La Delio Valdez: fiesta en Uruguay, el disco grabado en el estudio de Ricardo Fort y la fuerza de lo colectivo

La Delio Valdez llega a Montevideo el sábado 25 para presentar "El desvelo" y tendrá DJ Sonido Parrandero extendiendo la fiesta hasta la medianoche. En la previa, Pedro Rodríguez dialogó con El País.

La Delio Valdez.
La Delio Valdez.
Foto: Difusión.

"Este es un renacer post-pandémico”, asegura Pedro Rodríguez, responsable de los timbales y una de las voces de La Delio Valdez. Se refiere a El desvelo, el nuevo disco del grupo argentino, que marca un giro respecto a El tiempo y la serenata (2021), aquel trabajo gestado en plena pandemia y atravesado por la introspección. “Era un disco penumbroso, de oscuridad optimista”, recuerda.

Lo nuevo de La Delio Valdez, grabado en el marco de sus 15 años de trayectoria, es un álbum de reencuentros. “El desvelo es volver a esas cosas que nos desvelaban antes de ese virus de mierda: la noche, las amistades, el amor, el desamor y, sobre todo, la fiesta”, explica Rodríguez. La celebración se convirtió en método: grabaron en vivo para que el disco atrapara la intensidad y la espontaneidad de cada uno de sus conciertos.

Bajo la producción de Juan Blas Caballero —ganador de siete Latin Grammy— y de Popi Spatocco, histórico colaborador de Mercedes Sosa, la banda ingresó a Fort Music, el estudio que el mediático Ricardo Fort construyó en el barrio porteño de Almagro, para capturar en grabación lo que mejor saben hacer: sonar como en sus conciertos, con la misma energía y disfrute compartido que transmiten en vivo. “Antes grabábamos por separado y por sección, pero se pierde un poco la esencia del vivo y, en la edición, todo queda más robótico”, dice.

El resultado es una fiesta de 43 minutos que apenas da respiro. Con la participación de Los Palmeras —cuando Rubén “Cacho” Deicas aún formaba parte del grupo— y del conjunto mexicano Son Rompe Pera, La Delio Valdez entrega uno de sus discos más luminosos y bailables.

El álbum recorre la cumbia de raíz en “Negro querido”, se pasea por la bachata con “Nuestro lugar favorito”, explora la sonoridad de la marimba en “Abajo de la palmera”, aborda con delicadeza el desamor en “Farsantes” y ofrece estribillos con sello de clásico en “El rey” y “Dice que no importa”.

Varias de esas canciones se escucharán en Montevideo el sábado 25, cuando los argentinos lleguen a Sitio para presentar El desvelo. El plan, adelanta Rodríguez, no se limitará al concierto: el grupo contará con la participación del DJ Sonido Parrandero, que prolongará la música hasta la medianoche. “Es una forma de recuperar el concepto de lo que era La Delio al principio: las fechas no eran solo recitales, sino una fiesta. Y como el disco habla de la noche, después de tocar nos quedamos tomando unos tragos. Si no, sos un pecho frío”, dice con una carcajada.

Las entradas se venden en RedTickets, y están a punto de agotarse. Cuestan 1790 pesos.

La Delio Valdez.
La Delio Valdez.
Foto: Difusión.

Esta será la cuarta visita de los argentinos a Uruguay en lo que va del año. En febrero, se presentaron en Medio y Medio de Punta del Este, y en abril hicieron doble fecha: fueron protagonistas del festival Minas y Abril y agotaron, como es costumbre, la Sala del Museo. Aquel show, titulado El cumbión de La Delio Valdez, contó con la apertura de Kumbiaracha y la participación de dos DJ’s que ofrecieron una selección de cumbias.

Ahora vuelven para reafirmar que cada vez que vienen, juegan de locales. La fiesta, si hacía falta recordarlo, está más que garantizada.

En la previa va a esta entrevista con Rodríguez.

—Ya publicaron grabaciones de shows en lugares como el Gran Rex, el Luna Park y el Estadio Ferro, pero registrar un disco en vivo en el estudio es diferente, tanto en el clima como en la exigencia. ¿Cómo fue el proceso de El desvelo?

—Estuvimos tres meses ensayando con partituras y metrónomo; todo muy estructurado y profesional, como debe ser. Después, la propuesta que nos dio Popi fue hacer dos tomas con metrónomo y otras dos sin. Al tocar todos juntos, atentos a los detalles, el resultado tiene otro sabor: más orgánico, más vivo. Si grabás por partes, está bien, pero te subís a algo ya hecho; es más fácil, sí, pero pierde gracia. Hay algo muy rico en el ensamble del vivo, en esa concentración colectiva en los mismos detalles, ya sea en las texturas o en los momentos de subir y bajar. Eso le da un sabor de conjunto, porque los 15 músicos están tocando al mismo tiempo, concentrados en lo mismo. Eso suma mucho, porque gran parte de lo que es la orquesta tiene que ver con eso: suena potente cuando estamos todos juntos, con la energía y la adrenalina del vivo, pero también con la seguridad de saber que tenés espalda, que tenés a un compañero al lado.

—Sus shows cargan con la energía de lo real, de lo que se construye en el momento. No solo porque todos son protagonistas, sino porque el público se vuelve una pieza clave de esa fiesta colectiva. ¿Qué tan importante es para ustedes poder generar eso?

—Es una búsqueda colectiva. Al principio, La Delio tenía el mismo formato de orquesta, pero con una cantante principal. Nos dimos cuenta de que estábamos cayendo en una cuestión de unidireccionar la visión, de ser la banda del cantante. Y cuando la cantante de ese momento se abrió, nos hicimos una pregunta: ¿qué queremos ser? ¿La orquesta de un cantante o una orquesta que invita a cantantes a sumarse? Decidimos que queríamos que la orquesta fuera la protagonista, y que los cantantes aportaran su interpretación y su arte. Todos merecen su protagonismo, porque todos están tocando; si no están esas personas, la banda no suena. A partir de esa decisión surgió otro trabajo: buscar las canciones, armar el repertorio, pensar los movimientos en el escenario. Para eso empezamos a trabajar con un coreógrafo groso, Ignacio González Cano, coreógrafo del Colón y de grandes orquestas de tango. Con él fuimos encontrando los espacios de protagonismo de las diferentes secciones y buscando que el show no sea solo ir a ver a cuatro chabones saltando y gritando.

—Y eso se percibe enseguida..

—Sí, el público nota que la estamos pasando bien y disfrutando. Tenemos la suerte de que la gente nos siga haciendo el aguante. Cada vez que vamos a la Sala del Museo se agota, y eso es un montón para nosotros. Que a la gente le guste la orquesta es un reconocimiento enorme. La conexión con el público es muy importante y se genera algo especial: si la orquesta te dice que grites, gritá; si te dice que saltes, saltá. Te sentís parte del grupo.

—Hablamos de lo que pasa como grupo cuando tocan, pero ¿qué te pasa a vos en esa hora y media en que entrás en otra sintonía?

—(Piensa) A mí la música me salvó la vida. Yo vengo de un barrio bajo, peligroso, y al momento de tocar… (Hace una pausa) es como que me pierdo por completo. Salgo de mí, de todo lo que me puede estar pasando, para que ese momento sea el más valioso. Los recitales son un momento de liberación: es la orquesta, el instrumento y yo, que se juntan para que suene piola... Y yo sé que lo hago bien (se ríe).

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