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Fattoruso en el Solís: crónica detrás de escena en la noche que resumió 80 años y toda la música de un país

Con entradas agotadas y decenas de invitados, Hugo Fattoruso se presentó martes y miércoles en el Solís para celebrar sus 80 años y repasar toda su carrera.

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Hugo Fattoruso en el Teatro Solís.
Foto: Juan Manuel Ramos.

Hugo Fattoruso se pasea, con su acordeón colgado y una amplia sonrisa, por el camarín del Teatro Solís. A su alrededor pasa de todo. El percusionista Yahiro Tomohiro repiquetea las manos sobre sus muslos para sobrellevar los nervios; “estoy emocionado, esa es la palabra”, comenta con su acento japonés, sentado frente a uno de los espejos. A su lado, la también percusionista Albana Barrocas recorre el lugar para asegurarse de que todo esté listo. Mientras los nietos de Hugo corren entre la gente por los pasillos, al costado del escenario, el bajista Ringo Thielmann se abraza con un músico que le pidió una foto.

Es miércoles a la noche y Hugo Fattoruso está a punto de presentar la segunda función de su concierto de celebración de 80 años. Al igual que el martes, las entradas están agotadas desde hace semanas, pero eso no lo inquieta. Sin dejar el acordeón, camina con su camisa floreada entre los pasillos y el camarín mientras interpreta fragmentos de “Al compás del vals” —la canción con la que abrirá el show—, se deja fotografiar por las cámaras que lo rodean y sonríe sin pausa. Se lo ve alegre y en calma. Saluda con entusiasmo cada encuentro y hasta se toma un momento para explicarle, mientras toca el inicio de “Cumpleaños feliz”, a una joven que le pregunta cómo funciona su instrumento.

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Hugo Fattoruso en el Teatro Solís.
Foto: Juan Manuel Ramos.

“Tres minutos”, anuncia uno de los técnicos del Solís y 18 de los 35 invitados se encuentran en el pasillo para una foto grupal. Hugo queda solo en su camarín. El sonido de su acordeón resuena en el lugar. Cuando llega el momento, va sereno hacia el escenario y todos van detrás de él. Nadie quiere perderse el inicio del concierto. Mientras se oye el aviso protocolar del teatro, Fattoruso se sienta en una silla solitaria tras bambalinas. “¿Voy?”, le pregunta a una de las técnicas que espera la señal por un walkie-talkie.

Sale a escena con una sonrisa y se desata la primera ovación de la noche. Fattoruso se va al centro y hace una reverencia de agradecimiento; luego se acerca al micrófono. Y ahí, frente al teatro repleto e iluminado por una luz cenital, arranca con “Al compás del vals”, la canción que repasó hasta hace unos minutos. Mira el suelo, se balancea con la música, marca el ritmo con el pie derecho, se ríe solo y canta, por lo bajo, fragmentos de la melodía. Son cuatro minutos magnéticos; nadie se anima a hablar. “Muchas gracias por estar aquí”, agradece tras los aplausos. “Decidí comenzar esta velada tocando mi primer instrumento”.

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Hugo Fattoruso junto a uno de sus nietos.
Foto: Juan Manuel Ramos.

Luego de esa escena íntima, Hugo se pasa al teclado y presenta a su familia, y el escenario se llena de los Fattoruso. Están sus cuatro hijos (Alex, Christian, Francisco y Luanda) y sus tres nietos (Nicolás, Santiago y Donatello). Interpretan “Conmigo” y “Milonga Blues”, dos joyas del disco Homework (1997). Tras bambalinas, varios de los invitados se amontonan para ver el encuentro familiar. “Decidimos, junto con nuestros queridos de Montevideo Music Group, tocar músicas de diferentes propuestas en las que participamos. Yo soy el pianista de todas, ¿ta?”, dice y le saca una carcajada al público. “Hoy de noche, entonces, tocamos dos temas con cada formación”.

Durante dos horas, Fattoruso invita al público a sumergirse en sus proyectos. Invita a Albana Barrocas, de HA Dúo, a interpretar “Milonga de la Luna” y “Cunas”; presenta a Yahiro Tomohiro en “Metimpar” y “Torii”; y luego a Leo Maslíah para tocar “La papa” con Tomohiro en percusión. En ese momento, una mujer del equipo de Hugo inicia un vivo de Instagram y, en cuestión de segundos, cientos de personas se suman a la transmisión. “Lo más grande que dio la música de este país”, “Bestias humanas” y “Qué crá Hugo” son algunos de los elogios que llegan. Al costado del escenario, unos cuantos celulares filman la escena.

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Leo Maslíah en el Teatro Solís.
Foto: Juan Manuel Ramos.

El concierto continúa con la participación de la cantante María Betancur, que se suma a la formación para cantar “Corcheas blancas”. Al igual que Fattoruso al arranque del concierto, Bentancur acompaña su interpretación con el cuerpo: mueve los brazos, baila en su lugar y transmite su alegría. El entusiasmo sobrevuela el Solís. Más adelante, le llega el turno al Trío Oriental, de la mano de Daniel Maza y Fabián Miodownik. Interpetan “Casi una chacarera”, “La explicación” y “De madrugada”, antes de darle paso a uno de los mejores momentos del show.

“El bajista de Opa, Ringo Thielmann”, anuncia Fattoruso para darle entrada al músico que desde hace décadas vive en Estados Unidos y que ahora entra al escenario con una camiseta de Uruguay. Hacen una versión de “Goldenwings” y mientras el público ovaciona, Fattoruso deja su piano para abrazar a su colega.

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Ringo Thielmann.
Foto: Juan Manuel Ramos.

Luego le llega el turno al Cuarteto Oriental, con Edú “Pitufo” Lombardo, Leo Carbajal y Albana Barrocas, que ofrece un sólido repertorio formado por “Saplicadito”, “Estampas” y “Herencia de Cuareim”. Este último, funciona como puente ideal para el ingreso del Mathías, Guillermo y Wellington Silva, del Quinteto Barrio Sur. Mientras Mathías toca el tambor piano y recita la introducción de “Patio Milongón”, sorprende a Fattoruso con un breve homenaje:“Milongón eterno, y como Huguito pa’l candombe, sos como un Dios”. Le roba una sonrisa al músico, que minutos después sale del escenario para buscar un sombrero de colores y un bastón, y recorre la escena imitando a un gramillero.

El cierre queda en manos de dos clásicos de Los Shakers, “What a Love” y “Never Never”, cantados junto a 13 jóvenes del Coro Nacional de Niños del Sodre y con los hijos y nietos del músico. Las nuevas versiones hacen bailar al público en sus asientos y, cuando Hugo se despide, se oye un “Olé, olé, olé, Fatto, Fatto”.

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Hugo Fattoruso en el Teatro Solís.
Foto: Juan Manuel Ramos.

El regreso, para el bis, queda en manos de “Mi canción”, que resume el espíritu festivo y de entrega de la noche: “Y en el mar sos canción, canción que se canta sola, de cuna, / Canción que me hace ofrecerte mi corazón para vos”. Se oye la última ovación y Fattoruso sonríe con el mismo entusiasmo con el que se lo veía recorrer los camarines del Teatro Solís. Es el cierre ideal para una noche llena de encuentros musicales.

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