver este jueves en el Auditorio Nacional de Ciudad de México. ¿Cómo te imaginás esa noche, que además marcará el cierre de una etapa antes de dedicarte a la maternidad?

—Es una oportunidad enorme de seguir compartiendo con mi público y de enviarles amor a través de estas canciones. Es un momento íntimo, personal y de gran celebración: es una manera de reconectar con nuestra hermandad, nuestras raíces y nuestra identidad cultural. Lo menciono porque me doy cuenta de que en los conciertos la gente conecta mucho con estos aspectos, así que me gusta pensar en ese canto colectivo. En especial en esta etapa en mi camino, donde estoy a punto de tomarme unos meses de cambio. Naturalmente, yo ya no soy la misma y estoy encarando una transformación máxima en pleno marco de Cancionera, que justo habla de eso.

—Qué coincidencia tan significativa, ¿no?

—Sí, se me hace como muy fuerte e imponente. Tal vez sea destino, tal vez se alinearon los planetas o no sé, pero así tocó, y me da mucho gusto poder compartirlo con ustedes.

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