Kumbiaracha: 14 mujeres reclaman la pista de baile y van por una conquista en la que hay lugar para todos

Las Kumbiaracha tocarán el 21 de noviembre en el Teatro de Verano, un logro importante para esta orquesta de mujeres y disidencias que nació en pandemia y sacude el juego de la música tropical.

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La banda Kumbiaracha.
Foto: Altamirano

Ahora que se metieron en esto, ahora que entendieron que hacer algo así era —quizás— posible, las Kumbiaracha van por todo. “El desafío es ver cómo vamos a sostener esta idea. O sea, nuestro propósito es llenar el Teatro de Verano a como dé lugar. Eso es lo que queremos”, dicen una tarde helada Mariana Escobar y Florencia Núñez, dos de sus cantantes, en la redacción de El País. Están camino a la noche más importante de sus vidas, o al menos de la vida de esta orquesta que nació en pandemia y, contra todo pronóstico, funciona: el viernes 21 de noviembre, Kumbiaracha tocará en el Teatro de Verano. Y será cosa seria.

En un país de plena y charanga, en un ambiente —el de la música tropical— históricamente masculino, en un universo de letras sexualizadas o misóginas, ¿a quién se le ocurre una orquesta de cumbia de 14 mujeres y disidencias que busca hacer de la pista un lugar seguro, que no quiere regirse por las dinámicas de los boliches y que hace canciones propias poniendo cuidado en cada una de las palabras?

“Esta es una propuesta que lo que hace es decir: vengan. Vení vos, vení. Hasta el machirulo más rancio, que venga. No hay problema con que venga. Es necesario que nos encontremos”, dice Escobar, que además es actriz e integrante de La Orquesta de las Mil Melodías.

¿A quién se le ocurre un proyecto así? Solo a un grupo que entiende que la pista también es —también puede serlo— un lugar político.

“Pero esto no es político partidario. Yo tengo 36 años y en mi adolescencia bailaba canciones como una que habla de una violación masiva a una niña de 15 años”, dice Escobar sobre “El cumple de tu hermana”, un clásico del repertorio de La Cumana (“Yo me encargo del asado, del vino y de la cerveza / Y entre todos los muchachos le hacemo’ una linda fiesta”). “Esa letra entró a mi cerebro de forma sórdida a los 15, porque no me di cuenta, ¡y yo la bailaba! Y si no voy generando un sentido crítico, un pensamiento crítico, esa letra se me puede meter tanto en mi cerebro que de alguna manera después construyo mi vida desde ahí”.

Por eso, Kumbiaracha —que lleva cinco años en la escena, ha desarrollado sus propias fiestas (la Fiesta K), tocado en festivales y participado en eventos municipales, y que recientemente debutó en el Festival del Olimar y en el Morrostock de Brasil— menciona una y otra vez al público.

No dicen solo que se deben a su gente, sino que piensan en construir canciones para que las escuchen “las niñeces” y las adolescencias, para contribuir a dar algo que quizás ellas mismas no tuvieron: “Poder escuchar música, poder disfrutar, gozar, bailar en un espacio seguro, con letras seguras, porque con eso quizás puedas construir otra forma de vincularte, otra forma de estar”.

En ese sentido, el propósito último no es el divertimento, aunque también. En la campaña de marketing que han desarrollado para promover este Teatro de Verano, cuyas entradas están en venta en Tickantel (hay beneficios de 2x1 para socios de Club El País), imaginan cinco cosas que podrían pasar en la noche del 21: “Que alguien llore con una canción. Que alguien se bese en la última fila. Que te vayas silbando un tema nuevo. Que las abuelas bailen con las nietas. Que se nos desborde el alma un poquito”. Quieren todo eso. También quieren la fantasía: los atuendos de un blanco de iglesia con chaqueta de brillos de bola de espejo que eligieron para las fotos oficiales del show le tiran una guiñada socarrona al simbolismo Karibe con K.

Kumbiaracha, entre el gran show y la expansión

Kumbiaracha ya ha tocado en el Teatro de Verano, pero como telonera o en fechas compartidas. Esta será su primera vez en solitario, nada menor para un grupo que funciona de forma cooperativa. “No estaba pensado para este año, pero nos llegó la invitación del Teatro de Verano y eso hizo que pudiéramos ver el valor que realmente tenemos, el valor que tiene lo que hacemos”, dice Núñez, también cantante, que viene del palo de la murga y el candombe. “Creo que el ser una orquesta de mujeres y disidencias, algo nuevo, y además para determinado público, es lo que a veces hace que nosotras mismas nos frenemos por un supuesto algo que hay en el aire. Y esto fue como un empujón. Gracias a eso nos pudimos ver posicionadas en este lugar, porque venimos trabajando hace años, está buenísimo lo que estamos haciendo y hay mucha cabeza, mucha organización, y le ponemos mucho amor”.

“Más allá de que todo lo que hacemos lo hacemos siempre con mucho amor, esto es algo grande”, aclara Escobar. “Hay más corazón”.

Kumbiaracha.
Kumbiaracha.
Foto: Difusión

Para el Teatro de Verano, Kumbiaracha expandirá su equipo técnico, diseñará vestuario, trabajará visuales, pero además modificará el show, que hasta ahora ronda los 45 minutos. En ese duplicar la apuesta tendrán que incorporar canciones nuevas, pero también generar espacios, sacar a relucir las texturas: un concierto largo es como bajar la velocidad para mirar, con cautela, cada cosa que conforma el paisaje.

Prepararlo es apostar a más.

Lejos de pensar en lo que pasará ese día —solamente en esa noche—, la banda sabe que se está fabricando un futuro, construyendo algo que quedará listo para seguir rodando. O como dice Núñez: “Una inversión por todos lados. Un trampolín”.

La otra expansión, la sonora, viene desde aquellas reuniones en las que se miraban las caras y se preguntaban: a qué querés que suene Kumbiaracha. En el camino, las cantantes dejaron de tocar la güira para concentrarse pura y exclusivamente en las voces; se agrandó la sección de caños y la percusión incorporó el octapad. Defienden el cambio porque entienden que los procesos artísticos nunca se cierran, nunca acaban. Dejan que su cumbia se tiña de las influencias que traen de tantas tierras, las musicales y las geográficas: Paysandú, Maldonado, Montevideo, pero también Cuba y Canadá, Argentina, Suecia. “Nuestras canciones demuestran una identidad”, dicen. Están convencidas.

Desde ahí, como trazando un camino paralelo, las Kumbiaracha avanzan hacia su Teatro de Verano. Y hay lugar para todos en su fiesta. “Nos gustaría llegar a todo público. Esa es la realidad”, dice Núñez. “También siento que la música que nosotras hacemos, o la forma en que nos paramos y cómo tratamos de cuidar las canciones que hacemos, es porque en algún punto queremos bailar en un lugar donde toque una banda donde hayan más mujeres, por lo menos, y correrse de las letras misóginas. Porque la música tropical viene siendo así hace años, se rige por esas letras un poco vulgares que seguimos bailando y seguimos cantando, es verdad, pero creo que Kumbiaracha trata de pararse desde otro lugar, siendo fieles a lo que sentimos y queremos transmitir”.

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