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Las Vegas, libro y disco con sus mejores canciones: ¿Cómo mantener viva una banda como U2?

El grupo irlandés, ahora reciclado en un dúo con Bono y The Edge ingresa a una nueva etapa de una carrera que empezó en 1978 con varios proyectos autocelebratorios

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The Edge y Bono, U2

Durante décadas, U2se negó a descansarse en su catálogo. Una rareza entre las bandas por haber mantenido la misma formación fundacional desde 1976 —Bono en voz, The Edge en guitarra, Adam Clayton en el bajo y Larry Mullen Jr. en la batería— U2 ha llenado arenas desde principios de la década de 1980. Seguía presentando canciones nuevas a grandes audiencias en 2018, cuando montó su Experience + Innocence Tour.

La banda se permitió una gira por estadios por el 30 aniversario de su disco, The Joshua Tree en 2017 y 2019. Y ahora, en la era de la pandemia, U2 mira hacia atrás aún más.

Su nuevo álbum, Songs of Surrender, rehace 40 canciones de U2 con arreglos en gran parte acústicos. U2 también tiene reservada una residencia en Las Vegas para el otoño boreal, cuando volverá a visitar su obra maestra de 1991, Achtung Baby, en un estadio recién construido, el MSG Sphere. En un cambio sorprendente, la banda tendrá un baterista sustituto, Bram van den Berg, en lugar de Mullen, quien ha estado lidiando con lesiones en los codos, las rodillas y el cuello.

Bono, de 62 años, publicó sus memorias, Surrender, usando 40 canciones de U2 para titular capítulos. El día de San Patricio, la banda (irlandesa) lanzó un documental en Disney+, Bono & the Edge: A Sort of Homecoming, With Dave Letterman, junto con Songs of Surrender.

La carrera de U2 ha sido de triunfos, fracasos y seguir adelante. En la década de 1980, el grupo era serio y expansivo con un sonido de rock vibrante, marchante y más grande que la vida misma que luego emularían un montón de bandas. En la década de 1990, desconfiado de sus propias pretensiones, U2 se rehizo con artificios y ritmos electrónicos hasta que llegó a un callejón sin salida con su álbum de 1997, Pop. En la década de 2000, volvió a los ritmos de rock y la sinceridad, pero su música estaba infundida de forma generalizada con la última tecnología.

Desde el principio, U2 ha trabajado a la mayor escala posible: a veces con un efecto magnífico, como su espectáculo de medio tiempo del Super Bowl de 2002 que conmemoró el 11 de septiembre, y a veces con resultados contraproducentes, como su álbum de 2014, Songs of Innocence, metido a la fuerza en las bibliotecas de iTunes en todo el mundo, sin que nadie lo haya pedido. Songs of Surrender es un acto de renuncia, reduciendo drásticamente las canciones creada para sacudir estadios.

Los álbumes remake siempre son raros. Ofrecen dudas en lugar de descubrimientos, revisiones en lugar de inspiraciones. También les recuerda a los oyentes, y sin duda a los artistas, que el tiempo se escapa.

Entre los tres proyectos retrospectivos de U2, el libro de Bono es, con mucho, el más vívido. Surrender salta a través de la improbable historia de Bono y U2 en viñetas que zigzaguean entre lo poético y lo prosaico, lo devoto y lo escéptico, lo místico y lo político.

Los mensajes del libro sobre la fe, la amistad y la familia se repiten, a veces con citas casi literales, en A Sort of Homecoming. Es un proyecto incómodo que repasa la carrera de U2, mientras que David Letterman actúa como un modesto interlocutor y un famoso viajero estelar.

El documental mezcla entrevistas biográficas y fragmentos de la historia de Irlanda, y presenta dos actuaciones: un concierto de Bono y The Edge con coro y cuerdas en el Ambassador Theatre de Dublín, y una canción en un pub que no es precisamente improvisada. Simplemente incluye a músicos irlandeses influenciados por U2 como Glen Hansard, Imelda May y Dermot Kennedy. A Sort of Homecoming también se desvía, sin sentido, con intentos de comedia que recuerdan las payasadas de Late Show de Letterman. Una nueva canción de Bono-Edge, dedicada a Letterman, no es precisamente el mejor U2.

Songs of Surrender es el proyecto de mayor peso. Como todos los álbumes de U2, es cualquier cosa menos casual; las canciones han sido minuciosamente reconsideradas. Algunas ganan letras diferentes: cambiar el tiempo presente por tiempo pasado en “Red Hill Mining Town”, aclarando que “Bad” trata sobre la adicción a las drogas, intercambiando nuevos versos en “Beautiful Day” y “Get Out of Your Own Way”, reescribiendo “Walk On” para hacer alusión a la guerra en Ucrania.

El álbum se propone reformular los himnos de arena de U2 como conversaciones privadas. Bono canturrea como si estuviera susurrando en tu oído, y la mayoría de los arreglos se basan en guitarra acústica o piano, como los viejos programas Unplugged de MTV.

Una de las fortalezas de U2 es la forma en que sus canciones ennoblecen el anhelo y la turbulencia. Bono canta sobre el autocuestionamiento y las contradicciones con una voz que puede titubear, pero sigue adelante, descaradamente trabajando hasta convertirse en gritos y aullidos. Y los tambores marciales de la banda, las guitarras repicantes y los crescendos inexorables crean superestructuras llenas de contracorrientes rítmicas y emocionales.

Songs of Surrender tiene algunas dudas inteligentes sobre el catálogo de U2. Una banda de música le da gravedad histórica a “Red Hill Mining Town”, mientras que “Two Hearts Beat as One”, con letras que insisten en “Can’t stop to dance”, obtiene un irónico cambio de imagen disco. Los arreglos moderados del álbum y las voces directas ofrecen la oportunidad de concentrarse en las letras ocultas en la avalancha de las versiones originales de U2.

Pero para la mayoría de Songs of Surrender, menos es simplemente menos. Lo que se trasluce a lo largo de las 40 canciones no es intimidad, sino distancia: el hecho ineludible de que estas canciones están siendo repensadas y revividas años después, no creadas de nuevo. Los salvajes impulsos han sido reemplazados por la autoconciencia. Y para U2, como la mayoría de los artistas, es mejor mirar hacia adelante que hacia atrás.

Por Jon Pareles, The New York Times

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