La K’onga: entrar a Uruguay “por la puerta grande”, llevar el cuarteto a Japón y su sueño para el Antel Arena

El 11 de setiembre, La K’onga celebrará sus 22 años con un show especial en el Antel Arena. Sobre eso y sobre el éxito masivo que llegó tras 20 años de banda, esta charla con El País.

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La K'onga: de izquierda a derecha, Diego Granadé, Pablo Tamagnini y Nelson Aguirre.
Foto: Difusión

Para cuando sus canciones explotaron y las esquirlas llegaron a mercados impensados, La K’onga ya tenía casi 20 años de recorrido. Era una pieza importante de la escena musical de Córdoba, donde trabajaba sin parar, pero el fenómeno —salvo por el suceso de “La cabaña” en 2005— se circunscribía esencialmente a la provincia. Podían vivir de la música, pero estaban lejos de ser esto que son hoy: la primera banda de cuarteto en haber actuado en Montevideo, la que ahora va por el segundo Antel Arena de su vida y la que, en algunos meses, estará tocando en Japón. Una máquina imparable.

El boom vino en pandemia y, desde entonces, todo ha cambiado. En los últimos tres años, La K’onga se convirtió en una sensación internacional que desborda hits bailables bajo el pulso acelerado del cuarteto, ese frenético folclore cordobés que no gozaba de tan buena salud internacional desde hace por lo menos 25 años.

“Ahora el género es de los más fuertes del país”, dice Diego Granadé en el pasillo de una radio montevideana, durante una intensa jornada de prensa destinada a promover el show del 11 de setiembre. Luego, como si fuera lo más normal del mundo: “Que nos hayan descubierto después de 20 años está buenísimo. Nosotros estábamos esperándolo. Capaz que más de pendejo te mareás un poco. Ahora estábamos preparados”.

A su lado, Pablo Tamagnini asiente. “Estábamos listos, con el repertorio de más de 60 o 70 temas para regalarle a la gente, con nuestro objetivo de que la música, de que nuestra música, rompa barreras. Y ha pasado. Así que nada, estamos felices. Fue en el momento que tenía que ser”.

Ellos, junto con Nelson Aguirre, son los cantantes de la banda que se fundó en 2003 y vive ahora, 22 años después, su mejor momento.

Mesurados, como si el éxito no fuera algo capaz de tambalearlos, los integrantes de La K’onga parecen poner el vínculo humano sobre todo. En Córdoba viven prácticamente juntos, en casas contiguas, en un barrio privado donde también tienen su propio estudio.

Su equipo de trabajo está hecho de amigos. Cuando alguien se suma a su universo, es decir, cuando un artista de otro género se dispone a trabajar con ellos, lo reciben en su sala de grabaciones, le hacen asados, le dan la experiencia La K’onga completa. Y claro: le ponen cuarteto.

—Más allá del oficio de la música, ¿qué es el cuarteto para ustedes?

Diego Granadé: Y… Pasa que…

Pablo Tamagnini: Es mucho. Es tradición, tiene más de 80 años. Nosotros bailamos en los cumples, en los casamientos, en las fiestas y hasta cuando ocurre el deceso de alguna persona, también se pone cuarteto. Es nuestro folclore.

Diego: Lo tenemos muy adentro, sin darnos cuenta.

La K'onga tiende puentes: "Los uruguayos son hermanos"

Dicen que atrás del cuarteto hay pasodoble, tarantela, campo, clase obrera, pueblo, barro. Un piano con vida propia, que salta, que se bambolea con alegría contagiosa, que va infectando al que lo escucha. Y una mujer, Leonor Mazano, que había perdido a su madre y en los años 40 se inventó una música para seguir adelante, para sanar las heridas.

El cuarteto —como el fernet, y a menudo tan ligado a él— se convirtió en sinónimo de Córdoba. Trascendió lo rural y popular para colarse en las ciudades y las élites. Creció, mutó, se expandió. En los 80 se volvió federal y regional de la mano de la Mona Jiménez. En los 90, Rodrigo le dio un impulso masivo inusitado y sus canciones se colaron en las radios, el prime time de aquella televisión dominante, las fiestas, las calles.

Hoy vive un fenómeno parecido. Artistas como Luck Ra, Q’Lokura, Ulises Bueno, Banda XXI y, claro, La K’onga, lo empujan por el mundo, lo muestran como lo que es: una casa grande, de puertas abiertas, donde siempre hay una excusa para ser feliz.

Allí han entrado Chayanne, Elvis Crespo, Cristian Castro, David Bisbal, Sergio Dalma, Nahuel Pennisi, Jorge Rojas, pero también Matías Valdez, Luana, Marama, Lucas Sugo.

Para el show del Antel Arena, La K’onga, que viene de estrenar dos discos en vivo, repletos de invitados, sueña con repetir la historia. Quieren grabar “un en vivo en Uruguay” —en el mejor de los casos un disco, pero si no algo, alguna pieza— con canciones nuevas e invitados uruguayos, y con la gente. Quedan las últimas entradas en Tickantel.

¿Pero qué se necesita para cantar cuarteto? “Fuerza y ganas”, dicen. Nada más.

“El ritmo te va llevando”.

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La banda argentina La K'onga.
Foto: Difusión

Quizás eso es lo que explica esta última ola expansiva, que ha convertido a La K’onga en una banda de alcance internacional.

“Venimos de Perú, hemos tocado en Panamá, hemos tocado en Colombia, hemos llevado nuestro género lo más lejos que se ha podido”, dice Pablo Tamagnini (un ex Operación Triunfo) en su charla con El País, “y a fines de octubre tenemos una fecha en Tokio. Es parte de lo que decías vos: nos están descubriendo en otros lugares donde nosotros ni imaginábamos. Sí soñábamos, pero no imaginábamos que íbamos a llegar, y hoy ya es una verdad. Estamos muy orgullosos de todo lo que se ha logrado, no solo a nivel banda, sino a nivel género”.

“Claro, porque a nosotros nos toca aportar nuestro granito de arena, pero ahora tenemos muchos exponentes del cuarteto que están dando la vuelta al mundo, así que nos estamos apoyando entre todos”, suma Diego Granadé. “De los otros géneros han venido a cantar con nosotros, nosotros hemos cantado con ellos, entonces creo que la música de todo el mundo está pasando un buen momento. Esto de colaborar me parece fantástico”.

En ese sentido, valoran que artistas uruguayos les hayan abierto la puerta de esta tierra y los hayan acercado a sus audiencias, porque entienden que es “entrar por la puerta grande” a un nuevo mercado. Varios eslabones sostienen ese puente: Lucas Sugo, con quien hicieron “Mira”; Matías Valdez, con quien grabaron “No te vayas” (ambas interpretadas por Diego); los chicos de Marama, junto a Nelson en “Me va bien sin ti”; Luana, que cantó con Pablo “Te pido perdón”; y Diego Matturro, con quien suelen escribir y quien les aportó, dicen, un orden “despiadado” en su rutina de trabajo.

(Eso, su cultura de trabajo, es algo que los hace sentir especialmente orgullosos.)

“Los artistas te hacen conocer su gente, porque es como que a través de ellos te das más o menos cuenta de cómo son los uruguayos. Y me ha tocado conocer gente espectacular, buena gente”, dice Diego. “Y como nosotros somos de Córdoba, cuando vamos a los festivales del interior nos sentimos cercanos, en casa”.

“Más allá de que argentinos y uruguayos nos peleamos a veces que si el mate, si el dulce de leche, si Gardel, esas son las cosas que nos unen”. reflexiona Pablo. “Cuando tuvimos la gira en Europa o Estados Unidos había uruguayos en la sala y más que distintos, son todos hermanos, son todos iguales, y estaban bailando cuarteto y eso nos ilusiona mucho. Nos divierte y nos emociona el hecho de que se rompan las barreras con la música, y creo que esa es nuestra misión: que la gente se ponga alegre, que se olvide hasta de dónde viene, no que piense si es el mate uruguayo o argentino. La música hace esas cosas, esa magia de poder juntar pueblos que vibran de la misma manera”.

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