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Mon Laferte renació con "Autopoiética", regresa a Montevideo tras seis años y debuta en el Antel Arena

El 2 de abril será su segundo encuentro con el público uruguayo. Las entradas para la cita están a la venta en Tickantel. Antes de la fecha, la artista chileno-mexicana charló con El País sobre su nuevo disco, su camino y su presente.

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Mon Lafert
La cantante chileno-mexicana Mon Laferte.
Foto: Mayra Ortiz

Una catarsis. Un renacimiento creativo. Un cóctel sonoro. Una declaración de principios. Se ha definido Autopoiética, el octavo disco de la carrera de Mon Laferte, de muchas maneras. Todas estas, de hecho, hacen justicia a lo que es una obra que podría resumir el mejor momento (hasta aquí) de la cantante chilena.

Radicada en México hace 17 años, Laferte llegó a los 40, vive la maternidad primeriza, volvió a ser artista independiente y se siente, ha dicho, cómoda en su piel, libre. Todo eso —y lo que implica transitar esa madurez— se escucha y se ve en el material audiovisual de Autopoiética, que viene a presentar al Antel Arena el 2 de abril.

Será su segundo encuentro con Uruguay —vino a La Trastienda en 2018— y se dará en el marco de una gira que empieza en México y que también la llevará a Argentina, Chile, Perú, Ecuador, Colombia, Costa Rica, Honduras, Guatemala y Estados Unidos. Se trata, además, de un show que incluye una osada puesta en escena y bailarines, algo novedoso en sus conciertos. Las entradas para la cita ya están a la venta a través de Tickantel y van de 2850 y 4550 pesos.

Norma Montserrat Bustamante Laferte tuvo, hace más de 20 años, una etapa de artista más bien callejera. Tomar riesgos, para ella, nunca fue un problema. A los 13 se ganó una beca en un conservatorio, a los 16 empezó a cantar para aportar a su familia y, en estas épocas, cantó en plazas y calles de su Viña del Mar natal. Allí, el disputar la atención con los sonidos de autos y del ambiente, le enseñó a proyectar su voz. Esa que se volvió imponente y parece hoy acaparar todo en estribillos como el de “Tu falta de querer”.

Norma sufrió el abandono paterno, no terminó el colegio y se presentó en bares a cambio de comida. Pasó por la televisión, se convirtió en un fenómeno en Chile y cruzó el continente para expandir sus horizontes artísticos, renacer como Mon Laferte y debutar con Desechable (2011). Y, aunque desde Tornasol (2013), ya cantaba cosas como “aquella en el espejo, ya no teme envejecer”, ahora, con Autopoiética y en “Obra de Dios”, el single que lanzó el 16 de febrero, no solo no abandonó sus principios como los maduró y los reafirma lanzando —con gran puntería a las industrias de la música y de la belleza, y a una sociedad señaladora del otro— estrofas como: “¿Cuánto le costó? /¿Quién se la cogió?/ Si es una puta sudaca tercermundista/ Nadie le parió/ ¿De dónde apareció?/ La mina se cree artista”. O, aún, “me regalo placer, yo soy obra de Dios”.

Autopoiética traslada al terreno artístico el concepto científico de autopoiésis, acuñado en 1973 por los biólogos chilenos Francisco Varela y Humberto Maturana, para definir la química de automantenimiento de las células. Es, en definitiva, un disco que exalta la cualidad intrínseca del ser vivo de producirse, de mantenerse a sí mismo. Y Laferte, tras una pandemia, el puerperio y dos años sin salir de gira, se siente, ha dicho, renaciendo, volviendo a ser la mujer deseante —lo canta en “Préndele fuego”— la creativa, la artista.

En esa nueva entrega, también rescata elementos de la religiosidad para resignificar su relación con la misma. “Me crié en una familia muy religiosa, muy católica. Me educaron con esta cosa del miedo, del ‘Dios te va a castigar’. Llegó un momento en el que entendí y acepté que no quería ser religiosa. Pero me gusta lo espiritual, me gustan los rituales”, dijo a Rolling Stone sobre canciones como “Levítico 20:9”.

En cada uno de sus discos hasta hoy, ha paseado por distintos ritmos, desde el rock, pasando por la cumbia y el bolero, el folclore chileno, el pop y la ranchera mexicana. Sabe que puede ser múltipla y no le gusta repetirse. Por eso, cada nueva entrega, confirma, es la oportunidad de probar algo distinto.

La performance es otra de sus marcas: interpreta sus canciones con donación absoluta, como quien, cada vez, vuelve a dejarlo todo.

Es hoy la artista chilena con más ventas de la era digital y la más escuchada en Spotify, donde acumula más de 10 millones de oyentes mensuales. En 2019 protestó en la alfombra roja de los Grammy, por la represión vivida en Chile en medio del estallido social, y acaparó la atención del mundo. Cosechó nominaciones y estatuillas y el año pasado fue homenajeada en Sevilla como mujer líder en la industria. Esta misma industria donde ahora vuelve a manejarse bajo sus propia reglas.

Pero, aun con todo ese recorrido y estando en su mejor momento, sabe que el camino se construye andando.

“Miro hacia atrás y veo un camino bello con muchos contrastes y sé que eso también puede regresar en cualquier momento. No pienso ‘soy una artista famosa y ya está’. Esta carrera es de resistencia, de ser muy trabajadora. A lo mejor algún día vuelvo a tocar en las plazas y no pasa nada”, dice Laferte en charla vía Zoom con El País.

Mon Laferte
La artista regresa este 2 de abril a Montevideo.
Foto: Mayra Ortiz

“Entiendo que hoy en el presente soy una de las artistas chilenas más escuchadas, lo acepto, lo abrazo y lo agradezco, pero sé que también todo va y viene, y en algún momento tal vez dejaré de serlo, vendrán otros y bien por ellos. Por eso tampoco siento el pronunciarme por temáticas sociales como una responsabilidad o un peso, sino que si hay algo que me mueve y considero que mi voz puede aportar en eso, lo haré”, afirma.

Sonriente, dice que le entusiasma volver a Uruguay, donde ha estado además en La Serena junto a su amigo Jorge Drexler, con quien grabó “Asilo”, canción del disco Salvavidas de Hielo.

—Has contado que escribiste las canciones de Autopoiética durante las noches que te despertabas para amamantar a tu hijo. Pienso en “Tenochtitlán” o “Pornocracia” y me parece fantástico que lo hayas contado, porque es de alguna manera desromantizar la imagen de lo que hace o piensa una madre lactante. ¿Lo entendés así?

—De hecho mucha gente decía “ay, seguro Mon va a hacer un algo más maternal porque fue mamá” y creo que eso existe porque si estoy en esta etapa, pero también pienso en otras cosas, no es un blanco o negro, no es un absoluto. Entonces es cierto que sí estaba totalmente siendo mamá, pero también pensaba, por ejemplo, en el tema del sexo, porque me perdí mucho de mi ser sexual, era solo mamá al principio, entonces era un tema que estaba ahí muy presente en mí.

—“Obra de Dios” es una canción que habla de un amor propio que es más bien complejo, lleno de luz y oscuridad. ¿Dónde se encuentran estas dos cosas en tu vida hoy?

—En cada cosita. Creo que la oscuridad tiene que ver con el pasado y también con quien soy desde la infancia, desde las experiencias con la familia. Y claro, una va a terapia y se trata de trapear y de superar esa oscuridad, pero todos los traumas que una trae hablan, están ahí. La luz yo diría que está en mi hijo, todos los días despierto con un manotazo de mi bebé en la cara como un, “¡mamá, levántate!” (se ríe) . Veo su carita y pienso que es maravilloso, es la luz.

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