Los montevideanos vamos a tener que esperar un poco más al argentino Manuel Wirztquien hoy, sí, se presenta en Tarariras, en Colonia. Su visita es una buena excusa para charlar con este músico, mimo, clown y actor, sobre su vida cargada de historias.
Una figura muy conocida del mundo del espectáculo y la cultura argentinos, Wirzt tiene varios motivos para ser así de popular: en los 90 cantó hits como "Hoy te necesito" y "Dondequiera que estés", además de participaciones inolvidables de dos éxitos de Guillermo Francella: fue LaToya en Poné a Francella y Lalo, el amigo de Pepe Argento en Casados con hijos. Tuvo éxitos en programas infantiles, fue director de muchos espectáculos de Martín Bossi y ha construido, además, un sólido repertorio musical.
-Empecemos con un reclamo. ¿Por qué ha venido tan poco a Uruguay?
-No sé, nunca se dio. En 1996 creo que vine y estuvimos acá con Diego Torres. Lla hemos pasado muy bien pero no se dio esto de de poder venir a a tocar y desarrollar una carrera como músico. Vaya a saber por qué.
-Y a pesar de ese trato distante, acá se lo reconoce y se lo quiere...
-Debe tener mucho que ver con el laburo que uno ha hecho tanto en televisión, las cosas que hice para chicos, las canciones y lo de Francella que ha pegado mucho. Guillermo es un tipo muy querido en todos lados y el hecho de trabajar con él me ha ayudado.
-Su biografía incluye algunos datos increíbles. ¿Podemos repasarlos?
-Como decía el Negro Olmedo: “Hemos hecho tantas cosas”...
-Fue, por ejemplo, payaso en Ucrania...
-En realidad en Estonia. Hice de mimo y clown en espectáculos de tango y folklore. Era un poco el nexo entre número explicándole, sin hablar, a los rusos qué era lo que iban a ver cuando aparecían unos locos con boleadora o la historia del tango.
-Sigamos, ¿qué eran Los 4 del Paraná?
-Eramos cuatro chicos con poncho rojo cantando las canciones de Los Chalchaleros, Los Fronterizos y Horacio Guarany. Eso fue lo primero que aprendí a tocar con la guitarra que mis viejos me regalaron cuanto tenía nueve años. Sin que yo la haya pedido, vendieron las alianzas para comprarme la guitarra. Me enteré muchos años después, cuando tras agotar el Teatro Coliseo, comiendo una pizza, mi viejo me contó cómo la habían pagado y me mostró que las alianzas que tenían eran de plástico. Las originales se fueron en esa guitarra que aún conservo. Ese fue el primer gran gesto de amor concreto que vi de mis padres.
-Y así su primer grupo fue Los 4 del Paraná...
-El grupo se armó entre los compañeros y empezamos tocando en las fiestas patrias y después en peñas. Por el choripan y la gaseosa, allá iban a tocar Los 4 del Paraná.
-¿Su llegada a Buenos Aires es con la trova rosarina que lideraba Juan Carlos Baglietto?
-Los conocía a todo porque iban a casa. ¡Fito estuvo armando la batería de mi hermano conmigo! ¿Quién iba a pensar que ese flaco paliducho y languido iba a ser este genio? Iban a comer a casa. Ahí conocí a todos. A Lalo de los Santos, Adrián Abonizzio, Silvina Garré. Un día me llama Lalo por un espectáculo que se llamaba Los rosarinos y que iba a salir de gira. Y ahí empecé con ellos a recorrer los pueblos.
-No ha parado de recorrerlos...
-Esto recién empieza, hermano. Tengo 60 pirulos y la meta es el camino.
-Ya que estamos chequeando Wikipedia. ¿Qué fue eso de Amérinca Operandina?
-¡Uy! Fue el primer espectáculo que hice como cantante, bailarín y actor, mientras estudiaba en el Conservatorio de Arte Dramático. No voy a olvidarme jamás de eso porque estaba muerto de hambre. Llegué a Buenos Aires y por tres meses dormí en los vagones o los bancos de la estación Retiro y me mantenía con un tupper que mi vieja me mandaba con medio kilo de queso cremoso y 300 gramos de paleta, porque jamón era muy caro. Pichuleaba toda la semana con eso y con unos pesitos que me daba mi papá, a los que les había mentido diciéndole que estaba instalado en un apartamento. Con Amerinca aparece un sueldo y aparece una chica de la que me enamoré y me llevaba a su casa. ¡Me moría de hambre y ella era vegetariana! Pero al lado del teatro había una pizzería y me comía dos porciones de muzzarella con un licuado de banana.
-Un personaje importante en su biografía es el legendario disc jockey Alejandro Pont Lezica.
-Mirá lo pajuerano que era yo. Mi hermano (el baterista Tuerto Wirzt) habla con Pont Lezica pidiéndole un laburito para mi como mimo y clown. Ahí voy con Carlos Iglesias, modelo y productor de desfiles (y en Uruguay conductor del ciclo Verano del...) que me toma una prueba y me dice “Flaco, mañana te tomás el primer vuelo a Tucumán”. Lo llamo a un costado a Pont Lezica y le digo “no puedo ir, no tengo pasaporte”. Es que yo tenía la idea de las películas de que para viajar se necesitaba pasaporte. Y eso que ya tenía 20 años.
-¿Cómo fue ese momento en que Buenos Aires lo acogió?
-Era pasar de ser un mantenido en casa, el nene que se iba a Buenos Aires a triunfar. Yo había visto la película de Palito Ortega que él se baja del tren y al toque consigue laburo. Nada que ver. Limpié baños, fui chófer, hice zanjas en la vía y cuando pasaba el tren me tapaba la cara con la bufanda por las dudas que me viera alguien de San Nicolás, mi pueblo donde yo supuestamente estaba triunfando en Buenos Aires.
-¿Cree que esa experiencia de vida es parte de su llegada con la gente?
-He hecho lo posible para no parecerme a otra cosa que no sea lo que soy.
-¿No se mareó con el éxito?
-Claro que sí. El que dice que no se marea es porque nunca se subió a una calesita. Pero gracias a que estaba rodeado de gente que me quería de verdad y que conocía quién era, fue una especie de vértigo que duró poquito.
-Pero eso alguna vez se apaga...
-Se apaga y quedas en llano. Ahí te das cuenta que sos mortal y que lo que tenés son buenas historias que son lo más difícil de encontrar. Lo más importante de un cantautor es tener una buena canción porque cuando no tenés algo interesante para decir la fama es solo ruido.
-Se presenta hoy en Taratiras. ¿Qué show lo trae a Uruguay?
-Un espectáculo que tiene que ver con esas canciones que tanto costaron encontrar y por suerte aparecieron por mucho laburo y por mucho talento de otros. Y canto canciones de Los abuelos de la nada, Leonardo Favio. O sea historias prestadas e historias propias. Y va a estar la impronta del clown, del mimo y de ese salvaje que corría por los techos de San Nicolás que llevó siempre dentro mío.