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Los 80 de Hugo Fattoruso, la leyenda que no deja de crear y de moverse pero no festeja su cumpleaños

Este jueves Hugo Fattoruso cumple 80 años; antes recibió a El País y habló de sus próximos proyectos e hizo un balance de su paso por el Solís. Mirá el video.

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A Hugo Fattoruso se le escapa un “¡Fuaaa!” nostálgico y sorpresivo. Abre bien los ojos y sonríe de costado mientras se reencuentra con la portada de Swing en el Solís. “¡Uh! ¡Mirá lo que es! ¿Cuántos años tiene?”, pregunta mientras sostiene ese vinilo publicado por Orfeo en 1963. “Es probable que sea mi primera grabación. ¿Qué nombre le pusieron? Ah, el Trío Hugo Fattoruso... bué, muchas gracias”, dice y se ríe. “Esto es con Osvaldo y Pelín”.

Ese álbum en vivo, que además cuenta con actuaciones de Panchito Nolé, Paco Mañosa y Mario Nicoli, inaugura el camino de quien se convertiría en uno de los artistas más celebrados de la música uruguaya. Allí, Hugo se acompaña de Osvaldo Fattoruso en batería y Roberto “Pelín” Capobianco en contrabajo, y recibe una ovación en medio de su frenético solo de piano sobre el final de “Oscar Blues”, de Oscar Peterson. “Me acuerdo del aplauso, que era cerrado”, comenta con una carcajada. “Fue una sorpresa muy grande porque nosotros éramos re chiquilines, re naive, y estábamos en la luna de Valencia”.

Luego, hace una pausa y vuelve a concentrarse en la tapa. La foto en blanco y negro muestra el palco del Solís repleto de jóvenes vestidos de traje y corbata. “Mi padre está sentado por acá, lo descubrimos después”, tras recorrer la imagen con la mirada y el dedo índice. “También está Jaime Roos con su tío, Georges Roos, que fue uno de los organizadores. ¡Increíble! Esto era de la Peña del Jazz y nosotros éramos del Hot Club. Era otro Montevideo: no había canales de televisión y era todo blanco y negro”, relata.

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Hugo Fattoruso.
Foto: Mateo Vázquez.

Como si se tratara de un círculo que se completa, el que hace 60 años tocó “Oscar Blues” en el Solís, viene de presentar dos recitales con entradas agotadas en ese mismo escenario. La semana pasada, Fattoruso, que hoy cumple 80, ofreció, junto a numerosos invitados, un espectáculo que repasa lo mejor de sus incontables proyectos. “Fue fantástico”, dice. “Fue algo bien particular porque cada formación tocó dos temas. Está todo filmado y grabado, así que ahora tenemos que mezclar y editar”.

De ambas noches le quedan unos cuantos recuerdos. Habla de la participación del bajista Ringo Thielmann, su excompañero en Opa, que viajó desde Estados Unidos para ser parte de la fiesta. “La gente lo apoyó mucho, y yo me quedé muy contento por él y por el público”. Lo mismo sucedió con el percusionista Yahiro Tomohiro, del dúo Dos Orientales, que llegó desde Japón. “Estuvo cuatro días en un avión y cinco en Montevideo. Estaba feliz de la vida”.

Pero si de recuerdos se trata, el más significativo es el que Hugo protagonizó junto a sus hijos y nietos, que viajaron de distintas partes del mundo para interpretar “Conmigo” y “Milonga Blues”. “Me encantó”, resume.

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Hugo Fattoruso junto a uno de sus nietos.
Foto: Juan Manuel Ramos.

Y si bien lo del Solís fue una celebración por adelantado de sus 80 años, Fattoruso le resta importancia al número redondo. El martes a la mañana, cuando recibe a El País en su casa de La Comercial, se refiere a su cumpleaños y dice: “No es mi costumbre festejar. En general, una vez por semana salimos a comer a algún lado con Albana (Barrocas, su pareja), pero capaz nos quedamos acá y no cocinamos”.

Para Hugo Fattoruso, cumplir 80 es un día como cualquier otro.

—Mientras repasabas el vinilo de Swing en el Solís, dijiste que todavía recordabas el aplauso cerrado del público. Mirado a la distancia, ¿esa noche te permitió confirmar que la música era tu camino a seguir?

—Yo nunca me di cuenta... me fui haciendo músico profesional. No sé. En esa época yo trabajaba de mecánico en un taller y no me daban trabajos de mucha responsabilidad; quitaba frenos y desarmaba cajas de cambios. Así que nada, a los tumbos, me hice músico de profesión. También fui fotógrafo y trabajé como mensajero en mi moto y, viviendo en Nueva York, fui limpiador del Golden Charriot, el club donde tocábamos con Opa.

—Vivís en esta casa de La Comercial desde que tenés siete años. ¿Qué representa este lugar en tu vida?

—Imaginate... Mi hermano y mi madre salieron de acá para nunca más. (Hace una pausa) Yo estoy en esta casa y no tengo mucha cosa para decir. También viví mucho tiempo afuera...

—Supongo que mientras vivías en el exterior, era importante saber que en tu casa te esperaban tus cosas. ¿Qué significaba para vos en esos momentos?

—Y... es lo más importante. Uno estando afuera, aprovecha las cosas que puede, pero siempre sos extranjero. La calle donde vivo es Justicia y no es mía, pero me vio pasar 25 mil veces con esta ropa, con el acordeón, la bicicleta, la Suzuki y la camioneta de mi padre. Lo mismo pasa con 18 de Julio, no es mía, pero me conoce. Yo estoy en mi casa acá.

—¿Cómo fue reencontarte con el candombe cuando volviste a Uruguay?

—Me puse a llorar. Hacía 11 años que no veía ni escuchaba a una cuerda de tambores. No hay estudio de grabación con los pueda grabar ni cámara que los filme,a los tambores hay que verlos en la calle. Bueno, volví y me enteré que en tal club estaba tocando una comparsa, y cuando llegué me puse a llorar como un descosido. Casi me mata, fue una cosa muy fuerte siendo que mi padre me llevaba en brazos a ver a los tambores en una época en que no mucha gente iba a Barrio Sur o Palmero. Había prejuicios y no sé si era muy bien visto, pero mi padre me llevaba de bebé. O sea, algo te tiene que quedar. Entonces, cuando volví a escucharlos luego de 11 años casi me matan. Si me liquidan hoy en día, imaginate en ese momento (se ríe).

—¿Qué cosas te emocionan hoy?

—No quiero ser redundante, pero me emociona el tambor y la gente que lo toca. Tengo un vínculo muy cercano con la familia Silva y los Núñez, lo mismo con Diego Paredes, del lado de Ansina. Hoy el candombe está en todos los barrios y eso es algo fantástico para la práctica y la disciplina de tocar el tambor. (hace una pausa) ¿Qué otras cosas me emocionan? La amabilidad de los uruguayos... eso me encanta.

—¿Sos consciente de que, a lo largo de tu carrera, ayudaste a expandir los horizontes del candombe?

—Es automático, no es programado ni proyectado. Cuando estoy aquí, en Montevideo, represento a mi familia, y cuando estoy afuera de Uruguay represento a todos los uruguayos.

—Ya lo hemos hablado en otras entrevistas y quedó claro en tus shows del Solís: siempre te interesó más mirar al presente y al futuro más inmediato que centrarte en el pasado. Podrías haberte centrado en tu repertorio en los sesenta o los setenta, pero preferiste hacer foco en la actualidad. ¿Por qué decidiste darle ese enfoque?

—No lo pienso, sale así. En los conciertos tocamos un par de temas de Los Shakers pero porque el Coro Nacional de Niños del Sodre suena divino; yo no voy a cantar esas canciones. Los recitales no eran de Hugo, eran de estas formaciones. Yo era el pianista pero no voy a festejar una fecha y hacerme el coso. Lo que hacemos con cada formación es fresquito y eso me encanta.

—En resumen, estás siempre en movimiento.
—Sí, hasta el cajón.

Los proyectos de una mente que vive para hacer música

Recién pasó una semana de su doble show en el TeatroSolís, pero Hugo Fattoruso no descansa. El 9 de julio iniciará, junto a HA Dúo, una gira de 12 fechas por varias ciudades de la provincia de Buenos Aires. En agosto, el dúo se presentará en el Centro Cultural Kirchner acompañado por la Orquesta Juan de Dios Filiberto, y en setiembre Fattoruso viajará a Japón para embarcarse en la gira número 16 del proyecto Dos Orientales. Estará allí hasta finales de noviembre.

Por si fuese poco, está trabajando en unos cuantos álbumes en simultáneo. Está terminando de mezclar dos discos: Tradición, el segundo álbum del Quinteto Barrio Sur, y un álbum de piano solo que grabó en vivo en el Café Berlín de Buenos Aires. A su vez, durante su paso por Japón grabará el cuarto álbum de Dos Orientales y, además, está trabajando en un proyecto de canciones inéditas de la reunión de Los Shakers, celebrada en 2005. “Son seis o siete temas que se grabaron en el estudio de Luis Restuccia, y me encanta cómo quedaron. El sonido es muy bueno y el grupo funcionó mejor que en Bonus Tracks, el disco que lanzamos y que se grabó en Buenos Aires después de la insistencia del patrocinador de esa vuelta”.

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