El futuro de Cumbia Club está escrito en planillas de Excel. Por allí están agendados todos los shows que darán en 2025, los días en los que podrán tomarse vacaciones, los fines de semana libres y las mil reuniones de producción, coordinación, logística, puesta a punto. Están los presupuestos, los pedazos de un disco que está en plena preparación, proyectos sobre los que nadie sabe. Está todo lo que vendrá a partir de mañana, el día en que El Club de la Cumbia desembarcará en la Rambla para hacer lo que nunca imaginó.
Cumbia Club, la banda que nació para que un grupo de amigos tocara covers de cumbia villera, plantó la semilla de El Club de la Cumbia, su propia fiesta, en 2016 en Solitario Juan, un bar que ya no existe. Pasó de vender 100 entradas a agotar religiosamente dos ediciones por mes, en Sala del Museo y para más de mil personas cada una. Ya llenó un Antel Arena y, en diferentes versiones, varios Velódromo. Mañana espera reunir a 20.000 personas en la Rambla de Punta Carretas, y aunque todo ha crecido, aseguran que el espíritu es siempre el mismo: estar con amigos, pasarla bien.
En El Club de la Cumbia, la gente baila mientras Cumbia Club ofrece varias vueltas de música en vivo, con invitados sorpresa que mañana serán más que de costumbre. Sus visitas suelen ser de lujo: de Pericos a Natalia Oreiro, de Luana a Emiliano Brancciari de No Te Va Gustar.
De cómo una banda de amigos se convirtió en negocio y en lugar para cumplir sueños, parte de esta charla con Chino Tarallo y Hernán Díaz.
—Cuando pensaron en El Club de la Cumbia como formato, ¿se imaginaban que el negocio podía escalar a esta dimensión?
Hernán: Yo creo que todo proyecto de ese tipo siempre tiene algo accidental, y este no es la excepción. Cuando empezamos El Club de la Cumbia, en ningún momento proyectamos esa cosa masiva como lo que va a ser ahora. Siempre era partido a partido, más allá de la fantasía de cada uno, que todos siempre quisimos hacer lo que hacemos hoy: armar nuestro show y que la gente acompañe. Pero nunca pensamos...
Chino: Hay una especie de teaser que hicimos en 2016, antes de tocar en vivo, bien de manija nuestra, y ahí decíamos: “Queremos hacer una banda para dar sus propias fiestas, con música en vivo y para bailar, y que se llame El Club de la Cumbia”. Pero queríamos tocar cumbia con amigos, no estábamos pensando en una empresa; se trataba de eso, de pasar el rato. Después, los que venimos de otros palos sentíamos que podíamos volcar a la banda parte de nuestro conocimiento profesional desde la estrategia, la comunicación, el marketing, lo visual, el sonido. Entonces pasamos a ser una banda con mucha infra intelectual, y queríamos ser muy profesionales porque nos gusta hacer las cosas bien, pero nunca con el fin de hacer un negocio. Después fuimos creciendo paso a paso, pero seguimos con la misma premisa que en el Solitario Juan.
—Pero con los años pasaron de tocar para 100 a tocar para miles. ¿En qué se siente ese cambio de escala?
Chino: En el volumen de trabajo. Antes, las horas que dedicabas al proyecto eran las de ensayo, de show y lo que estudiaras en tu casa. Hoy, esas horas musicales ocupan una gran franja de la semana, pero después hay horas de producción y preproducción que tomaron todo el día. Hoy hay gente que está todo el tiempo trabajando para Cumbia Club, ocho horas por día en plan trabajo formal. Y esa es la gran diferencia: que te obliga a aprender. Porque los que llevamos adelante el proyecto, la estrategia, la gestión, somos músicos, y tuvimos que aprender cosas que no tienen nada que ver con leer clave de Fa y tocar el trombón.
—¿Cuánta gente trabaja hoy alrededor de Cumbia Club?
Hernán: El máximo de Cumbia Club son 22 personas. Luego, en un venue tan grande como la Rambla, hay cientos en distintas áreas.
Chino: Ahora a Colombia viajamos 15, que es la mínima expresión.
—Una de las características de El Club de la Cumbia es la presencia de invitados de todo tipo y nacionalidad. ¿Lidian mucho con el no?
Hernán: Por supuesto. Y hay que aprender a lidiar. Pero en relación a los que nos dicen que sí, el porcentaje es bajo. Duele más cuando te dicen que no, pero es parte.
Chino: Igual, de un tiempo a esta parte, el crecimiento ayuda a que no nos digan que no, y hay una curva de aprendizaje y el artista, sobre todo los extranjeros, empieza a entender de qué va el proyecto. Cuando arrancamos era un huevo explicar lo que queríamos hacer. Hoy llamás a un argentino y le decís que vino Julián Kartún, Santi Motorizado, Bersuit o Nati Oreiro, y es mucho más fácil todo.
—Personalmente, ¿con qué invitados pudieron cumplir sueños?
Hernán: Bersuit lo disfruté muchísimo. Eso también es un capital de El Club de la Cumbia: hay una cosa asociada a la nostalgia que es muy fuerte, entonces, algunos de esos invitados tocan esa fibra.
Chino: Nuestro primer show masivo de verdad fue en 2022, una Rambla pero mucho más chica que esta que vamos a hacer ahora. Habría 5.000 personas y vino Emiliano (Brancciari), hicimos temas de No Te Va Gustar de los primeros discos y era increíble: estás tocando temas que toda la vida escuchaste y, por primera vez, llegás vos con tu banda de amigos a un público tan grande. Eso me acuerdo que recontramarcó.
Hernán: ¡Y Natalia Oreiro! Con ella en el Antel Arena fue la primera vez que yo vi al público de El Club de la Cumbia completamente loco.
—Ahora esperan 20.000 personas. Es como una Tribuna Olímpica...
Chino: Ahora nosotros lo naturalizamos, pero después de cada show grande que pasa mirás para atrás...
Hernán: Nosotros con las Sala del Museo intentamos hacer un ejercicio todo el tiempo de justamente no naturalizar, porque en realidad, tal cual funciona la escena local, no es algo común hacer dos salas por mes. Es bastante excepcional. En este caso tampoco hay que pensarlo mucho, porque si lo pienso demasiado ya empieza el miedo, y el miedo no sirve de motor de nada.
—Hay algo interesante que tiene que ver con el éxito o la popularidad que han ido consiguiendo, y es que a medida que El Club de la Cumbia crece, empieza a llegar el comentario de un público que dice que le gustaba más "el de antes", sus versiones más pequeñas. ¿Qué les pasa con eso?
Hernán: Uno querría diseñar el proyecto como para los primeros que fueron al Solitario Juan y para los que llegaron este año, por ejemplo. Eso es un proceso natural. Entiendo que hay cierta rotatividad en el público y, en la medida en que se va haciendo masivo, hay como una especie de fuga de quienes comenzaron y vieron a una banda que por ahí estaba buscándose también, porque en ese momento, hace cinco años, cuando empezó El Club de la Cumbia formalmente, no éramos lo mismo que somos hoy. Sonábamos distinto, el show se veía distinto, no sé, muchas variables. Nosotros siempre vamos a hacer todo como para tratar de hacerlo para todos, pero antes está nuestro gusto personal, lo que creemos que está bueno y que nos gusta bailar y tocar. Y eso es lo más importante. A partir de ahí, quienes se asumen a disfrutarlo, buenísimo.
Chino: Igual para mí pasa algo reparticular y es que las audiencias de Cumbia Club perfilan por un lado y estan ahí, ¿viste? No es que nos vive cambiando el público. Hay como una identidad de comunidad, que se va ensanchando pero está ahí. Y eso habla de que en Uruguay hacían falta lugares para ir a bailar música en vivo, en un contexto que quede cómodo, que sea amigable, a las 10 de la noche y no a las tres de la mañana. Que lo hicimos para eso, porque nos pasaba a nosotros mismos que no teníamos lugares para ir a bailar. Esa fue un poco la excusa y claramente hoy queda demostrado.
Hernán: Nosotros estamos muy contentos con nuestro público, por cómo acompaña el proyecto y porque se ha generado una gran diversidad. O sea, vos ves el público y hay personas de muchas edades. Yo no sé por qué sucedió de esa forma, si fue por un disparador de que vayan nuestras madres y nuestros padres, pero hay personas de 20 y pico, de 30, de 40 y hay personas de 60, 65 años, y eso está increíble, está buenísimo.
Chino: Pero viste que el ambiente siempre es el mismo, ¿no? O sea, yo siento que todo el mundo que va la pasa bien. Hay un mood de buena onda.
—¿Qué recuerdan del primer show de la vida de Cumbia Club?
Chino: Fue en 2016, en el sótano de Sinergia Palermo. Algunos laburábamos en ese cowork y los jueves hacían afters. Un día dije: “Yo tengo una banda de cumbia, el jueves que viene venimos y tocamos”. Y ese fue el primer show, no sé, para 20 personas. Después encontramos en Solitario Juan un lugar para empezar a sistematizar nuestros shows, que es parte clave de El Club de la Cumbia: yo siento que la gente que va, muchas veces tiene ahí su salida del mes. Y asegurarle que todos los meses tiene ese escape es reimportante.
—Cuéntenme de la internacionalización. Acaban de viajar a Colombia, este año llegaron a Miami con un after en la Copa América...
Hernán: Miami fue un poco un capricho, hay que decirlo. Y no nos arrepentimos de nada. Sumar a compañeros y compañeras del proyecto, hacer las valijas e irte a tocar a Miami en el contexto de Copa América, me parece una experiencia increíble. Y fue una sorpresa el show, eso no lo esperábamos. Realmente cuando fuimos a ver el lugar sentimos que era un montón, y después, esa respuesta de la gente, estuvo increíble.
Chino: Hace un tiempo venimos laburando la exportación en diferentes ámbitos, yendo a ferias de industria y dando los primeros pasos. Ya hemos viajado a Argentina, Paraguay, Estados Unidos, Colombia... Cuando tocábamos en bares, soñábamos con tener una banda de amigos que llenara un Velódromo; ahora queremos tener una banda de amigos que nos haga girar por el mundo. El sueño inicial de por qué hacer una banda sigue estando y es el motor fundamental. Pero vemos que el siguiente paso es ese porque acá, físicamente, no podemos tocar mucho más; estamos tocando todo el tiempo, yendo al interior, y si queremos seguir teniendo más shows al año, es natural que tengas que ir a otros lados.
—¿Y después de la Rambla, qué?
Hernán: El año pasado, después de hacer el Antel Arena, estaba volviendo a casa y me vino una angustia espantosa, como diciendo: ya está. Pero lo que me he dado cuenta, lo que nos hemos dado cuenta todos, es que hay una dinámica importantísima en relación al trabajo y no necesariamente en relación a hacer cosas más grandes. Se van destrabando tareas, proyectos, desafíos, y eso nos entusiasma todo el tiempo. Este año hicimos un Sodre en conjunto con el Ballet Nacional, ¡y somos una banda de cumbia! (Se ríe) Entonces tengo fe.
Chino: A mí ese objetivo del volumen de tickets ya no me tiene desvelado. Siento que ya demostramos que podemos tocar para mucha gente y estar a la altura. Lo que más me desvela es poder seguir siendo sólidos, que esto sea sostenido en el tiempo. Que veas el crecimiento y no una moda o un proyecto que no sabés para dónde va. Ser coherentes y sólidos, con pequeños gestos que nos hagan sentir que la máquina está rodando todo el tiempo, más allá de los tiros enormes.
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